Prólogo

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Inhalo suavemente, el olor a salitre del mar me envuelve mientras observo el sol desapareciendo en el horizonte.

Alguien toma mi mano y al girar mi rostro él está aquí, a mi lado.

El día en que lo conocí supe que todas las excusas para no enamorarme habían terminado.

Y ahora él también se enamoró de mí.

–A veces siento que esto no es real –susurro.

Me mira con sus hermosas cejas fruncidas y un brillo en sus ojos que antes no estaba, uno que solo aparece cuando me observa.

A veces desearía poder ser todo lo que ve.

–Somos reales.

Hay una opresión en mi pecho que lo niega.

Sus ojos cafés se desvían y comienzan a admirar el paisaje. Y yo solo lo veo a él.

–Puede que hayamos empezado como amigos –murmura con una sonrisa en su voz–, pero me enamoré de ti.

Siento un puñal clavado en mi pecho. El órgano latente sangra. Parte de mi vida se desliza hasta el océano frente a nosotros. Mis párpados caen y dejo que sus palabras fluyan junto a mi sangre.

Deseo..., que algún día esa confesión sea real.

–¿Puedes prometerme que me amarás para siempre?

Nuestras miradas se encuentran y casi siento la conexión, la unión, cielo y océano brillando sobre bosques y sol.

–Somos para siempre.

Sonrío.

Sonríe.

Y luego dejo un suave beso sobre sus labios.

Quiero la promesa. Quiero las palabras. Quiero su amor. Pero sobre todo, quiero que sea permanente. Que sea real.

Me acerco un poco cuando su imagen comienza a difuminarse y el paisaje frente a nosotros también.

Antes de que desaparezca por completo, pongo mi rostro sobre su pecho, allí donde su corazón late. Y vuelvo a sentirme en casa.

Volvemos a ser luciérnagas iluminando el cielo nocturno. Volvemos a ser cielos azules y tardes en el lago. Volvemos a ser sinfonías y acordes, letras y poesía, amor y compañía. Lo somos todo.

Creí que la distancia haría que el amor desapareciera. Pero hay recuerdos que pesan demasiado y es imposible deshacerse de ellos.

Estoy lejos de casa, de quienes amo.

Todo quedó atrás.

Él quedó atrás.

Y se suponía que sería así para siempre.

No hay ninguna duda de que amo a Arthur Halle, el chico roto del sur de California que siempre buscaba mi aprobación.

Lo amo por el hombre en que se convirtió.

Pero amar a alguien no significa que te amarán de vuelta. El amor no impidió que mi padre nos abandonara. El amor no impidió que mamá dejara de brillar. El amor no hará que el mundo recupere su magia.

Me he roto tantas veces para repararlo a él, que llegue a pensar, que, quizá, ya no quedaba nada de mí.

La idea de perderlo, esta vez para siempre, solo trae dolor a mí ya inexistente corazón.

Pero esa es la historia de mi vida.

Soy lo suficientemente amable para estar rodeado de amigos. Soy lo suficientemente talentoso como para tener a un país de rodillas. Soy lo suficientemente atractivo para ser utilizado por cuerpos calientes que luego dejan mi cama fría. Pero nunca, nunca, he sido suficiente para que alguien me ame.

Para que se quede a mi lado y luche por mí.

Lo di todo por Arthur.

Mi mejor amigo. Mi alma gemela. Mi único amor.

En otra vida, podríamos haber sido algo más que una fragilidad ruidosa. Algo brillante como las estrellas que parpadean en el cielo nocturno.

Quizá, en otra vida, yo no habría sido un cobarde y él no se habría enamorado de una mujer.

Tal vez podríamos haber tenido nuestro felices para siempre.

Pero eso es en otra vida.

No en esta.

Reescribiría la historia de mi vida...

Me retractaría de todo lo que he hecho y que me ha traído hasta aquí si eso significa que volvería a estar con él.

Un beso por tus pensamientos -FINALIZADA- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora