María José se despertó exaltada, sintiendo que alguien la había llamado por su nombre. A un lado de una mesita, flotaba oscilante una luz blanca del tamaño de una pelota de golf. A la chica le pareció hermosa, brillaba con un fulgor apacible que de alguna forma la hacía sentir segura y serena. Quería atraparla, no parecía uno de los pequeños copos de luz del huerto, era mucho más grande, sin embargo la chica se preguntó si al tocarla explotaría al igual que los copos.
María José apartó las sábanas y caminó sigilosamente hasta la luz, no quería asustarla con pasos rápidos, sin embargo antes de alcanzarla, la luz se fue volando del cuarto y se quedó esperándola en el pasillo. La chica no pensó en llamar a Zuhé, cada fibra de su ser le pedía, no, le exigía que atrapara esa bola luminosa y no había tiempo para despertar a su amigo. Intentó asirla y la luz volvió a escapar, esta vez la luminosidad se detuvo en la cocina, luego cuando casi la atrapaba, se dirigió a la sala y antes de que María José se diera cuenta, ya estaban afuera de la colina y el frío del páramo la abrazaba como un ángel de hielo.
—Ven, ven —escuchó que le decía la luz, era una voz dulce y pacífica y la chica se sintió tan reconfortada que no pudo resistirse a seguirla y habría ido con ella hasta el fin del mundo si Zuhé no la hubiera tomado del brazo.
—¡Déjame! —Gritó María José al sentir que el chico la llevaba a rastras de regreso a la colina— ¡Déjame ir, quiero ir con la luz!
La bola de luz se lanzó al encuentro con Zuhé, pero pudo amedrentarlo, el chico estaba preparado para enfrentarla y le arrojó un puñado de sal que había cogido de la cocina antes de salir. Al caer la sal sobre la luz, ésta se esfumó en un grito desesperado y María José despertó de su trance.
—¿Qué pasó? —Preguntó ella asustada—. ¿Por qué estamos afuera? —Se abrazó al sentir el frío.
—¿Recuerdas la luz que perseguías? —Le preguntó Zuhé cuando hubieron entrado.
—Sí, me desperté y la vi. No recuerdo más nada. ¿Qué era esa luz, Zuhé?
—No lo sé. Le arrojé sal porque mi mamá me dijo que la sal me protegería de los espíritus del páramo, tal vez era eso, María José, esta noche pondremos sal alrededor de nuestra cama, espero que eso nos ayude a dormir tranquilos.
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Lagunas y Demonios
FantasyEn los alrededores del parque Sierra Nevada alguien desaparece cada diez años. Los habitantes de la región atribuyen dicho fenómeno a los Cabruncos, encantos de las lagunas capaces de atraerte a ellos y hacerte perder la razón para siempre. Algo así...