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—¿Lista? —preguntó Hyungsik.

Lo miré y asentí.

—Lista —le respondí.

Terminé de ponerme el equipo de buceo y respiré profundo antes de lanzarme hacia atrás. Cuando abrí los ojos quedé muy sorprendida. Era la primera vez que buceaba y el fondo del mar me pareció algo maravilloso. Busqué a Hyungsik con la mirada y apreté su mano un momento. Era una lástima no poder decirle que nos quedáramos una semana más. Pero ya habían sido tres semanas y él tenía que regresar a cerrar su campaña. Faltaba demasiado poco para las elecciones. No quería pensar en esas cosas ni en las pocas ganas que tenía de regresar a casa. Me concentré en mirar los peces de colores que nadaban a mi alrededor o en los corales que había en el fondo.

Cuando volvimos a salir a la superficie me sentía mas que feliz. En realidad todos esos días habían sido demasiado felices. No esperaba pasarla tan bien en compañía de Hyungsik. La vida me había sorprendido demasiado con él.

—¿Qué te pareció? —me preguntó cuando ambos nos quitamos el equipo de buceo.

Le sonreí.

—No esperaba que fuera así —respondí— ¿lo habías hecho antes?

Asintió.

—Un par de veces hace años —me respondió.

—¿Y te gusta hacerlo?

—Es una de mis actividades favoritas.

—¿Y las otras?

—Practicar esgrima, cantar, nadar, tomar fotos, leer... ¿Qué te gusta hacer a ti?

Me quedé pensando un momento.

—Me gusta dibujar —le respondí— pintar cuadros también, tocar el violin, bailar, jugar voleibol, montar a caballo.

—También me gusta montar a caballo —dijo y sonrió.

Tenía que admitir que me gustaba su sonrisa. Era tan bonita y brillante. Aunque también tenía que admitir que me gustaban muchas otras cosas mas de él.

—Y yo que pensaba que no teníamos nada en común —dije.

—En cambio yo nunca pensé que seríamos muy diferentes.

—¿Por qué pensabas que no?

—Algo me lo decía.

Al menos él no se había equivocado conmigo como yo con él. Si fuera cualquier otra persona me hubiera odiado por como lo traté al principio. Pero él tenía un alma muy pura y un corazón de oro. Él no era como todo el mundo.

Nuestro último día en las Maldivas lo pasamos aprendiendo a surfear. Mejor dicho, él me estaba enseñando y yo estaba aprendiendo.

—Trata de no levantarte tan rápido —me decía.

—Mi equilibrio es pésimo —le decñia yo— otra vez me voy a caer.

—No pienses en que te vas a caer sino que esta vez sí vas a poder hacerlo bien. Intentemoslo otra vez.

Volví a acomodarme sobre la tabla y respiré profundo. Me levanté todo lo despacio que pude y por fin logré no perder el equilibrio. Me mantuve en pie todo lo que pude mientras surfeaba. Cuando regresé a la playa Hyungsik me miraba con una sonrisa y la mirada llena de orgullo. Aplaudió unas cuentas veces y yo sonreí también.

—Te dije que tu podías —dijo.

—Voy a hacerte caso más seguido. Parece que tienes razón.

Me dio un beso en la mejilla y volvió a sonreir.

—Vamos a buscaralgo de cenar —dijo.

Pero en vez de irnos nos quedamos contemplando el atardecer. Hyungsik pasó el brazo por detrás de mi espalda y comenzó a mover la mano de arriba abajo. Cada roce de su mano era como si dejara una estela de fuego sobre mi piel. Lo miré y me di cuenta de que quería besarlo otra vez. Trataba de no hacerlo pero cada vez costaba más y más.

—Quiero besarte —le dije en voz bajita.

—Pues entonces bésame —me respondió y se acercó.

Estaba demasiado cerca. Sus labios casi rozaban los míos. Sus manos estaban en mi cintura y yo le acaricié el cabello. Era tan suave como pensaba. El hechizo que estaba poniéndome se hacía mas fuerte. Ya no podía apartar mis ojos de los suyos, ni de sus labios, ni tampoco podía alejar mi cuerpo del suyo. Me atraía como la gravedad nos atrae hacia la tierra. Así como hace que las cosas caigan él estaba haciendo que yo cayera por él. Por fin lo besé. Me hacía adicta a sus labios conforme pasaban los días. Lo necesitaba como aire para respirar. Sentía que si ya no podía besarlo me ahogaria. El corazón se me quería salir del pecho. No podía creer todo lo que estaba sintiendo. Cuando me alejé de él seguía queriendo besarlo. Como si no fuera suficiente.

—¿Ahora sí vamos a buscar algo de cenar? —preguntó.

—¿Tan mal beso o es que tienes mucha hambre? —pregunté.

Sonrió y puso las manos en mis mejillas.

—Sí tengo hambre pero podríamos besarnos algunas veces más —dijo.

Sonreí y lo besé otra vez. Era como un vicio. Entre más lo besaba más ganas tenía de seguir haciéndolo.

Después de mucho rato de estar besándonos fuimos a buscar algo de comer. Cenamos en la playa con una botella de vino.

—No quiero regresar —le dije mientras miraba la comida que había en mi plato.

—Ni yo —dijo él y probó el vino— ojalá pudieramos quedarnos aquí.

—Solo nos queda esta noche.

—Va a ser difícil retomar nuestra vida normal.

Lo miré a los ojos.

—¿Tienes muchos compromisos esta semana? —pregunté.

—El cierre de campaña. Es una especie de fiesta —respondió.

—Voy pensando en qué me pongo.

—Puedes usar cualquier cosa. Todo se ve bonito puesto en ti.

Sonreí.

—No podemos dar mala imagen —dije— la futura primera dama no puede estar mal vestida.

Me tomó de la mano por encima de la mesa.

—Vas a ser la primera dama más hermosa de la historia —dijo.

Me sonrojé. Mucha gente me había dicho que era bonita y nunca me había sonrojado. Hasta que había sido él.

—¿Tu es que ya las viste a todas como para pensar en que yo soy la más bonita? —pregunté.

Sonrió.

—No hace falta —me respondió— estoy cien por ciento seguro de que eres tú.

Sonreí. Otra vez estaba sintiendo ese aleteo en el pecho. Hyungsik llenó las dos copas y levantó la suya.

—Salud por la futura primera dama —dijo.

—Salud por el futuro presidente —dije.

Después del brindis terminamos de comer y regresamos al hotel. Ya me iba a acostar cuando escuché que llamó a la puerta.

—Perdón por molestarte —dijo— ¿Me haces un favor?

—No te preocupes. ¿Qué es? —dije.

—¿Me pones crema en la espalda?

Asentí y recibí la crema. Se quitó la camisa y vi que se había pasado con el bronceado. Me puse un poco de crema en las yemas de los dedos y comencé a esparcirla por su espalda. Tocarlo me ponía nerviosa pero a la vez quería hacerlo. Su piel era tan suave. En ningún momento me dijo nada. Quizás por ese silencio fue que me puse a pensar en como seria llenar de besos esa piel perfecta. No debía pensar en eso. Menos mal que no leía mentes o pasaría por la vergüenza de que se diera cuenta de lo que estaba pensando. 

Primera dama - PHSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora