Capítulo 19

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Que te enamores de mí

Hay lugares mágicos donde la vida deja de doler.

Un sueño. Una canción. El atardecer.

Cuando duermes puedes ser quien tú desees.

Es como si atravesaras las puertas de un mundo mágico, dejas de ser una persona con problemas y te conviertes en el protagonista de una historia, menos real y sin embargo, más fácil de soportar.

Y entonces notas porque tantos escritores dicen que la ficción suele superar a la realidad.

Por eso lo niños aman los cuentos y las historias, les muestran dragones y villanos, ven la destrucción que provocan y entonces les dicen que pueden ser vencidos.

Ofrecen esperanza a alguien que lo ha perdido todo.

Y ves como un reino caído se erige más imponente que antes.

Se vuelve indestructible.

Entonces despiertas, en mi caso, con el rugido feroz del océano y un aroma a vainilla apoderándose de mi olfato.

Me siento tranquilo.

Ese dolor cegador que normalmente me obliga a permanecer en la cama durante horas no aparece. En cambio siento una especie de libertad que me obliga a dejar escapar una fuerte carcajada.

Río como si estuviese loco, hasta que el sonido se convierte en algo roto, casi doloroso.

Tomo una respiración profunda tras otra y me enfrento a mis miedos, temiendo quedarme paralizado.

Pero la esperanza es más fuerte.

Las ansias de recuperar mi vida.

Los pensamientos de lo que planeo hacer.

Me obligan a levantarme y comenzar el día con una enorme sonrisa.

☆☆☆

Han pasado horas donde he olvidado todos mis problemas.

Roma me pidió que la acompañara a un pequeño viaje que surgió a última hora.

La ciudad más cercana a nuestro pequeño rincón del mundo está a una hora en coche.

El viaje de ida fue silencioso.

Un aspecto que compartimos ambos.

Rhett abraza las palabras y siempre intenta llenar los espacios en blanco.

Mi hermana y yo somos amantes de la ausencia de sonido.

Excepto si se trata de música.

Sabía que eso no duraría tanto tiempo.

Pero era mejor creer que la perspicaz Roma no se daría cuenta de todo el caos que nubla mi mente.

Mi mirada no se despegó en ningún momento de mis manos entrelazadas sobre mi regazo mientras el vehículo atravesaba carreteras rodeadas de naturaleza y calles sin asfaltar.

El sol comienza a dormir mientras regresamos a Everlake.

Dorado y azul adueñándose del paisaje a medida que los minutos se deslizan en el tiempo.

Noto un movimiento a mi lado y dejo caer mi vista.

La mano de Roma está en movimiento.

Dando golpecitos contra su muslo. Es la señal de que esta a punto de hablar.

Mis párpados caen y dejo escapar un pesado suspiro.

Ella me sonríe y envuelve sus manos en las mías ofreciéndome un suave apretón.

Un beso por tus pensamientos -FINALIZADA- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora