32

8.8K 480 110
                                    

Rafaela





—¡Waffles de gatitos!—Anunció la Romina ofreciéndome uno lleno de crema y chocolate, produciendo que se me hiciera agua a la boca al instante.

Pensé en tomarlo pero debían tener como cinco mil calorías cada uno.

Mordí mi labio y acerqué mi mano insegura al waffle que me ofrecía.

—Rafaela—Se escuchó mi nombre proveniente de una voz ronca. Me tensé automáticamente y lamenté no haber tomado el waffle a tiempo, porque el Cristóbal me tomó del brazo con cuidado en un abrir y cerrar de ojos—Tenemos que hablar—Continuó mirándome directamente.

—P... Pero—Lloriqueó la Romi con súplica, observando la escena por sobre sus lentes circulares.

El Cristóbal suspiró pesadamente y le dedicó su sonrisa mas linda, dejándola maravillada.

—Será un ratito nomás, no me demoraré mucho en hablar con ella—Aseguró con el semblante pasivo.

La Romi asintió embobada y siguió disfrutando de sus waffles. Me quejé por aquello y me solté del agarre del Cristóbal.

—¿Qué querís?—Pregunté apenas nos apartamos de mi amiga.

—¿Qué le dijiste a la Martina?—Fue directo al grano de mala gana. Se le iba lo buena onda altiro.

—Ay qué latero—Puse los ojos en blanco sin poder evitarlo—, fue una talla nomás, pero ni alcancé a aclararlo porque se fue corriendo toda paranoica—Expliqué y me sentí mal por mi tono de voz. La verdad sí había quedado preocupada cuando se fue corriendo, lucía tan pálida y mal que me había quedado con cargo de consiencia por haberle causado aquello, y me sentí como una pendeja por haber caído tan bajo.

Apretó su mandíbula.

—¿Qué le dijiste exactamente?—Insistió aún molesto—¿Viste en el estado en el que la encontré?

—Se debió haber asustado más por los espejos y la desesperación de no poder salir—Susurré culpable.

Asintió.

—Claramente—Exageró obvio.

Suspiré exasperada—Le dije que me había comido con el Alex, ¿qué tanto?

Se pasó una mano por el pelo, irritado.

—Déjalo—Susurró. Sus ojos miel miraban directamente a los míos y sentí que me suplicaban, lo cual encontré ilógico y no pude entender bien al principio de qué estaba hablando.

—¿Qué cosa?

—Me refiero al Alex.

Me quedé boba observando el piercing de su labio inferior y esperó paciente mi respuesta. Si no fuera por la Alejandra y el Alex, jamás me habría acercado a él, pero lo cierto era que tenía unas facciones muy definidas y bonitas. Era blanquito y el pelo castaño le caía en ondas, y siempre desordenado. Sus labios eran gruesos y se le marcaba el arco de cupido. Un hoyuelo se le hacía en la mejilla derecha cuando sonreía, aunque de eso me fijé la otra vez, porque a mí no me dedicaba ese tipo de sonrisas más que las falsas.

Sus ojos miel y las pestañas largas era lo que más me llamaba la atención de él, además de que sus ojos siempre tenían un brillo peculiar y siento que eso lo caracterizaba mucho, además de su personalidad tan dulce y calmada. Pese a lo enojado que podía estar siempre mantenía la compustura y no se dejaba llevar.

—¿Y a qué se debe tanta preocupación?—Me burlé con recelo, desviando la vista de sus labios.

Elevó sus hombros y después se cruzó de brazos.

Polola falsa (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora