CAPÍTULO 20

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Narra Valentino

07:45 am. 25-08

Golpeo el saco de boxeo hasta que me canso. La noticia del noviazgo de David y Katrina no me ha sentado para nada bien.

Una pequeña sombra aparece en mi campo de visión. Sonrío al ver la cabellera rubia frente a mí.

Golpeo mi saco un par de veces más, imaginándome la cara de Blaine.

Vaya, vaya, encontramos el punto débil del gran Rossi.

Un consejo querido Valentino, jamás dejes que una mujer sea tu talón de Aquiles, cavarás su tumba, y la tuya también.

Maldigo a los Cunningham por no dejar que se desangre cuando tuvieron la oportunidad, ahora tengo que lidiar con su mierda de familia.

Otro golpe más.

-Cierre esa boca señorita Davis, se le cae la baba. – comento divertido. – Pensé que no le atraía, pero me mira con tal descaro. – doy un último golpe y empiezo a quitarme los guantes.

Sé que le atraigo, lo supe desde el momento en que la besé, como me correspondió el beso, en cómo se altera su cuerpo cuando está en mi cercanía.

Se mueve nerviosa y pongo más atención en su apariencia. Top deportivo, leggins negros, converse a juego, coleta alta y cara libre de maquillaje.

Jadeo levemente. Es jodidamente hermosa.

-No lo estaba viendo a usted. – responde segura.

La miro burlón.

- ¿A no? – sonrío coqueto. - ¿Entonces qué es lo que mira como si quisiera desnudarlo?

Vuelve a ponerse nerviosa y un gesto de confusión se apodera de su rostro.

-No sabía que tenía tatuajes. – cambia de tema. La miro divertido, pero permito que se relaje y empiezo a contarle de ellos mientras se pone los guantes. Me mira sorprendida. - No creí que te gustara tanto la mitología.

-No tienes idea. – la miro dudoso, me pregunto si ella tendrá. - ¿Tú no tienes?

-Tengo. – asiente. – Pero no te diré qué ni dónde. – termina de ponerse los guantes y empieza a golpear el saco.

-Oh vamos, yo te mostré los míos. – hago un falso puchero.

- ¿A ti que te pasa? – otro golpe. - ¿Te secuestraron los alienígenas a media noche y te convirtieron en alguien agradable y encantador?

Río ante su teoría.

-Yo soy encantador. – aseguro. – Aunque prefiero mi actitud seria e intimidante. – funciona más en ambos negocios, no me he ganado mi lugar por ser encantador.

- Eso ni tú te lo crees.

- Muéstrame tu tatuaje. – pido, casi imploro. La idea de que su tersa y blanca piel esté manchada de tinta me mate de curiosidad.

Sonríe con coqueta malicia.

- Tendría que desnudarme para eso. – sus palabras me secan la boca, imaginármela desnuda no me cuesta nada.

La pura imagen de ella sin ropa me hace sonreír de lado.

Cree que no haré nada, que respetaré que tiene a su estúpido novio, pues está muy equivocada, si quiere jugar, eso le daré.

Me acerco a ella con ferocidad y la tomo por la cintura, pegándola a mí.

- Eso se puede arreglar muy fácil. – susurro en su oído, aprovecho que estoy cerca y muerdo con delicadeza su lóbulo, la escucho jadear y sonrío triunfante.

Roma: pasión y balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora