Capítulo 48

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Aprender a vivir sin ti

Verano de 2014

Hay momentos que cambian la vida. Decisiones por las que medimos el resto de nuestra existencia. Para Roan, ese momento fue cuando decidió marcharse de Everlake.

Las maletas estaban preparadas y su padre, quien había ido a su antiguo hogar a despedirse, las estaba colocando en el maletero junto a Rhett.

La madre de los chicos sollozaba incontrolablemente y su hermana pequeña estaba pegada a su cuerpo como un mono araña intentando trepar sobre él y no dejarlo ir.

La familia Sheldon apoyó a su hijo cuando confesó que quería ser actor. Apoyó a Rhett cuando se ofreció a acompañar a su hermano y ser agente.

Porque eso hace la familia.

Estar ahí. Siempre. Sin importar lo que suceda.

Cuando las despedidas iniciaron el cielo se tiñó de gris. Gotas tentativas comenzaron a caer, como lágrimas, de quien llora a alguien que nunca volverá a ver.

Cuando Arthur se acercó, lágrimas se derramaban de sus ojos y sus mejillas estaban sonrojadas.

Con pasos tentativos ambos chicos se alejaron del lugar donde la familia descansaba y caminaron hasta la orilla del mar.

Una emoción desconocida revoloteando en el aire, espesa y condenatoria.

—Hola —susurró el castaño cuando sus pies se tocaron.

—Hola —respondió Roan con voz ronca.

Nunca supieron quien fue el primero en abrazar al otro.

Pero cuando sintieron el contacto cálido y conocido de piel con piel no pudo importarles menos.

Permanecieron durante unos minutos envueltos en el cuerpo del otro y cuando se alejaron, sus rostros quedaron a escasos centímetros de distancia.

Arthur diría que fue debido a la frustración del momento, que la razón por la que besó a su mejor amigo fue solo porque sabía que no volvería. Pero nunca se engañó, lo hizo porque quería que Roan lo recordara.

Solo podía pensar en que, lo que Roan sentía por él, jamas podría acercarse a lo que él sentía por Roan.

Porque… Roan lo era todo.

Los largos veranos a orillas del mar.

La compañía y la protección.

La persona más leal y dulce.

Segundas oportunidades.

Esperanza.

Pero, sobre todo, amor.

Cuando sus labios se despegaron, Arthur solo pudo pensar que desearía poder marcharse junto a Roan.

Pero todavía no podía hacerlo.

Entonces recordó todo lo que tenía que decirle a su mejor amigo.

—Escríbeme cuando llegues al aeropuerto y cuando vaya a salir el avión y también cuando llegues a Los Ángeles —Arthur contaba con sus dedos mientras continuaba con sus peticiones—. Y necesito que…

—Shhh —susurró Roan, abrazándolo nuevamente—. Solo estaré a unas horas de casa, no tienes por qué volverte loco.

No mentía y, sin embargo, su pecho se oprimió a sabiendas de una verdad que decidía ocultar conscientemente.

Cuando volvieron al auto hubo otra ronda de abrazos y pocos minutos después se movían por la carretera.

—¿Rhett?

—No necesitas hacerlo de esta forma pequeño.

Pero sin importar que sucediera, Rhett estaría ahí, en cada paso del camino.

Por eso abrazó a su hermano y le dijo cuanto lo amaba. Porque sabía que en ese momento lo necesitaba.

—Lo haremos bien —habló Rhett, besando el cabello de Roan—. Lo prometo. Yo estoy aquí. Y nunca me iré.

Y cumplió su promesa.

Se mantuvieron fieles al otro hasta el día en que volvieron a Everlake, seis años después.

Mientras atravesaban ciudades Roan comenzó a pensar en lo difíciles que habían sido para él esos últimos años.

Creyó que lo que Arthur y él tenían era…, irrompible, inquebrantable.

Pero la presencia de alguien más desestabilizó los pilares que cuidadosamente habían construido.

Sentía algo extraño y pesado dentro de su pecho. Una emoción desconocida y tenebrosa.

En ocasiones, llegó a pensar que estaba observando una película sobre su vida, aceptando las decisiones que tomen otros sobre ella, en lugar de estar viviéndola realmente.

Pero nunca hizo nada por cambiarlo.

Hasta ese momento.

Recordó algo que le contó a su abuela la noche antes de decidir marcharse, "Él es lo único que quiero, lo que siempre he deseado, y sin embargo, también es lo único que no puedo tener."

Y no se arrepentía de poder confesar esa verdad en voz alta a alguien más que sí mismo. Porque es hermoso tener esa conexión con alguien. Poder confesarle todo aquello que no te atreves a hablar ni contigo mismo.

Pero en ocasiones es soltar la soga que te mantiene unido a una persona. Verla desaparecer de tus brazos y lanzarte al vacío. Y luego… luego ver que no te dejar ir.

Pero Arthur lo hizo.

Lo olvidó.

Y dolió.

Y lloró.

Y nunca más volvió a ser el mismo.

Arthur necesitaba estar aunque Roan se rompiera cada vez que lo pensaba.

Necesitaba estar aunque se hubiese ido.

Necesitaba estar aunque nunca, jamás, volviera.

Un beso por tus pensamientos -FINALIZADA- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora