Capítulo 14

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Volver a intentarlo

Cuando despierto mi cabeza comienza a zumbar con un tipo de autoconsciencia que no había sentido en años.

Hay un aroma característico a mi lado.

Huele a él.

Arthur.

Me arrastro fuera de la cama y me dirijo al baño.

Una mirada frente al espejo y noto un brillo extraño en mis ojos, uno que desapareció con el paso de los años y que pensé nunca volvería a ver.

Acudo al llamado de la naturaleza descargando mi vejiga y lavando mi rostro antes de dirigirme al piso de abajo.

La casa está sumida en un silencio extraño. Reconfortable, pero cargado de tensión. Se respira una energía extraña en el aire. Poderosa.

Es entonces cuando lo siento, pasos en la cocina. Al acercarme noto a Arthur de pie junto a la encimera, con los mismos pantalones de mezclilla y camisa afelpada que traía ayer.

¿Cómo puede alguien verse tan bien solo estando de pie?

Su rostro es perfecto. Su cuerpo es perfecto. Todo él es perfecto.

Me ve antes de que pueda hablar, mi mirada deslizándose por su cuerpo y deteniéndose en la curva de su trasero, eso también es perfecto.

Me sonríe como si hubiese extrañado el peso de mis ojos sobre cada parte de él.

—Oh no, se supone que despertarías más tarde —murmura indignado—. Estaba preparándote el desayuno.

—Intentando incendiar la cocina de mi madre, querrás decir.

Una carcajada escapa de él y me da esa mirada de "me conoces demasiado bien."

Si pudiera embotellar un sonido, ese sería, sin dudas, el de su risa. Es..., inefable.

Negando con la cabeza, alejo los pensamientos que no deben siquiera pasar por mi mente.

Entonces, un movimiento capta mi atención.

Arthur señala una cacerola con su mano, luego se acerca a ella y me la tiende como si de una ofrenda se tratase. Al observar lo que hay dentro mi mandíbula se desencaja.

—¿Hotcakes? —cuestiono, dubitativo.

—Algo así, la masa se dispersó cuando comencé a mezclar los ingredientes y quedó..., pues..., eso...

Si eso significa una mezcla entre pasta para endodoncia y material de construcción, entonces, sí, entiendo de lo que habla.

Estoy a punto de comenzar a reír cuando noto su expresión. Es tan tierno ver tantos gestos nerviosos en su rostro y el puchero que resalta su labio inferior.

—Gracias —susurro finalmente, deciendo acabar con su miseria.

Él sonríe y luego se sienta en una de las pequeñas bancas que adornan la isla mientras yo preparo nuevamente la masa y las cocino.

Diez minutos después, ambos estamos surtidos con hotcakes, mucha crema batida, nutella y algunas fresas.

Nos sentamos en silencio mientras cada uno se envuelve en su propio mundo.

Esta es una de las cosas que más ha cambiado.

Antes, los silencios eran cómodos y podías perderte en ellos, ahora..., es como si ellos gritaran que las cosas han cambiado y no no volverán a ser iguales.

—¿Cuál es el plan hoy? —pregunta mientras observa algo en su teléfono.

—No lo sé, tu eres el pueblerino, deberías mostrarme las cosas que han cambiado.

Un beso por tus pensamientos -FINALIZADA- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora