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Belén



—Yapo, bonita, cámbiame la cara —Le supliqué a mi amiga quién estaba a mi lado toda achacá. Durante el finde me contó lo que había sucedido con mi hermano, por lo que entendía el por qué de su penita— . Mira, te traje tritón, unas morochas y unas donuts. ¿Cuál comemos primero?—Le sonreí mientras le tendía los paquetes de galletas, si esto no era ser el mejor ser humano del planeta, entonces no sé que otra cosa podría ser, porque pucha que es significativo compartir la comida.

— Donuts Susurró, ni hueona tampoco, escogió las mejores, bueno, por lo menos tenía aún ánimos para comer.

Abrí el paquete y se lo dejé encima de su mesa, lo quedó viendo inexpresiva y sacó una. ¡Qué deshonra comer sin ánimo! Sentía que era el peor desperdicio del mundo.

Me quedé viendo el reloj de la pared de la sala, quedaba una hora y media para que empezara el partido de nuestro curso contra el del Alex. Hoy por fin era Lunes, y pese a que no solía sentir nervios habitualmente, hoy los tenía de punta netamente porque no sabía qué pasaría, además que con los ánimos de la Martina, era muy probable que me dijera que no quería bajar a presenciar semejante guerra de hueones por una pelota.

Entrecerré los ojos concentrándome en mis pensamientos aún más, necesitaba encontrar la manera de que el Alex y la Martina hablaran las cosas y por fin admitieran lo que sentían por el otro. Sí, eso.

—Las cosas mejorarán—Traté de darle ánimo, aunque sabía bien en el fondo que valía corneta en la materia, porque la verdad nunca fui buena consolando, no se me daba tan bien, ni conmigo misma.

Sobé su espalda, incitándola a que comiera más.

—Es que la cagué, Belén, debí haber sido más clara con mis sentimientos, con el Alex... —Se lamentó pasándose las manos por el pelo, frustrada.

—Ya pero no sirve de nada llorar sobre la leche derramada.

—Si sé.

—¡Marlex es fuerte y brillará pese a las adversidades! —Junté mis manos y me quedé mirando el techo con ilusión.

Sus labios temblaron y decidí callarme, no quería cagarla más.

— Mmh —Me quedé pensativa un poco, buscando qué hueá decir—, lo bueno es que aclaraste todo con el Cristóbal, y ya está eso zanjado, pasito a pasito vas aclarando todo.

—Supongo.

Seguía pensando en el Alex, estaba claro.

—¿No has pensado en la posibilidad de que quizás sea para mejor haber terminado con lo del pololeo falso?— Opiné acariciando su pelito. Me quedó viendo confusa y decidí explicarme mejor para que no me malinterpretara —. Lo digo porque, a lo mejor gracias a esto se presenta una nueva oportunidad para ustedes. Se te cerró una puerta pero...

—Una ventana puede abrirse— Completó tomándome por sorpresa.

Arrugué mi frente.

—¿Cómo supiste?

 —El Fabián me dio ese mismo consejo.

Me asusté.

—¿Sabe del pololeo falso?

—¿Estai loca? Ni cagando.

Me había cagao entera. El secreto se esparcía como virus, así que ya no ponía las manos al fuego por nada.

La Martina se rió.

¡Por fin!

—¿Qué?— Alcé mis cejas.

Polola falsa (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora