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Me encerré en mi pieza con la vista fija en la manilla de la puerta, ¿qué bicho le había picado? Me confundía que se comportara de esa manera, aún más luego de que durmiésemos juntos. No quería afligirme, ni mucho menos que el tema me robara la poca calma que tenía, sin embargo, me dolía, lo que no me hacía mucha gracia porque sentía que poco a poco estaba cayendo en la ilusión de ser pololos, y lo peor es que se sentía igual como si estuviera escapando de una gran bola de nieve que con el paso del tiempo iba incrementando su tamaño. Aunque tampoco deseaba alejarme, quizás era masoquista de mi parte, pero me gustaba tener al Alex cerca, hablar, reír juntos, compartir aunque fuese momentáneo, era único y nuestro.

 Nuestro...

¿De verdad aquello podía llamársele nuestro o era también parte de lo que debíamos aparentar?

Me quedé quieta ante ese pensamiento.

—¡Martina!

Mi mamá comenzó a golpear la puerta y con eso disipó la ola de decepción que se avecinaba. Relamí mis labios y abrí, encontrándome con una cara que no supe descifrar y sus manos puestas en sus caderas como una tetera.

—¿Pasó algo?—Sonreí nerviosa, cruzando los dedos tras mi espalda para que no me fuera a decir nada por haberme ido a un carrete prácticamente sin su permiso.

—¿Se puede saber qué diablos tomó el Benjamín? Cabro de porquería, ¡sigue muerto de cocio! —Negó severa

Fruncí los labios y me encogí de hombros.

—No sé—Me reí nerviosa y tomé uno de mis peluches—, pregúntale a él.

—Es que me da hasta rabia verle la cara de curao —Se desahogó y tomó aire para después sentarse sobre mi cama—, también vi al Alexito, estuvo bueno que lo hicieras dormir con el Benja, tu sabís como es la Magda.

Asentí—Sí, si por lo mismo la Belén me pidió que lo trajera para acá. ¿Ya se fue?—Pregunté tratando de no verme muy interesada.

Mi mami se pasó una mano por el pelo y negó.

—No, si incluso me dijo que te estaría esperando en el patio, quería decirte algo.

Me apunté— ¿A mí?

—A ti—Se cagó de la risa por lo obvio.

Los nervios me comieron en ese preciso momento, y la verdad me desaparecí ahí mismo, encaminándome al patio, bajando las escaleras de un sopetón ante la duda que sentía. Por suerte no me encontré con la Matilde o con mi papá que eran los más metios siempre, me daba risa, pero muchas veces se ponían re sapos con el tema.

Caminé hasta la puerta de la entrada y efectivamente, al abrirla me encontré con el Alex, aunque éste no me estaba mirando directamente, más bien se había puesto el gorro de su polerón y unas flores tapaban su carita. Me quedé pasmada, sin saber muy bien qué hacer.

—¿Y eso?—Me llevé mi pulgar a la boca, divertida por lo que mi mente interpretaba.

—No fue mi intención ser pesao contigo.

Me tendió las flores, era obvio que se las había robado a la vecina del frente, y quizás estaba peligrando su buena onda con ella, porque odiaba que le cortaran las flores que tanto se empeñaba en cuidar. Me reí y las tomé con las mejillas coloradas, eran blancas con toques lilas, de la temporada. Las olí por acto de reflejo y me ilusioné con la idea de perderme en la mirada del Alex, pero seguía sin posar sus ojos en mí.

Dudé—¿Pasó algo?

Negó y se tapó parte de su cara con la mano izquierda, sus mejillas también estaban rojísimas, lo que me hizo caer en cuenta que para él también era vergonzoso muchas veces tomar la iniciativa.

Polola falsa (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora