Narra Katrina:
7:35 am de la mañana, hora en la que las personas se vuelven locas, incluyéndome.
Corro por el pequeño apartamento con el teléfono en mano. La guardería ha cerrado el día de hoy y me es imposible encontrar una niñera tan temprano.
Le envío un mensaje a la vecina y toma a Katherine en mis brazos, llevándola a la habitación.
- Cariño, mamá tiene que salir a una entrevista de trabajo, ¿Te gustaría ir a jugar con la vecina? – ruego porque diga que sí. Sus ojos se llenan de lágrimas. ¡Oh no!
- Yo me quiero quedar contigo, mami. – hace un puchero. – Por favor.
- ¿Qué voy a hacer contigo, Katherine? – la abrazo. – Solo será una hora y te comparé un helado de chocomenta cuando regrese, ¿Sí? – esta vez levanta el rostro con interés. Bien, he captado su atención. – Y pasaremos el resto de la tarde viendo películas. – su mirada se ilumina, sonrío orgullos, lo he conseguido.
Pone un dedo en su mejilla, fingiendo pensar.
- ¡Está bien! – exclama emocionada. Tomo un precioso vestido rosa y se lo pongo, combinándolo con unos zapatos a juego y unos pequeños broches para el cabello.
Tocan a la puerta.
Le dejo mi dirección por si ocurre un accidente, me despido de ambas y salgo del apartamento.
7:50 am. Genial, simplemente genial. Como es de costumbre, ya voy tarde.
Tomo el autobús y ruego por llegar a tiempo.
**
Estoy con el tiempo exacto; entro corriendo al intimidante edificio y oprimo el botón del elevador más veces de las necesarias. Las puertas se abren y entro deprisa.
Las puertas se vuelven a abrir en el último piso y una mujer rubia, bastante atractiva, es quién me recibe.
- ¿Es usted la señorita Davis? – la miro extrañada, asiento. Evalúa mi aspecto y no puedo evitar percibir su mueca mal disimulada.
Observo mi ropa, tacones en punta, pantalón de vestir y blusa de satín negro. Ignoro los malos pensamientos y me concentro en lo que veo.
Espacio amplio, totalmente blanco a excepción por el enorme mostrador de mármol negro y piedra, donde ahora se encuentra la rubia.
- El señor Rossi la recibirá en un momento. – teclea unas cuantas veces y me entrega un pase de visita. – Puede tomar asiento mientras tanto. – me señala una pequeña sala de estar, blanca, como el resto del lugar.
Susurro un "gracias" y me retiro a donde me ha indicado.
Después de lo que parecen unos minutos interminables la rubia vuelve a aparecer.
- El señor Rossi está listo para recibirla, sígame. – la sigo por un largo pasillo. Abre la puerta doble de madera negra, dejándome ver a tres imponentes hombres trajeados de negro. Sonrío para mis adentros, obviamente iban a combinar con el reto del lugar. – La señorita Davis está aquí.
Tres pares de ojos posan los ojos en mí.
<Respira, no hay razón para ponerse nerviosa, no es como si tu futuro dependiera de ello>
- Buenos días. – avanzo unos cuantos pasos y la mujer sale, cerrando la puerta detrás de mí. – Soy...
- Katrina Davis, lo sabemos. – contesta el hombre mayor. Es igual a sus hijos, solo que con ojos marrones y unas cuantas canas en su negro cabello.
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Roma: pasión y balas
Ficção AdolescenteKatrina Davis está hasta el cuello de deudas, sumando a eso una hija que cuidar y una abuela enferma de quien hacerse cargo, ni siquiera la ayuda de su madre es suficiente. Todo cambia cuando conoce a Valentino Rossi, un importante empresario con un...