Zuhé y María José subieron por unos veinte peldaños hasta desembocar en una puerta cerrada, Zuhé la abrió y llevó a la chica al exterior que era el tope de la colina. Los pies descalzos de María José se posaron sobre la hierba y le sorprendió sentirla cálida, no era posible, la colina entera expulsaba una temperatura agradable que los aislaba del intolerable frío del páramo. Zuhé le explicó que su colina-hogar no solo conservaba el calor del sol interiormente sino también en el exterior y luego la invitó a recostarse para que disfrutara con mayor tranquilidad de las bondades fantásticas de ese clima artificial.
La chica se dejó caer y contempló el firmamento maravillada; las nubes de lluvia se habían esfumado y el cielo parecía un mar oscuro sin fin, pero con el brillo dorado de las estrellas refulgiendo. Se sumaron los cantos melancólicos de los grillos y ese aroma a salvia que producía la colina, se podía ser feliz en ese lugar... en ese momento.
—¿Cuántos años tienes, Zuhé? —preguntó María José rompiendo el silencio.
—Tengo doce ¿y tú?
—Igual, doce. Para ser un chico ermitaño dominas muy bien el idioma y no te comportas raro, me gustaría saber por qué.
—¿Cómo se supone que debo ser?
—Bueno... no sé —María José no apartaba su mirada de las alturas—, deberías ser como el niño de la selva.
—¿Hablas de Mowgli? Pero si a mí no me criaron animales —rió.
—¿Conoces el libro de la selva? —se volvió a verlo—. ¡Pensé que no sabías nada de nada!
—Claro que lo conozco, lo he leído un millón de veces.
—Ahora entiendo por qué suenas culto, a mí también me gustan los cuentos. ¿Tu mamá te enseñó a leer?
—No, cuando le pedí a mamá que me enseñara a leer los libros que tenía en su cuarto me respondió que no tenía tiempo, le pregunté a la fuente si podía ayudarme y pintó letras sobre el agua, les puso nombres, me dijo cómo sonaban al unirlas en sílabas y así fui aprendiendo.
—¿Por qué tu madre no tenía tiempo? ¿Trabaja muy lejos?
Una brisa suave los acarició.
—A veces regresa en pocos días.
—Eso no responde a mi pregunta. ¿Por qué te deja solo?
—Así que te gustan las historias, María José —su semblante se cubrió de tranquilidad—. ¿Sabes lo que es un Cabrunco?
—No lo sé —a la chica le pareció que intentaba cambiar de nuevo el tema, pero la palabra historia despertó su curiosidad y no quiso interrumpirlo.
Zuhé alzó la espalda y cruzó las piernas, como si necesitara estar sentado para hablar mejor.
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Lagunas y Demonios
FantasyEn los alrededores del parque Sierra Nevada alguien desaparece cada diez años. Los habitantes de la región atribuyen dicho fenómeno a los Cabruncos, encantos de las lagunas capaces de atraerte a ellos y hacerte perder la razón para siempre. Algo así...