CAPÍTULO 2

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Narra Katrina:

7:35 am de la mañana, hora en la que las personas se vuelven locas, incluyéndome.

Corro por el pequeño apartamento con el teléfono en mano. La guardería ha cerrado el día de hoy y me es imposible encontrar una niñera tan temprano.

Le envío un mensaje a la vecina y toma a Katherine en mis brazos, llevándola a la habitación.

- Cariño, mamá tiene que salir a una entrevista de trabajo, ¿Te gustaría ir a jugar con la vecina? – ruego porque diga que sí. Sus ojos se llenan de lágrimas. ¡Oh no!

- Yo me quiero quedar contigo, mami. – hace un puchero. – Por favor.

- ¿Qué voy a hacer contigo, Katherine? – la abrazo. – Solo será una hora y te comparé un helado de chocomenta cuando regrese, ¿Sí? – esta vez levanta el rostro con interés. Bien, he captado su atención. – Y pasaremos el resto de la tarde viendo películas. – su mirada se ilumina, sonrío orgullos, lo he conseguido.

Pone un dedo en su mejilla, fingiendo pensar.

- ¡Está bien! – exclama emocionada. Tomo un precioso vestido rosa y se lo pongo, combinándolo con unos zapatos a juego y unos pequeños broches para el cabello.

Tocan a la puerta.

Le dejo mi dirección por si ocurre un accidente, me despido de ambas y salgo del apartamento.

7:50 am. Genial, simplemente genial. Como es de costumbre, ya voy tarde.

Tomo el autobús y ruego por llegar a tiempo.

**

Estoy con el tiempo exacto; entro corriendo al intimidante edificio y oprimo el botón del elevador más veces de las necesarias. Las puertas se abren y entro deprisa.

Las puertas se vuelven a abrir en el último piso y una mujer rubia, bastante atractiva, es quién me recibe.

- ¿Es usted la señorita Davis? – la miro extrañada, asiento. Evalúa mi aspecto y no puedo evitar percibir su mueca mal disimulada.

Observo mi ropa, tacones en punta, pantalón de vestir y blusa de satín negro. Ignoro los malos pensamientos y me concentro en lo que veo.

Espacio amplio, totalmente blanco a excepción por el enorme mostrador de mármol negro y piedra, donde ahora se encuentra la rubia.

- El señor Rossi la recibirá en un momento. – teclea unas cuantas veces y me entrega un pase de visita. – Puede tomar asiento mientras tanto. – me señala una pequeña sala de estar, blanca, como el resto del lugar.

Susurro un "gracias" y me retiro a donde me ha indicado.

Después de lo que parecen unos minutos interminables la rubia vuelve a aparecer.

- El señor Rossi está listo para recibirla, sígame. – la sigo por un largo pasillo. Abre la puerta doble de madera negra, dejándome ver a tres imponentes hombres trajeados de negro. Sonrío para mis adentros, obviamente iban a combinar con el reto del lugar. – La señorita Davis está aquí.

Tres pares de ojos posan los ojos en mí.

<Respira, no hay razón para ponerse nerviosa, no es como si tu futuro dependiera de ello>

- Buenos días. – avanzo unos cuantos pasos y la mujer sale, cerrando la puerta detrás de mí. – Soy...

- Katrina Davis, lo sabemos. – contesta el hombre mayor. Es igual a sus hijos, solo que con ojos marrones y unas cuantas canas en su negro cabello.

Roma: pasión y balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora