Chapter Three

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Chapter Three: Goodbye Chicago
Capítulo Tres: Adiós Chicago

Solo eran las 4 AM, debía descansar por que viajaría en la noche. Los boletos me llegarían por correo, al menos así me dijo el Sr. Donovan. Tenía una gran emoción y sobre todo orgullo de poder trabajar en el mejor bufet de el mundo, desdé que entre a la universidad de Yale, ese era mi sueño. Y por fin se había cumplido luego de un ardo trabajo.

Al llegar caí a la cama desecho...

- Por fin llegas - dijo una voz conocida, volteé a ver y la luz de el baño estaba encendida. En la puerta se encontraba Anne con un conjunto de ropa interior negro, encima traía un camisón trasparente.
Esto podría ser bastante interesante...

-¿Qué haces aquí? - pregunté confundido - ¿Cómo diablos entraste? - dije frunciendo mi ceño.

- Es obvio - dijo caminando "sensualmente" hacia mi.

- Creeme si fuera obvio, no lo preguntaría - dije serio, me senté en la cama.

- Viene a verte, ya que no me contestas y entre ya que eres de esas personas que deja una llave debajo del tapete - dijo lanzando la llave para que la tomará en el aire.

- Escucha, Anne - comencé a decir, pero ella se sentó en mi mis piernas a horcadas.

- ¿Qué pasa, James? - dijo haciendo círculos sobre mi. Un pequeño gemido salió de mi.

- Basta - le dije. Ella tomó el dobladillo de camiseta y me la quitó en un movimiento. Se empezó a acercar a mis labios pero la paré. Necesitaba hacerlo antes de que empezará a pensar con otra cabeza.

La tomé de la cintura y la paré. Empecé a buscar su ropa, no habría venido solo así... ¿Cierto?

¡Bingo! Encontré un abrigo hasta una esquina del cuarto. Fui por el y se lo puse Anne.
Ella me miró confundida.

- Necesitas irte - dije.

- ¿Porqué? - seguía atónita, ni siquiera podía creer que la había rechazado.

- Llamare un taxi para ti - camine fuera del cuarto buscando el teléfono.

- James -me volteé a verla, con el teléfono en el oído - ¿Porqué?

- James Wood - conteste al teléfono - sí - Anne seguía esperando una respuesta - Perfecto, gracias. Viene en 5 minutos - le dije a Anne.

- ¿Porqué? - preguntó nuevamente.

- ¡Por que solo me acuesto una vez con las mujeres! ¡Por que no creó que haya un futuro entre los dos!¡Por que no me siento atraído a ti! - dije, me iba a disculpar pero sentí el fuerte impacto en mi mejilla, cerré mis ojos y suspire. Anne estaba llorando ¡Joder!

- Esperó... Que te hagan lo mismo, que te des cuenta que las mujeres tememos sentimientos, que puedes lastimar, espero que sufras y aprendas algo - dijo con furia. El claxon sonó anunciando que el taxi había llegado - ¡Eres un imbécil, James! - gritó antes de irse. Restriegue mi cara con una mano.

Me quite los pantalones y me quede dormido solo con ropa interior.

- Vas a sufrir, James - dijo una voz femenina. Me encontraba en cuarto blanco. Todo estaba lleno de luz. De pronto se tornó de un color negro y empezaron a somor gemidos por todos lados, luego puede pequeñas escenas de todos mis noches de sexo.

- ¿Porqué? James - decía una voz.

- Vas a sufrir - decía otra

- Sabrás lo que es un corazón roto -

- No todo sexo es felicidad, James

- Te vas a enamorar

- Lastimaste a todas, James

- Eso no es cierto - contraataqué enojado - Yo nunca les prometí o les ofrecí algo

Los murmullos empezaron a sonar cada vez más fuerte. Me tape los oídos pero aún podía escucharlos.

- ¡Basta! - grité sentándome en la cama, estaba totalmente sudado. Solo había sido un sueño, respire varias veces y vi mi despertador.
2 PM, habia dormido suficiente.
¿Qué clase de sueño había sido ese?
¡Dios! Me levanté y fui al baño, me eché agua en la cara intentando despertarme por completo.

Tenía tanto que hacer en día de hoy. Alistar mis maletas. Lo mejor de todo es que ya me habían conseguido un departamento, era una preocupación menos.

Entre a la ducha, el agua bajaba por todo mi cuerpo al igual que el estrés.

Viviría en un nuevo lugar. Londres. El sueño que siempre quise se había materializado. Lo que había deseado desde joven, debería estar completo.

Tal vez, solo tal vez tenía razón, no me estaba haciendo más joven. Pero no quiero estar atado a una mujer. No creó que sería feliz. No necesitó de nadie.

Cerré el grifo y tome una toalla y la envolví en mi torso. Estaba por buscar mi ropa pero una luz roja parpadeante me distrajo anunciando que tenía un nuevo mensaje. Oprime el pequeño botón.

- Me comunicó desde Chicago Aeroline, para avisarle que hubo un cambio inesperado, debido al tiempo pronosticado, su vuelo Chicago-Londres será cambiado y saldrá a las 3 PM - reafirme la hora, y daba las 2:20 PM

- ¡Joder! - maldeci y colgué el teléfono. Solo tenía una hora para alistar mis maletas. Debí a verme levantando mas temprano.

***

Corrí lo más rápido que pude. Mi chaqueta la llevaba en mi brazo y 2 maletas en las manos. Las personas me miraban raro. Pero solo me quedaban 5 minutos para llegar.

- Ultima llamada para el vuelo Chicago, Londres. Repito, última llamada para el Vuelo Chicago-Londres. Numero 247. Pasajeros abordar la puerta número 7. Puerta numero 7 - corrí mas rápido de lo que Jamad había hecho.

Me paré dificultosamente en la puerte.
Le entregué mi boleto al hombre que estaba justo de cerrar la puerta.

- Justo a tiempo - dijo y me dejo pasar.

Asiento 27, primera clase. Había llegado. Al estar sudado hacia que mi cabello se pegara a mi frente. Me senté cansado en el asiento. Intente tranquilizar mi respiración.

Un señor de tercera edad se sentó a mi lado, llevaba un traje negro. Se veía notoriamente más elegante que todo los demás.

- Buenas Tardes - saludó amablemente con una sonrisa.

- Buenas tardes - le contesté y dejé que mi cabeza cayera hacia atrás en el asiento.

Una sobrecargo se acercó. Tenía un botón desabrochado, mostrando el valle de sus pechos.

- Buen día, mi nombre es Marianne, y seré su sobrecargo este día - nos dijo a los dos pero no dejaba de mirarme y morderse el labio cuando podía - ¿desean algo? - dijo y sabia que estaba insinuando. Se me estaba insinuando.

Pelinegro, tez blanca, grandes ojos color miel, y con un cuerpo delgado, con pocos pechos y poco trasero. Un ocho era su calificación.

- No, gracias - hablo el señor de mi lado. Yo igual negué en mi respuesta.

- Llamenme cuando me necesiten - dijo meneando sus caderas. Si olvidar que me había guiñado el ojo antes de irse.

El señor se volteó a verme con una sonrisa... Ni siquiera sabia que significaba su sonrisa... Hasta que el habló...

JEFE [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora