Evy
A ocho días después de ser descubierta, no había rastros del señor Jason y los niños seguían estando en casa de sus abuelos. La explicación del porque de seguir allí, fue el redecorado de la casa.
La habitación de los niños pequeños tendría varios cambios y arreglos. La casa era un caos, el polvo, olor a pintura y hombres entrando y saliendo constantemente los obligó a dejar a los niños allí.
Entendía ese punto, el problema es que eran mis hijos y estaba segura estaban mejor a mi lado. Ellos debieron llevarme a mi con mis hijos y no dejarme aquí. Me habían pasado para una habitación bastante amplia y cómoda. La que fuera la mía, estaba siendo demolida para hacer mas grande la de los bebés.
Veía a los niños solo a ratos en que una niñera los traía. Lloraban cuando le decían que era hora de irse y yo igual. Estaba convencida que mantener a los niños iba más allá de alejarlos del caos. Alejarlos de mi era para que se acostumbraran a no tenerme cerca. La ausencia del señor sólo lo confirmó.
El reloj marca las dos de la mañana y desesperaba me siento en la cama tomando el móvil. Le marcó a Damián, pero no hay respuestas. La última vez me envió un mensaje diciendo que iría a Berlín en búsqueda de las pruebas.
—Tú no estás en Berlín —susurro viendo los mensajes aun sin recibir.
Observo las muletas con anhelo y luego mi tobillo. Se supone que no debo levantarme de la cama, salvo lo necesario. Necesito salir y respirar aire, quitar el sentimiento de estar prisionera en este lugar. No puedo llamar a la tía Silke, Damián me advirtió no hacerlo.
No puedo conciliar el sueño viendo como todo a mi alrededor se desborona como si de un carrillo de naipes se tratara. Damián pudo ser descubierto, en este instante puede estar herido o muerto, mis hijos me serán quitados y yo estoy secuestrada.
Con dificultad saldo a los pasillos, en ese lado de la casa solo vivo yo. Paso por la habitación de mis hijos y empujo la puerta con cuidado. La habitación esta el doble de tamaño, las paredes están en blanco y las lozas del piso han sido cambiadas.
—Podría pintar el fondo del mar allí, peces payazos, tortugas, delfines. La cama estaría justo debajo y encima estrellas de colores —señalo una pared y sonrío al mirar a otra —a Susan la pintaría de rosa y muchas mariposas de colores en alto relieve, unicornios también…
Callo al darme cuenta de que es solo un sueño, en este mundo real no es posible quedarme con mis hijos. ¿Por qué le creí? Susan hablaba maravillas de su amigo, pero quizás era bueno solo con ella.
Salgo de nuevo a los pasillos y miro las escaleras. No he bajado por ellas y ya me duele. Aquel pensamiento me hace dar media vuelta tropezando con uno de los guardias en su ronda.
—Señora —La sorpresa por verme por fuera es evidente —¿Necesita algo? —pregunta deteniéndose frente a mi y miro las escaleras.
—Me gustaría bajar al jardín —señaló las muletas, luego las escaleras —es difícil con esto…he estado encerrada mucho tiempo. —me apresuro a decir al ver que esta por negar.
—Lo que me pide es difícil de cumplir. Obedezco ordenes señora…
—Si usted no lo dice, yo tampoco —le ruego y hay duda en aquel rostro que antes había negativa —necesito sentir que esto no es una cárcel. Los niños no están, los Nielsen rara vez suben, la comida la llevan a mi habitación. —niego y mi vos se quiebra —por favor…
Lo piensa un poco viendo hacer equilibrio con las muletas. Toma el radio y habla con alguien, quien sea se niega a dejarme bajar. Entiendo que hay un jefe de seguridad y ese noticia es una alerta más.
ESTÁS LEYENDO
INEFABLE
Storie d'amoreLibro IV Saga Frederick Jasón Frederick Jr. Solo quería cumplir la última voluntad de Susan, su mejor amiga. Tener un hijo y enseñarle que pudo contar con la mejor de las madres, pero que la ignorancia se lo impidió. Una vez lo logra, contrata los...