El último adiós a Susan Cass fue en una ceremonia privada, yo no hacia parte de sus familiares cercanos. No era una hermana de sangre, era de otra madre y otro padre, como solía decir.
Hasta el día parecía llorar su partida. El camposanto se cubría de un manto blanco producto de la nieve que caía. Ajusto el cuello de mi abrigo y la bandana viendo como el féretro empieza a ser deslizado en el agujero.
Susan murió en servicio, en un cruce de disparos con unos asaltantes a una joyería. Su padre y hermano tenían dudas sobre el suceso, el general había solicitado una investigación más a fondo. "—
Algo que estaba investigando le pudo ocasionar la muerte".El grupo de compañeros le hicieron calle de honor, su padre y hermano fueron dos de los que cagaron el féretro hasta el lugar. Atrás quedaron los conflictos por su orientación sexual, su próximo matrimonio o planes de tener hijos.
¿La prefería muerta con el secreto oculto o viva con la vergüenza? No pude evitar preguntarme cuando la ceremonia acabo y el seguía arrodillado apretando con fuerza una flor y sus brazos abrazando la tierra recién removida.
Lloraba y golpeaba las manos en la tumba una varias veces, con su hijo vigilante a pocos pasos, dos uniformados y tres marines atrás. Más allá bastante lejos del grupo una figura con gabardina y todo su atuendo negro observaba la escena.
Doy media vuelta alejándome, lo que sigue es una acto privado entre familia que no debo observar. Ni siquiera la flaqueza del hombre fuerte que acabo de ver debí estar presente.
—Evy — me llama el hombre y detengo mis pasos. —Creí que no habías venido.
—Me dijeron que era una ceremonia privada. —digo con la vista al frente.
—Eras como una hermana para ella, siempre lo decía —manifiesta y doy media vuelta.
El grupo de oficiales sigue allí y el desconocido a avanzado hasta la tumba. No se arrodilla, tiene la cabeza baja y sostiene un ramo de rosas blancas. Parece ajeno a nada que no sea el bulto de tierra y es obvio que llora. Sus hombros tiemblan ligeramente mientras aprieta las rosas con fuerza.
—Se que estos sitios no son tus preferidos —afirmo guardando mis manos en mi abrigo —Se cuanto te cuesta venir y te agradezco por ello.
No me gustan los sepelios, ni los muertos, no sé cómo manejar el sentimiento de no verlos más. Lo viví con mis papás, me invadía las ganas de irme con ellos, la rabia porque mi padre no pensó en mí, junto con todo lo contradictorio que su suicidio.
—¿Se sabe algo de los asesinos?
—No, pero lo sabré —responde seguro.
—Debo irme, iré a visitar a Dayanne —afirma apretando los labios.
Aun le cuesta aceptar la inclinación sexual de su hija, ni siquiera su partida ha permitido quitarle el rencor hacia Dayanne.
—Mantente en contacto, no te alejes —me dice y afirmo dando un paso atrás —si necesitas algo me lo haces saber. —Susan solía estar al pendiente de ti. Nunca Hablamos de eso, sé que le gustaría que siguiera haciéndolo.
—Estaré bien...se lo debo.
Es una promesa silenciosa que le hago a la tumba a la distancia, porque no tengo el valor de acercarme. Un poema dice que la muerte es un viaje interminable, que nadie sabe que hay al final o si disfrutas del viaje. Me acerco al general le abrazo fuerte antes de empezar a salir del lugar.
La manera más fácil que tuve de enfrentar la ausencia de mis padres fue pensando que habían hecho un largo viaje y que en su momento yo seguiría sus pasos.
ESTÁS LEYENDO
INEFABLE
RomanceLibro IV Saga Frederick Jasón Frederick Jr. Solo quería cumplir la última voluntad de Susan, su mejor amiga. Tener un hijo y enseñarle que pudo contar con la mejor de las madres, pero que la ignorancia se lo impidió. Una vez lo logra, contrata los...