CAPÍTULO 22

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*Siéntanse con la libertad de comentar a lo largo del cap, me encanta leerles*

Narra Katrina:

Omsk, Rusia. 07:30 am, 03-09

La última semana ha sido un desastre, Valentino me vigila como un halcón durante el día, y por la noche, cuando cree que me he quedado dormida, toma sus cosas y se marcha a seguir torturando a quienes nos quisieron matar.

Día tras día es lo primero que veo al despertar y lo último que veo antes de dormir. Su presencia me persigue incluso en sueños, protegiéndome de las horribles pesadillas.

Lo observo caminar de un lado a otro, dando órdenes al teléfono en un idioma que desconozco, tal vez ruso. Su ceño está levemente fruncido, y su cuerpo, a pesar de estar en movimiento, se nota tenso.

Levanta la vista, tal vez sintiendo mi mirada, y sus ojos profundamente grises atrapan los míos. Su semblante cambia al instante, dejando de hablar una fracción de segundo para sonreírme.

Ese simple gesto hace que mi corazón de un vuelco. Me reprendo a mí misma, piensa en David, piensa en David. Él es quien debería provocar esas reacciones.

<< Es que míralo, es tan guapo >>.

¿Qué si es guapo? David también lo es.

<< Pero no como él >>

Valentino Rossi es terrible y dolorosamente atractivo. Eso sin mencionar lo masculino que es y el aura de misterio que lo rodea, lo cual le da un plus.

Él es como el antihéroe de una película de súper héroes, cautivador y descarado; con una confianza tan increíble en sí mismo que parece tener el ego inflado, y no podría atraerme más.

***

Narra Valentino:

27-08, 00:30 am

Estaciono frente al almacén gigante y bajo del auto.

Doce hombres cuelgan del techo, esperando un destino peor que la muerte.

- Desnúdenlos. – ordeno. Este día vengo con una sed especial de venganza.

Tal vez tenga que ver con el hecho de presenciar las pesadillas de Katrina, saber que ellos tuvieron que ver en eso me hace hervir la sangre.

Busco con la mirada hasta dar con mis socios, quienes se encuentran charlando animadamente en una esquina, mientras preparan sus armas.

- ¿Tan temprano con tus fetiches, Rossi? – dice Russell con burla.

- Cierra el hocico o el siguiente serás tú. – le advierto. Admiro las armas y mi vista se desvía a un látigo de cuero con bolas de acero y fragmentos de huesos en sus puntas.

Ese es el elegido.

Sonrío con perversidad, esto será divertido.

Pido que los estiren, dejándolos totalmente inmóviles.

Mojo el látigo en agua helada y camino alrededor del primer hombre. Verlo vulnerable me reconforta.

Me posiciono a su espalda y doy el primer latigazo, haciendo que grite de dolor. Su espalda queda marcada y abre su piel, doy otro golpe y otro más.

Continuo hasta que su espalda se encuentra bañada en sangre, su piel al rojo vivo y su voz desgarrada pidiendo piedad.

- Piedad y una mierda. – espeto, dándole otro latigazo. Vuelvo a pasar el látigo por agua fría. – No fue muy misericordioso de tu parte llenar de balas la casa de una pobre mujer. – un azote más. Su grito es tan intenso que llega al punto de quiebre, intenta doblar su cuerpo, pero las poleas a las que está atado se lo impiden. – Llévenlo a curación. – ordeno, le daré un momento de paz antes de continuar con la tortura.

Roma: pasión y balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora