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Alex




—¡Alex!

Voltee para encontrarme con sus ojitos cafecitos, se veía preocupada por lo que ladee mi cabeza.

—Quería decirte algo antes de que te fueras— Se sinceró, interponiéndose entre la puerta principal de su casa y yo, posteriormente, apartó su vista de mí a sus manos, comenzando a jugar con ellas.

Estaba nerviosa.

Asentí— Dime.

—Si bien acepté ayudarte, lo del pololeo falso será por un tiempo limitado. ¿bueno?— Demandó, causándome ternura de inmediato. Me volvía loco aquella chispa que tenía, no podía evitar caer rendido ante ella.

—¿Si?

—Sip , y también bajo mis reglas— Advirtió cruzándose de brazos y mirándome feo.

Solté una carcajada.

—¿Y cuáles serían esas reglas, señorita?— La observé por sobre mis pestañas, divertido ante la situación. Tragó saliva con dificultad y miró hacia el techo mientras comenzaba a enumerar con sus pequeños dedos.

—Son tres— Levantó exageradamente tres dedos-La primera es nada de celos, ¿entendiste?

—A tus órdenes— Me burlé, mordiéndome el labio, deseaba reírme a carcajadas, pero sabía que, si lo hacía, no me beneficiaría para nada.

—Nada de besos— Arrugué la frente y me quedé marcando ocupado, ¿cómo así? — , y por último y la más importante, Alex: no enamorarse.

Abrí mis labios un poco desconcertados, pero a los segundos aclaré mi garganta y conservé la postura de siempre. Esa sí que me había rayado un poco, por alguna razón encontraba completamente descabelladas las tres reglas, si finalmente sólo debíamos actuar en el colegio y tampoco es que tuviéramos que hacer mucho.

O quizás, simplemente me parecían descabelladas porque no quería cumplirlas del todo.

Más bien, deseaba romperlas.

Como a de lugar.

—¿Queda claro?— Preguntó autoritaria.

Hice una mueca de completo desagrado— Qué aburrida.

—No me interesa si te parezco aburrida o no, estoy simplemente dejando las cosas claras desde un principio, no quiero confusiones.

La acorralé contra la puerta sin pensármelo dos veces.

—¿Tenís miedo a engancharte de mí, Martinita?— Indagué lo suficientemente serio como para ponerla nerviosa. Tomé su mentón y lo acaricié, aún expectante ante su posible respuesta.

Bajó la mirada y soltó una sonrisita falsa.

—No seai egocéntrico, Alex. Yo podría decirte exactamente lo mismo.

—Sí, pero la diferencia es que a mí no me causa miedo el hecho de que exista una posibilidad de enamorarme de ti.

Abrió sus ojos de par en par y me alejó de un sopetón.

—Deja de molestarme.

Algunas veces no entendía cómo no cachaba mis indirectas, me cuestionaba incluso si me tomaba en serio, porque igual no la culpaba, con el temita del pololeo falso no había mucho por donde tomarse de verdad esta hueá, pero aun así una parte de mí rogaba porque notara mis sentimientos, porque cada una de las cosas que le decía era verdadera

Polola falsa (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora