—¿Qué sabor quieres? —Preguntó el mino que estaba atendiendo en la heladería.
—Pistacho—Susurré.
Miré en silencio el procedimiento de cómo depositaba la bola de helado en el cono y después lo recibí, agradeciéndole con un movimiento de cabeza.
—¿Y tú? —Le preguntó al innombrable que estaba al lado mío.
—Frutos rojos.
Probé mi helado y nuevamente vi el mismo proceso, hasta que le pasó su helado al Alex.
Me di vuelta y salí del negocio tratando de ocultar mi cara de felicidad por lo rico que estaba mi helado.
—¿Todavía seguís enojada? —Preguntó el Alex cuando ya habíamos caminado hasta unas bancas que habían cerca y que frente a ellas había una plaza gigante.
Me senté y lo ignoré.
—Martina. —Insistió.
Resoplé, mirándolo endemoniá.
—Pucha, un poquito... Sé que es difícil igual poner límites, pero no tiene sentido todo este show que montaste, si la Rafaela ni pesca el que sea tu polola y aún así te coquetea como se le antoja.
Ni se daba cuenta el Alex, pero muchas veces su corazón de abuela le jugaba malas pasadas.
Aunque tampoco lo juzgaba, era complicada la situación después de todo...
Y quizás yo sería igual, o incluso más considerada.
—Es cierto, quizás lo mejor sea alejarme nomás—Susurró.
Dejó de mirarme y fijó la vista en la plaza que estaba frente a nosotros.
—¿Seguro?
Se encogió de hombros.
—¿Por qué mejor no disfrutamos de nuestra improvisada cita? Cambia la carita po, filo con el tema, aprovechemos que estamos juntos—Habló con intenciones de cambiar el tema. Sus ojos azules volvieron a mirarme y entreabrí mis labios, sorprendida —. Mira, ¡se te está derritiendo!
Se acercó mucho más a mí y puso su mano derecha sobre la mía, afirmando mucho mejor el cono. Ni si quiera me preguntó y probó de mi helado de pistacho.
—¡Alex! —Lo reté y alejé mi helado de su alcance.
—Erís demasiado lenta para comer—Se lamió el labio.
Mi corazón dio un vuelco y sentí un hormigueo culiao.
Por fin sonreía, ¡había estado todo el día con cara de amargado! Hasta en la formación...
—Al fin una buena cara. Estuviste todo el día con cara de poto.
—Todo el día he tenido la misma cara—Contestó sin quitar su sonrisa y mirándome. ¡Puta que tenía lindos los ojitos!
Sus futuros hijos saldrían súper lindos...
—¡Mentira! —Reclamé—. En la primera hora nos viste por la ventana con los chiquillos y andabai con una cara de dos metros. Además, miraste súper feo al Cristóbal—Me crucé de brazos y desvié la mirada, concentrándome en tomarme luego el helado porque ya se estaba derritiendo.
—Sabís que no me cae muy bien ese hueón.
Enarqué una ceja y volví a mirarlo.
—Y sigo sin entender el por qué.
—Estoy seguro que le gustai.
Resoplé. ¿Esto venía de hermanos o qué? Tanto la Belén como el Alex me decían e insistían con lo mismo.
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Polola falsa (editando)
Teen FictionCuando el mino que le gusta a la Martina le pide que sea su polola falsa.