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—¿Ya dije que hoy día te veís terrible linda?—dijo con los ojos adormilados y una sonrisa de oreja a oreja se le dibujó, marcando sus hoyuelos. Se acercó a mi cuello, aprovechando la posición en la que estábamos y me olió sin una pisca de vergüenza—, olís exquisito más encima, creo que encontré mi olor favorito—agregó. Tragué saliva con dificultad y lo ignoré muy a mi pesar.

Suspiré y a duras penas lo seguí encaminando por las escaleras de la casa, tratando de ignorar los disparates que me estaba diciendo, que claramente era debido al alcohol y la hierba que había consumido.

En cuanto subimos todas, le indiqué que guardara silencio y me metí automáticamente al baño, arrastrando al Alex conmigo.

Negué con la cabeza y me miré en el espejo del baño de mi casa, maldiciendo el momento exacto en el que había aceptado ir a ese maldito carrete.

—Tengo que pensar qué haré con él— Murmuré llevándome hacia atrás el flequillo que me estaba molestando, tratando de pensar en alguna forma de pasar piola con el Alex.

—Yo feliz duermo contigo, Martinita— Dio la idea mientras se sentaba en el piso del baño, reduciendo mucho más el espacio.

Cerré los ojos y suspiré pesado. No podía llevarlo a mi pieza y dormir con él, al día siguiente mi mamá me iba a llenar de preguntas y quizás qué escándalo formaría, además de pasarse como mil rollos, aunque no la culpaba, yo cacho que cualquiera se imaginaría hueás fuera del contexto inicial.

Me agaché y me acerqué a él, mirándolo por unos segundos. Había cerrado sus ojitos y su respiración era mucho más lenta.

Obviamente estaba cansado.

Acerqué el dorso de mi mano a su mejilla y le hice cariño por unos minutos, últimamente estábamos pasando demasiado tiempos juntos, y lo que había pasado en el carrete había sido señal suficiente para entender que si seguía jugando con fuego, me terminaría quemando si o si.

Negué paulatinamente.

¿Por qué chucha me tenía que gustar el Alex?

—Martina...— me llamó con una mueca de la nada, ocasionando que me asustara al instante— Martina— Se quejó.

—¿Qué pasa?

Abrió sus ojitos azules y se enderezó bruscamente, abriendo la tapa del inodoro.

Por la chucha.

Lo que me faltaba...



Tres horas antes



—¿y entonces? ¿cómo va el show?— Me preguntó la Belén risueña, mientras me ofrecía un vaso plástico con copete.

—Creo que hasta el momento se lo están creyendo—Hablé fuerte debido a la música fuerte que había. Me estaba empezando a doler el mate ya del bullicio culiao que había. Tomé de la hueá que me había dado la Belén y no pude evitar soltar una mueca por lo amargo que estaba—¿qué mierda es esto?

Se encogió de hombros.

—No sé, alguna mezcla culiá, pero está weno—Opinó.

—¡Martina viniste!—Gritó una voz tras de mí. Me voltee y automáticamente unos brazos me apretaron. El olor cítrico de la Ale delató su presencia y me relajé altoque.

—Obvio, no me perdería ver a tremenda diosa—La adulé con una sonrisa apenas nos separamos.

—¡Preciosa! si yo te amo tanto—Pegó su mejilla con la mía y nos reímos al unísono—¡oh! caché que estai pololeando con el Alex, ¡qué suerte! son mejores amigas y cuñadas, el sueño del pibe dicen por ahí.

Polola falsa (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora