Rafaela
—¿Quieres que te cuente cómo se hace el arroz con leche? —Me preguntó la Ale mientras le daba un nuevo sorbo a su vaso. Oí como soltaba una risa nasal burlona y se tambaleaba al ritmo de la música que lograba escucharse desde la cocina.
Se notaba a mil kilómetros que ya estaba arriba de la pelota, aunque lo que más me preocupaba era que la dueña de casa no iba a poder vigilar a los hueones que hicieron tonteras en su casa.
Suspiré.
—No me gusta el arroz con leche.
Se llevó las manos a la cara con terror, como si hubiese dicho lo más espeluznante.
Ahogué una risa. Parecía una niña.
—Estai loca—Murmuró negando con su cabeza, los mechones de su melena corta se movían de un lado a otro.
—Es porque odio la canela.
No me dijo nada más respecto a ese tema, sin embargo a los segundos volvió a balbucear.
—¿Por qué se demorará tanto tu pololo?
—No es mi pololo.
—¿Y por qué no? Si se quieren...
—¿De dónde sacaste eso, Ale?
—Soy como tu mamá, adivino todo—Me guiñó un ojo y comenzó a reírse. Automáticamente me dio un escalofrío recordando a mi mamá, era irónico pensar que ella y sus cartas me decían exactamente lo mismo.
Apoyé mis dos manos en la encimera y a los segundos la puerta de la cocina se abrió, adentrándose la figura del hueón que justamente quería ver en ese momento. Su pelo café claro estaba desordenado y sus mejillas rojas, suponía que era por el frío que hacía afuera y lo agitado que venía.
¿Se pondrá así de agitado en otras circunstancias?
Me reí internamente y me detuve a mirarlo fijamente.
—Perdón por demorarme—Se disculpó dejando las cosas sobre una mesita pequeña que había en la cocina.
La Ale se llevó sus manos a la cintura y lo miró juiciosa.
—Harto rato te demoraste.
—Hola... Sí, estoy bien, gracias por preguntar querida Ale.
Me reí ante su ironía y el Cristóbal volteó para mirarme confuso.
—No sabía que ibai a venir.
—Ni yo que tú vendrías.
Sus ojos miel se achinaron y sonrió.
—Uff, muchas miraditas y frases cursis se aproximan así que mejor me voy. Chaito—Alzó un poco la voz la Ale y se despidió moviendo su mano de un lado a otro.
Salió de la cocina y nos dejó solos.
—Quería verte.
Se llevó una mano a la nuca y se aproximó a mí, acorralándome entre él y la encimera. Obviamente eso no me intimidaba, no era primeriza y no me sorprendía por esa clase de contactos, sin embargo eso no quitaba que fuese agradable y excitante tenerlo así de cerca.
Me tomé el atrevimiento de reír, pasando mis brazos por sobre sus hombros.
—Cada día que pasa me ponís más difícil no engancharme de ti.
—Quizás no deberiai resistirte tanto —Alzó sus cejas para luego posar sus manos en mi cintura.
Mis ojos bajaron a sus labios y tragué saliva tratando de controlarme.
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Polola falsa (editando)
Teen FictionCuando el mino que le gusta a la Martina le pide que sea su polola falsa.