Capítulo 13

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Matar dragones por ti

Febrero de 2010

Hay momentos que pueden cambiarlo todo. Manchar los recuerdos del pasado. Deformar el presente en que vives. Difuminar el futuro que esperas.

Sucedieron muchas cosas mientras los meses se sucedían unos a otros.

Pero ese año, el de las doce primaveras de Roan, fue el que marcó el resto de su vida.

Un año que recibió con las letras de Taylor Swift.

Un año que solo fue recordado como una canción, que lo definiría todo...

Y es, con unas letras, que comenzó el primer día del resto de su vida.

Walls of insincerity, shifting eyes and vacancy

Roan caminaba por los pasillos del colegio cuando escuchó algo que desestabilizó su mundo. Alguien había golpeado a Arthur. Furia nubló su mente y una sensación oscura y tenebrosa se asentó en su pecho. Una premonición. Algo, muy malo, terrible, estaba a punto de suceder.

El espacio que separaba el salón de clases del despacho del director se acortó.

Y esos pensamientos nebulosos y fríos no desaparecían, enviando ondas de electricidad a través de su cuerpo.

Estaba consciente de que no se trataba solo del daño físico que había sufrido su amigo. Era acerca de algo que podría cambiar su vida. Y la perspectiva del futuro que tan meticulosamente había planeado.

Observó el enorme letrero de madera con letras doradas que profesaba: Dir. Mackenzie y con una rapidez, físicamente imposible, atravesó la misma.

—¿Arthur? —llamó, al no observar a su amigo por ninguna parte.

Fue entonces cuando lo notó.

Vanished when I saw your face.

Su figura apenas visible debido a una chica de cabello color lava.

Ambas miradas se dirigieron a Roan después de escuchar su voz titubeante. Ella burbujeaba energía y ferocidad. Algo revitalizador emanando en ondas expansivas de su cuerpo. No la conocía y, sin embargo, la odió. Odió ver algo que él nunca podría ser. Una fuente de luz.

—Hola, soy Audra —se presentó ella cuando llegó a su lado, una mano firme extendida hacia él.

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La ignoró.

Sus ojos estaban fijos en el chico de ojos cafés que se encontraban curiosamente brillantes. Lo que le extrañó de la situación es que no era de dolor. Había algo... ¿feliz? En su mirada.

—¿Cómo te sientes?

Su pregunta fue lanzada mientras se acomodó a su lado en una incómoda silla.

El rostro de Arthur era una mezcla entre tonos morados y verdes.

—Bien.

Mentira.

—Ahora, ¿La verdad es...?

Arthur dejó escapar un suspiro exasperado y le contó que le dolía mucho, demasiado, sentía como si alguien hubiese dejado caer un camión sobre su rostro.

Fue entonces cuando tomó las manos de su amigo y las envolvió, sabía que le hacía daño con la fuerza de su agarre, pero necesitaba aferrarse a algo. Algo que no lo llevara a ser expulsado.

Un beso por tus pensamientos -FINALIZADA- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora