EL NUEVO ZUHÉ

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María José sintió que una bocanada de aire le inundaba los pulmones, nunca había concentrado su atención en la respiración, pero esta vez le parecía que tomaba su primer aliento, como si saliera del vientre de su madre y sus pulmones se estuvieran adaptando a inhalar por sí solos.

Se le aceleró el corazón, algo se sentía mal en ella y en su último recuerdo se había transformado en un desagradable espécimen de rostro carnoso. Se dispuso a abrir los ojos y la asustó aún más que esa simple tarea le tomara tanto esfuerzo. ¿Sería posible? ¿Había cortado el hilo incorrecto y la laguna de Mucubají la había convertido en un esclavo monstruoso? María José alzó las manos temiendo encontrar largas uñas repugnantes pero no había nada de qué preocuparse, la piel era lozana y limpia. Se tocó el rostro y tampoco había vestigios de viscosidad, ni protuberancias o bultos de carne. Era un ser humano.

La incomodidad desapareció tan pronto como su miedo, y al notar que de alguna manera había llegado a la habitación de Zuhé, pudo respirar aliviada. Gregory y Camila estaban sentados a su regazo conversando, al verla despierta le sonrieron y le hicieron una pregunta que la chica no escuchó, estaba desorientada y necesitaba resolver sus propias dudas.

—¿Cómo llegué aquí?

—Zuhé te trajo —respondió Camila.

—Me liberaste del pacto, María José —dijo Zuhé incorporándose a la habitación con una bandeja y tazas de té de frailejón en las manos. Tenía aires nuevos, la mirada serena y gestos de confianza, no trepidaba ni se escondía y el solo hecho de que hubiera estado fuera de la habitación ya era un motivo para impresionarle.

—¿Zuhé? ¿Pero cómo? —se llevó las manos a la cabeza, consternada.

—De pronto, así de la nada, me arrepentí de haberte gritado y quise bajar a disculparme contigo por mi actitud.

>>Vi a mi madre controlando una horda de groliums y preparando a tus amigos para llevárselos a Krogten una vez que terminara el solsticio. Me dolió mucho que mi madre siguiera ayudando al Cabrunco y se lo reproché, le dije que si no los ayudaba, no se lo perdonaría. Mamá se negó a colaborar, sin embargo yo sabía lo que debía hacer. Clavé un cuchillo en uno de los monstruos, al morir, botó una sustancia ácida que se esparció por el suelo y carbonizó a los demás groliums. Tus amigos estaban pegados a la pared por lo que la sustancia no los afectó, mientras que mamá salió corriendo de la colina antes de que el ácido la dañara. Yo busqué agua en el huerto y la esparcí por el suelo para limpiarlo, les hice un té de frailejón a tus amigos para que despertaran y ellos me contaron que habías ido a Mucubají para acabar con el pacto y devolverme a la normalidad.

>>Entonces decidí irte a buscar. Monté el caballo que habías dejado y cabalgué hasta la laguna tan rápido como pude, cuando llegué, te vi desmayada y me las apañé para subirte al caballo y traerte conmigo.

—Entonces lo logré —dijo sin acabar de creérselo —. Pensé que había hecho algo mal. ¡Me convertí en un monstruo, Zuhé! Mis manos, dios mío, eran horribles y mi rostro, tenía bultos de carne en todas partes... Creí... creí que me volvía una esclava del Cabrunco —se tapó los ojos con las manos.

—Eso no es posible. Cuando te encontré, te veías hermosa como siempre. Tal vez lo soñaste después de quedarte dormida.

—Tal vez fue una pesadilla —esbozó una sonrisa nerviosa—. No importa, me alegra mucha verte así, valiente y galán como antes —le revolvió el pelo.

Camila vio a Zuhé agacharse de hombros y pensó cuán injusta era aquella situación. Ese chico claramente había recuperado el sentimiento que lo unía a su hermana; sus ojos irradiaban una atracción magnética hacia ella y desde que entró al cuarto y notó que había despertado, el tono de su voz se había vuelto fuerte y seguro, con el indudable propósito de llamar su atención. Por desgracia, no importaba cuánto se esforzara por parecer un adulto, su físico seguía siendo el de un adolescente a punto de alcanzar la pubertad y María José solo podría verlo con ojos de amistad y agradecimiento. Aquello era insoportable para la romántica Camila; el sacrificio que Zuhé había hecho, seguía afectándolo después de haberlo vencido. Ahora podía volver a amar a la misma persona, pero ya no tendría la posibilidad de ser correspondido.

Lagunas y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora