Capítulo 35

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Damián me saca de la casa y se va conmigo en brazos lejos de todos. Escucho el escándalo y las preguntas sobre cómo llegó a mi algo de esa naturaleza. Apoyo mi cabeza en su pecho y me relaja los latidos de su corazón tan calmados.

—Te controlan con el miedo diosa —dice al sentarse en una banca conmigo en sus piernas —cuando lo retiras de tu sistema eres ingobernable.

—¿Los viste?

—Si. También me dolió, pero entendí que era un dolor necesario para crecer.

Permanecemos en silencio por largo tiempo, a ninguno de los dos nos molesta no decir nada en ese tiempo. La pareja de cacharros juega a nuestro alrededor y nos distrae verlos morderse entre sí.

—¿Cómo llegó eso a tus manos? —pregunta al fin.

—Me lo dio Julia, la hija de Terry y Margaret. Estaba sellado y con estampilla de Berlín. —sigo y afirma. —¿Crees que su sufrieron mucho?

—Ya no lo hacen y es en lo único que debes pensar. En eso y ser feliz —explica y me hace verlo. —somos mejores que él Evy. —acaricia mi mejilla con el dedo pulgar llevándose con ese gesto rastros de llanto —no dejes que te venza diosa, eres mucho mejor que ese miserable.

Y no estoy sola. Lo tengo a él para tener éxito.

—Esto les dará color a tus mejillas —unas manos con una bebida helada se cruzan en mi campo de visión y sigo a la dueña de aquella manicura tan perfecta. —¡Hola! —saluda tímida y algo me dice que ella no suele serlo.

—Tu debes ser Evy —habla una voz masculina y ruedo la mirada hacia él.

¡Gemelos! Un niño y una niña, como nuestros bebes. Ambos sonríen al ver mi rostro lleno de sorpresa viendo a uno y a otro. Son como esas aplicaciones que pueden hacerte ver como hombre si eres mujer o viceversa.

—Soy Vincent y ella mi hermana Christine —señala a la chica al lado y sonríe —soy el mayor, ella es la copia.

—Yo nací primero —se apresura a decir y su hermano bufa mirando a Damián que los ve en silencio.

—Eso no te convierte en mayor y lo sabes... —dice con superioridad —¿Te molesta si reviso cámaras y miro quien trajo el paquete?

—Llegó de Berlín, dejé el empaque en la habitación de Jason —afirma y se queda viéndome.

Rubios de ojos grises, el lleva el cabello largo que ha recogido en una coleta. Son básicamente muy parecidos, pero conservan los detalles propios del sexo distinto. Ambos son casi de la misma estatura, pero ella es más delicada, él tiene más músculos. Visten en jeans y camisa a cuadros, en tonos distintos. Cuando carraspea regreso a la realidad y me encojo de hombros.

—No es mi casa. —regreso la mirada a la bebida que ella aun sostiene en manos y la recibo.

Si no pienso en ello no sucede nada, si logro bloquearlo estaré bien. Lo repito tantas veces que se convierte en una oración silenciosa cargada de súplica. La esposa de mi hermano es hermosa, de eso no hay dudas y lo ve como si no existiera más nadie a su alrededor que él.

Como mamá solía ver a papá, como ellos se veían pienso al verlos a ambos. Me llena de felicidad saber que no lograron dañarlo lo suficiente, aun había mucho camino por recorrer y cosas que sanar. Que no lo hiciera solo hacia la diferencia.

—¿Segura no deseas entrar? —niego.

Sostengo el monitor de los niños en mis manos como si fuera mi amuleto y el desiste de insistir. Christine se ofrece a quedarse conmigo y ambos ingresar a la zona de los controles.

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