CAPÍTULO 18

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Siberia

15:15 pm. 23-08

Hay exactamente catorce horas de diferencia entre Seattle y Omsk, Siberia. Lo único bueno de haber venido en agosto es la similitud de clima que hay en ambos países, por lo que armar mi maleta resulto demasiado fácil.

Alexander nos espera a la salida del aeropuerto; vino un día antes para organizar todo.

Los dos hombres se dan un asentimiento de cabeza al verse.

- Señorita Davis. – me saluda, abriéndome la puerta trasera.

- Señor Collins. – le devuelvo el saludo antes de subir al auto.

Valentino sube a mi lado, mientras que su socio y su familia se van en un auto aparte.

-Nos quedaremos unos días aquí. – anuncia una vez que el auto se pone en marcha. – Alek tiene que cuadrar las fechas y ver que todo esté bien en sus minas,

- ¿Cómo? – pregunto confundida? - ¿Las minas no están en Omsk?

Niega con la cabeza.

-Están regadas por todo Siberia. – lo miro escandalizada, ¿Por qué no me lo dijo?, hubiera investigado, preparado mejor mi equipaje. – Tranquila. – dice al ver que respiro con dificultad. – Seguramente estás pensando en el clima. – asiento de manera frenética. No quiero congelarme en Rusia. – La razón por la que decidí venir en agosto es porque el clima es agradable, a lo mucho necesitaras un abrigo.

Respiro de forma más tranquila.

Preparé mi maleta con por lo menos tres abrigos.

- ¿Dónde nos quedaremos?, se supone que soy tu asistente y no me dejaste ver eso, ni siquiera me dejaste planear tu itinerario.

- Nos quedaremos con los Vasiliev, solo iremos a un lugar primero. – asiento, sin hacerle más preguntas.

***

Al cabo de veinte minutos conduciendo llegamos a un gran edificio.

-Limítate a sonreír y no hagas preguntas. – me advierte.

¿Qué no haga preguntas?, eso sola hace que quiera indagar más.

Subimos a la última planta en silencio, el ascensor se abre y yo pongo una sonrisa en mi rostro.

Un hombre trajeado y de por lo menos dos metros nos recibe.

-Señor Rossi, sus abuelos lo esperan en el comedor.

¿Abuelos? ¿No se supone que estaban en Italia?

-Gracias Dimitri. – avanzamos por el pasillo, con Alexander custodiándome, y Dimitri vigilándonos.

-Nonna, nonno. – los dos señores se ponen de pie y aceptan con gusto el abrazo que Valentino les ofrece. – Ella es Katrina, una amiga.

¿Amigos? ¿Valentino y yo?

Me dio empleo, un auto, una casa, nos hemos besado y la lista continúa; yo diría que podríamos ser mejores amigos, si no fuera por su estúpido, posesivo y controlador carácter.

Valentino y yo somos unos gran amienemigos. Lo aprecio, pero lo detesto, y estoy segura que el sentimiento es mutuo.

-Katrina, ellos son Benedetto y Domenica Rossi, mis abuelos.

-Mucho gusto. – extiendo mi mano, esperando el apretón, pero en vez de eso la abuela de Valentino me jala, abrazándome.

-Pero mírate, ¡Eres bellissima! – dice con entusiasmo una vez que nos separamos, tomando mis mejillas entre sus manos.

Roma: pasión y balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora