Capítulo 6

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Saber que nunca desaparecerás de mi vida

–Así que..., ¿Cómo está todo? –pregunta Arthur.

Asiento con cautela, apenas interesado en su voz.

Toda mi familia se retiró para darnos espacio, <<Necesitan hablar chicos, ha pasado un tiempo...>>.

Urgh.

A veces odio que sean tan geniales.

–Todo está..., uhm, bien, supongo.

Él sonríe antes de contarme lo que ha hecho todos estos años.

Como sus padres solucionaron sus problemas y ahora están disfrutando de unas merecidas vacaciones en las Maldivas. Habla sobre que se graduó de derecho, pero que ahora ejerce como maestro en el único instituto de la ciudad. Su vida ha sido tan genial como esperaba. O aburrida dependiendo de cómo lo veas.

Eso es lo que nos separa a él y a mí.

Arthur ama Everlake.

Yo, en cambio, soñaba cada noche en hacer una vida lejos de aquí. Conocer el mundo y ser alguien importante. Dejar huellas en la vida de otras personas. Y cuando me imaginaba haciendo todo eso, él siempre estaba a mi lado, alabando mis logros y sonriendo.

Que idiota había sido ese chico.

–¿Podríamos quedar mañana para tomar un café o algo? Necesitamos ponernos al día sobre muchas cosas.

–Por supuesto –susurro, la respuesta es rápida y él luce sorprendido por ello mientras yo gimo internamente.

Nos quedamos uno frente al otro.

Un incómodo silencio nos envuelve y entonces decido que, tal vez..., sea momento de enmendar uno de mis errores.

–Arthur, yo..., mhm... –carraspeo, mi garganta sintiéndose rasposa–. Lo siento.

Parpadea. Y luego otra vez. Sé que no es así de simple. Dos palabras no cambiarán mi decisión de huir hace seis años y tampoco el terrible resultado. Sé, en lo más profundo de mi alma, que si pudiera retroceder en el tiempo, lo haría. Pero eso es imposible.

Ahora, solo puedo intentar arreglar lo que rompí, acercarme, darle un fuerte abrazo y decirle que me alegro de volver a casa, de volver a él.

Quizá, algún día, pueda volver a mirar esos ojos cafés que siempre me dejan sin palabras y provocan a los dragones enfurecidos en mi estómago. Porque sí, las mariposas no son suficientes para lo que él me hace sentir.

Pero no me permite hacer nada de eso, da un paso hacia atrás y luego otro y otro.

No se necesita distancia física cuando la emocional es más que suficiente.

–¿Cómo pides perdón por algo que no puedes reparar Roan?

Mi mirada que se encontraba en el suelo ahora se eleva y noto..., lo noto a él.

El dolor en su mirada.

La tensión en sus músculos.

¿Y eso es un tatuaje...? Un tatuaje de estrella en su muñeca.

–Yo..., sé que un perdón no es suficiente, por eso estoy aquí, arreglaré las cosas. Lo prometo.

Sonríe entonces, pero no hay nada feliz en el gesto, es más como un resentimiento que no le importa ocultar.

–No eres un reparador de vidas –su voz suena ronca, casi como si estuviese a punto de llorar–. Hay heridas que raras veces dejan de doler y justo ahora la que me dejaste cuando te marchaste está sangrando.

Con esas palabras se da la vuelta y desaparece como si de un hechizo se tratase.

Mi respiración se queda atascada hasta que solo queda su aroma disperso por el aire y una opresión en mi pecho que denota que esto es real.

Me odia.

Lo ha dejado bastante claro, ¿no?

Siempre creí que lo que más daño podía hacernos eran los gestos y acciones de otras personas.

Sin embargo, hace poco aprendí que el juego del ahorcado tiene una enseñanza importante y es que, demuestra como con las palabras equivocadas podemos asesinar a alguien.

Pero..., ¿Cómo lo llamarías si la única persona que puede salvarte es la que casi te mata?

Puedo con esto.

Necesito poder.

Enfrentarme a él es el último sacrificio que debo hacer.

Quizá, lo deje atrás y pueda seguir con mi vida.

Encontrar a alguien que me ame y a quien amar, poder adoptar algunos gatitos y luego conseguir la casa con la valla blanca.

Pero sé que Arthur nunca desaparecerá de mi vida. Y ese es un gran inconveniente para mis planes.

Mañana hablaremos de nuestras vidas, mi carrera actoral y su aburrida estancia en esta ciudad perdida.

Temas seguros.

Jamás le contaré el hecho de que fue el primer y único chico que he querido y que me ayudó a descubrir una parte de mí que desconocía.

No recuerdo cuando me enamoré de Arthur, ¿sabes? No sé si un día desperté y la revelación me golpeó o si, simplemente, todos esos sentimientos siempre estuvieron ahí, escondidos. Pero sé que en algún punto dejé de verlo como mi mejor amigo, ya no era ese escuálido y tímido niño que llegó a mi ciudad años atrás.

A medida que crecía, mis sentimientos también lo hicieron. Pasé de anhelar su contacto o una mirada a querer apoderarme de sus sonrisas. Quería poseerlo y que me poseyera. Necesitaba ser el centro de su mundo.

Y con los años solo empeoró.

Comencé a guardar sus gestos y sus palabras. Cada pequeño detalle. Y eso estaba bien, seguía siendo su persona favorita y él seguía formando parte de mi vida.

Pero ese es el problema de los cuentos de hadas, que en la vida real no existen y que es necesario tener mucha suerte o un corazón muy grande para obtener tú felices para siempre.

¿El problema?

Él encontró a la persona con la que vivir su propia historia de amor épica y desgarradora.

Y yo...

Bueno, tomé la decisión correcta. Porque si realmente amas a alguien deseas que sea feliz, aunque su felicidad no te incluya a ti.

–¿Roan?

Rhett me llama en un débil susurro, como si temiera que me rompa con un simple sonido.

–¿Estás bien? –pregunta con cautela.

–No y siento que estoy a punto de caer.

Esta vez se acerca y sin sutilezas me envuelve entre sus brazos.

Algunas lágrimas escapan de mis ojos y resisto el impulso de detenerlas, tal vez..., ellas puedan llevarse también mi dolor.

Un beso por tus pensamientos -FINALIZADA- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora