Capítulo cuarenta y seis - Un triste día

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Welcome peachie

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Olivia

Suspire aburrida, ¿cuántos más días tenía que hacer esto? Dmitry parece tomar su puesto y crecer a mi alrededor viéndose como todos hubieran querido que se portará en un inicio. Pero ¿y yo? Me siento sola como para estar cómoda con estas nuevas cosas.

Recargue mi rostro en mi mano, tantas cosas había escuchado en todo el día. Dmitry ni siquiera me acompaño a la celebración de campo, la nieve parecía marchitarse.

Había sido lindo ver cómo las flores florecían, dejando ver su color vivo y brillante. Uno fascinante para la vista de alguien extranjero como yo. Pero qué sentido tenía si estaba sola, tenía miedo ante las grandes personas que me rodeaban.

Lloraba y sufría en silencio al ver que sus primos pasaban momentos con sus acompañantes y envidiaba la relación de Maisie y Darek, hasta sentía dolor al ver como Khair siendo un patán acompañaba a Layla y no la dejaba sola, porque ella aún era una omega.

Mientras yo tenía que pasar mis días junto a la abuela Piralt y los abuelos exlíderes, escuchando como me decía que cosas tengo que hacer como Reina, ya que todos me reconocen como Reina ahora que se ha hecho la presentación.

— ¿Necesitas ayuda? —levante mi mirada—. ¿Todo ha estado bien? —. Negué.

— ¿Hoy dormirás conmigo? —. Pregunto.

Dmitry se sentó en el sillón rosa enfrente de mi escritorio, examinaba todo a su alrededor con su mirada seria y yo solo quería una sonrisa. Me sentía nerviosa teniéndolo aquí después de cuantas semanas sin verlo, ya que su agenda no lo deja.

Perdía su rastro cada vez que intentaba descubrir donde estaba o cada vez que quería hacer algo especial parecía que Dmitry desaparecía. Me rendía. Kurk simplemente me decía que no había tiempo, así que tuve que dejar de intentar seguirlo.

— No puedo ir hoy contigo, saldré en una cena para entablar una amistad con el Reino de demonios y hechiceros de magia negra —. Comento y con dolor bajé mi mirada.

Siempre era lo mismo. Estaba algo harta de eso porque quería mi atención, mi momento para mí.

— ¿Me amas? —no lo mire—. ¿Me quieres? —. Pregunto.

— Conejita, que dices —alce mi mirada mirándolo, tenía mis ojos llorosos por no recibir un sí—. Ven hacia acá —. Palmeo su regazo.

Me puse de pie y caminé hacia sus brazos, quería esconderme en su aroma. Esto parecía un castigo, pero no puedo, tengo miedo en ser sincera. No sabía si le enojaría que estuviera quejándome de cosas que para cualquiera son una tontería, pero que para mi son dolorosas.

Dmitry (Bylsorm I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora