Capítulo 30

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Besos con sabor a ira

Navidad de 2013

Hay un momento en la vida donde todo cambia.

Es ese momento donde observas la misma mirada que has visto una y otra vez.

Solo que en esa oportunidad vez algo distinto ocultándose a plena vista.

Como si la barrera que lo mantuviera oculto hubiese caído.

Pareciera que miras a través del objetivo de una cámara, regulas la intensidad de la luz, cambias el enfoque y luego presionas el obturador y entonces sale algo que estaba fuera de cuadro.

La navidad de ese año fue el momento en que todo cambió.

Solo que…, no de la manera deseada.

La feria que cada año visitaba la ciudad no faltó.

Había atracciones, mucha comida y también actuaciones con payasos y tramoyistas.

Arthur y Roan cumplieron con su tradición, antes de que finalizara la noche subirían a la noria y verían la ciudad desde las alturas.

Se empujaron entre ellos hasta que ambos cayeron sobre los asientos incómodos haciendo un ruido extraño.

Las sonrisas que los acompañaban bien podrían iluminar todo el parque.

Eran los únicos que ocupaban el aparato hasta que minutos después solo dos parejas de chicos mayores subieron tras ellos.

Cada pocos segundos se detenían, suspendidos en el aire y cuando miraban hacia abajo, al océano, también a las luces titilantes en la distancia y las personas que deambulaban por el lugar, una emoción desconocida se instaló dentro de ambos.

Brisas frescas con aroma a vainilla y comida de mercadillo soplaba en todas direcciones, despeinando sus cabellos y haciendo resoplar el castaño que no podía controlar sus rizos.

Cuando llegaron a la cima, Roan se sobresaltó, su rostro observando a la derecha.

Pero Arthur no lo observaba a él, sino un punto en la distancia que se sumía en la oscuridad de la noche.

Pero sus dedos buscaban la comodidad de los suyos.

Tragando sus sentimientos encontrados, preguntándose internamente a qué se debía la demostración de afecto o ¿…temor?, se decidió que tal vez debía apartar la mano.

Se supone que los hombres no se tocan de esa forma.

O al menos eso es lo que decían las personas en el pueblo.

Un lugar alejado del resto del mundo e insignificante no tenía, en ese entonces, la cultura necesaria para comprender que, el amor, siempre y cuando no haga daño, es correcto de cualquier forma en que se exprese.

Contrario a sus deseos y aferrándose a los latidos de su enfurecido corazón, Roan entrelazó sus dedos en un movimiento fluido.

Arrancando la proverbial tirita.

En su mente anarquista mandó a la mierda "lo que se supone que debe hacer" y lo "socialmente correcto."

Porque… ¿Quién dice que es correcto?

¿La sociedad?

¿Su hipócrita moral francamente decadente?

Sí, no haría caso a ninguna de ellas.

Entonces, durante una especie de momento de película, sus miradas conectan.

Las mejillas de Arthur estaban sonrojadas y una expresión culpable parpadeaba en su rostro.

Un beso por tus pensamientos -FINALIZADA- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora