Mi tarea era distraerlo en casa hasta que su familia tuviera todo listo. El éxito de mi misión sería bueno si él no despertará en mí tantas cosas. Me invadió el nerviosismo, el sudor frío al tenerlo cerca, el vacío en la panza y la estúpida tartamudez.
Ya no estaban los Nielsen que hacían de intermediarios. Solía escudarme en Margaret y él charlaba con Terry por horas, ahora tenia a los niños y ellos pasaban el día en la mansión cuando sus abuelos estaban en el país.
No podía negarme, era su cumpleaños y colaborar era un placer. No obstante a mí disposición para ayudar, verlo era recordar los consejos de su madre, insistía en que tenía todo a mi favor. Conocía a su hijo y estaba segura estaba enamorado de mí.
Sus palabras, las de Julia, la soledad de la casa. Acabé haciendo el acto más cobarde y viejo de la historia. Encerrarme.
Susan estaría muy decepcionada, la pobre debe estar revolcándose en la tumba. Por fortuna, él decidió buscarme y su madre confirmó lo bien que conocía a su hijo. El poco valor que había obtenido en esas horas lo saqué a la luz. El resultado fue convertirme en su prometida y me parece un sueño.
Recibí el mensaje de llevarlo a casa de sus padres y el pretexto fue que quería ver a los niños. Ese día eran los Frederick D'angelo, con sus familias. Risas, besos, abrazos, bromas y anécdotas.
Eran muchos cuentos sobre ellos, de bebés contadas por sus padres, de niños por ambos y de juventud por cada uno de ellos. Me enteré de que los gemelos eran curiosos e imaginativos, bromistas y dueños de una energía que jamás se agotaba. La señora Isabella siempre fue rebelde, solía escaparse de casa, evadir clases, las fiesta y acampadas fueron siempre un dolor de cabeza para sus padres. Emma era la definieron como la inteligente del grupo y lagrima suelta, lloraba por todo y gracias a ello se salía con la suya.
—Aun tiene esa virtud —bromea su esposo y todos sonríen.
—Las lagrimas son efectivas para ellos —comenta ella por su parte viéndome con complicidad—cuando desees te doy unas clases.
—Y yo otras más —sugiere Isabella, al tiempo que la señora Fiorella me hace un guiño divertida.
Si supieran que gracias a sus consejos hoy tengo este anillo. La piedra azul cielo que resplandece en mi dedo anular dan cuenta que no lo es un sueño. Me convertiría en su esposa, tendría a mis hijos a mi lado y tengo un hermano ¿Por qué entonces estoy tan asustada? No creí que la felicidad podía asustar o este ambiente generaría tristezas en mí.
—¿Te sientes bien? —susurra en mi oído y afirmo.
Pasa una mano por mis hombros dejando un beso en mi mejilla fugaz. Sus dedos masajean mi piel desnuda y de apoco la tensión va cediendo. Resulta extraño que sepa algo me sucede, yo creí que lo estaba ocultando bastante bien.
—Ese de allí era el hijo de mami —comenta Matthew mirando a Jason —allí donde lo vez jamás fue castigado y siempre hacia lo que se le pedía.
—Experto en hacernos quedar mal desde siglos atrás —se queja su gemelo negando con fingido enojo.
Todos dijeron lo mismo. El bebé de mamá, obediente, de buenas notas y aplicado. Su enorme parecido con su padre, hizo que su madre lo protegiera más que a todos. En la adultez y tras ingresar al servicio militar, tomó el control de la seguridad familiar.
—No sabe divertirse, no aprendió eso de chico. Nuestra vida siempre estaba en el ojo público y él era muy discreto. Aún lo es. —comenta su madre.
—Es incomodo que hablen de mi como si yo no estuviera aquí o tuviera cinco años aun —susurra en mi oído y bajo la mirada ocultado la sonrisa —no creas nada de lo que dicen. Contrario a ellos yo si sabia hacer mis travesuras.
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INEFABLE
RomanceLibro IV Saga Frederick Jasón Frederick Jr. Solo quería cumplir la última voluntad de Susan, su mejor amiga. Tener un hijo y enseñarle que pudo contar con la mejor de las madres, pero que la ignorancia se lo impidió. Una vez lo logra, contrata los...