Capítulo 39

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Azul. Azul. Azul.

Verano de 2014

Aquel verano, y algunos meses después, fueron de color azul, etéreo y único. Como una mezcla de cielo y océano.

Dos chicos acababan de descubrir el amor.

El primer amor.

Los cosquilleos en el estómago.

Las sonrisas robadas.

Las miradas cómplices.

Una emoción que tenía nombre: Roan y Arthur.

Pero, a pesar de que hubo días color rosa, felices y tranquilos, como una película familiar navideña hubo otros...

La gran mayoría que eran tristes.

Porque en ocasiones sientes...., sientes...., sientes...

Como la relación cada vez mas íntima entre Audra y Arthur.

Y eso provocaba peleas.

—¿No ves la forma en que te mira? —preguntaba Roan.

—¿A que te refieres? —decía él, tan imposiblemente despistado como siempre.

—Le gustas. A veces..., parece que ambos se gustan.

Arthur solo lo miraba durante segundos que parecían horas, con algo parecido a la decepción brillando en su rostro.

—Está bien —sonreía intentando calmarlo—. ¿Eso cambiaría algo entre nosotros? ¿Qué ella sienta algo por mí?

Entonces el silencio lo consumía todo.

Un silencio que decía tanto.

Sí.

Cambiaba algo.

Lo cambiaba todo.

Porque..., Audra era..., poseía una belleza inmarcesible, etérea, inefable.

A veces Roan desearía buscar más palabras en el diccionario para describirla, porque esas no parecían definir que tan hermosa se veía.

Como un ángel o un hada.

En ocasiones, hablaban sobre otras cosas.

Planes de futuro.

—¿Dónde te gustaría vivir? —preguntaba Arthur.

—En cualquier lugar —respondía Roan—. No creo que pueda permanecer durante mucho tiempo. El mundo es demasiado vasto y nuestra existencia demasiado corta para estancarnos en el mismo sitio por el resto de nuestra vida.

Entonces ambos observaban el cielo, tan infinito y hermoso, con cientos de titilantes estrellas devolviéndoles la mirada.

Roan pensaba mucho mientras estaban tumbados de cara a ellas.

En ocasiones, cuando entrecerraba sus ojos, notaba otros puntos apenas perceptibles, estrellas más lejanas, apenas visibles ante el ojo humano.

Amaba esa sensación.

No la de ser una simple partícula en un infinito universo.

No.

Era esa sensación, la de saber que formaba parte de el, a pesar de ser tan pequeño, como esas estrellas que debía forzarse para poder ver.

Otros días, cuando un manto de oscuridad se cernía sobre ellos, solo escuchaban música.

En esos momentos decidieron componer la banda sonora de sus vidas.

Que inició con I Don't Want To Miss A Thing de Aerosmith.

Y terminaba con Yellow de Coldplay.

Una noche en especial, ambos se quedaron dormidos junto a la chimenea de la casa de Arthur, cuando sus padres se habían marchado de casa por un viaje de negocios.

Eran muy comunes en aquella época.

El chico fue acogido bajo la falda de Joan Sheldon luego de que esas escapadas comenzaran.

Y nunca se había sentido más feliz.

Pero habían escapado porque querían estar solos.

Lejos de todo y de todos.

Menos de ellos mismos.

Cuando tomó a Roan en sus manos, el chico gruñó porque odiaba que lo despertaran.

—Te estoy llevando a la cama —susurró Arthur y escuchó a su amigo ronronear como un gatito y derretirse contra él.

Cuando ambos se encontraban bajo las suaves mantas, pensaron en que no había mejor manera de terminar el día.

De hecho, que no había mejor manera de terminar cada día del resto de sus vidas.

Pero...

Muy pronto comenzaron los problemas.

El inicio del fin.

Porque Arthur quería estar con Roan pero, al mismo tiempo, tenía miedo de las consecuencias.

Porque Arthur quería besar a Roan pero, también reconocía, que no podía enfrentarse a los susurros que ese acto provocaría.

Porque Arthur quería amarlo a gritos pero, al instante, pensaba en que no había un futuro para ellos.

Porque sin importar que hicieran, que decisión tomaran, que camino eligieran.

Había una sola salida del laberinto.

Y no podían atravesarla juntos.

Un beso por tus pensamientos -FINALIZADA- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora