CAPÍTULO 10

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Narra Valentino:

La alarma no para de sonar. La apago a las 5:30 am en punto. Bajo de la cama y me dirijo directo a mi armario.

Tomo mi ropa deportiva y un par de tenis y salgo de mi casa. Necesito correr, que mis pulmones se oxigenen de aire puro.

Tomo el camino a Medina y mis pies toman el control, dirigiéndome a la casa de Katrina. ¿Qué hago aquí?

Me detengo frente a ella, observándola. Hay una única luz prendida, ¿Estará despierta?

Saco mi celular y marco su número.

- Señor Rossi. – contesta con voz cansada. - ¿Se le ofrece algo?

Veo una sombra pasearse de un lado a otro.

- ¿La he despertado?

- Para nada. – bosteza. - ¿Hay algún problema?

- Salga. – pido. – Y no olvide ponerse calzado deportivo. – no le doy tiempo de respingar, cuelgo la llamada y la espero frente a su puerta.

Alrededor de diez minutos por fin sale. Mallas negras, top negro y tenis del mismo color.

Trago en seco. El negro es definitivamente su color; debería ordenar que las mallas deportivas sean uniforme oficial de la empresa. Se ve terriblemente bien en ropa deportiva.

- Mi cara está arriba. – me riñe. Coloca sus manos en la cintura, haciendo que sus pechos se eleven, levanto la mirada de mala gana. - ¿Qué hace aquí?

- Salí a correr y pensé que era buena idea tener compañía. – miento.

- ¿No tiene un hermano gemelo para hacer este tipo de cosas? – empieza a correr. La sigo. – Estoy segura que a Massimo le encantaría pasar tiempo con su hermano.

- Massimo prefiere pasar tiempo con una piedra que conmigo.

- Porque una piedra es más divertida que usted. – la miro ofendido.

Ralentizo mi paso hasta quedar justo detrás de ella y la tomo por las piernas, echándomela en el hombro.

- ¿Cómo se atreve? – golpea mi espalda. – Bájeme ahora mismo.

- Admita que soy divertido y volverá a tocar el piso.

- No. – dice solemne. – Usted es un amargado. – si fuera mía una nalgada es lo menos que hubiera hecho por sus palabras.

Empiezo a dar vueltas.

- Admítalo.

- Valentino, voy a vomitar. – no dejo de dar vueltas. - ¡Esta bien! Usted es tan gracioso, el mejor comediante del mundo. – me detengo, poniéndola de nuevo en pie.

Se dobla, llevando sus manos a las rodillas.

- No aprecio su sarcasmo, pero lo tomo. - me acerco a ella, poniendo una mano en su espalda alta. - ¿Se encuentra bien? – levanta el dedo pulgar hacia mí, indicándome que todo está bien.

Le ofrezco un pañuelo, esperando a que vacíe el contenido de su estómago.

***

Damos la veintava vuelta por el parque cerca de su casa. Dios mío, parece que voy a fallecer en cualquier momento y él se ve impecable, con una ligera capa de sudor en el cuerpo.

¿Cómo es posible?

Me detengo, tomando asiento en la banca más cercana. Valentino se acerca, dando vueltas alrededor.

- ¿Quieres sentarte? – pregunto irritada. – Estás mareándome, harás que vomite de nuevo.

- Pensé que una persona como usted, llena de vida y con la vida por delante, tendría mejor condición que yo, un anciano, como usted suele decirme cuando cree que no la escucho, aunque solo tengo 27 años.

Roma: pasión y balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora