CAPÍTULO 24

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* siéntanse con la libertad de comentar a lo largo del cap, me encanta leerles, estoy muy agradecida por el apoyo que le están dando a mi historia, muchas gracias *

Narra Valentino:

Dejo a Alexander a cargo y me marcho del hospital, él se encargará de llevarlas a casa.

Subo a uno de los autos escoltado por guardias y me dirijo a la bodega donde Oleg, el hombre ruso con información y Lena se encuentran.

Hablar con Lena es una pérdida de tiempo, con el único que está dispuesta a hablar es con Alek, y él ahora mismo se encuentra en Moscú.

Oleg es más colaborador, sin embargo no me da lo que necesito, el nombre del norteamericano.

Alexander y Massimo se han encargado de buscar a todo posible enemigo, pero no han dado con nadie, la mayoría de mafiosos en este país están de nuestro lado, por lo que el número de sospechosos se reduce bastante.

Cuando llego a la bodega Massimo ya se encuentra allí.

- ¿Alguna noticia? – pregunto tan solo verlo. Niega con la cabeza.

- Le he enseñado fotos de cada mafioso norteamericano que existe, no reconoce a ninguno.

- Entonces habrá que hacerlo recordar. – sonrío con malicia. Mi hora favorita ha llegado.

Torturar me hace liberar tensiones y con el asunto de Katrina esto me viene perfecto.

Ordeno que lo traigan y espero paciente, preparando mis manos con unas manoplas de acero muy afiladas, un golpe y su carne se abrirá al rojo vivo.

- Tengo unos asuntos pendientes hermanito. – anuncia mi hermano. – Que te diviertas.

Dicho esto, se retira.

Lo observo marcharse, ¿Qué me escondes Massimo? ¿Y por qué presiento que tiene que ver con la rubia que te vuelve loco?

Oleg cae ante mí, haciendo que deje los pensamientos de mi hermano a un lado.

Bien, hora de la diversión.

***

Al cabo de media hora tengo ante mí aun Oleg con la mitad de su torso hecho un desastre. El pobre se ha desmayado del dolor y no me dio ninguna información importante.

Volví a mostrarle las imágenes y nada.

Ordeno que lo lleven a curaciones y me dirijo al cuarto de Lena.

Ella se encuentra encadenada, la cara manchada de suciedad y su cabello casi blanco opaco.

Tomo un balde de agua fría y grita.

- Lo siento. – digo con falso arrepentimiento. – Pensé que un baño te gustaría.

- Eres un imbécil. – susurra con su marcado acento ruso. Me encojo de hombros. - ¿Qué es lo que quieres?

- Información. – jalo una silla y tomo asiento frente a ella. - ¿Estás lista para hablar?

- No te diré nada. – sentencia. – Hablaré solo cuando Alek esté aquí. – la tomo del rostro, apretándolo. En sus ojos centellea el dolor.

- Escúchame bien pequeña puta, empezarás a hablar o te torturaré tan lenta y dolorosamente que tu cuerpo no lo soportará, pero te prometo que para ese punto ya me habrás dicho todo lo que sabes.

Sonríe con suficiencia.

- Me llevaré mis secretos a la tumba. – asegura. – Puedes torturarme todo lo que quieras, no diré nada.

Roma: pasión y balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora