Sus padres, los últimos alquimistas del estado Mérida, la habían prometido al Cabrunco de la laguna Mucubají a cambio de una semilla de cacao única y exquisita que hiciera prosperar sus negocios. Krogten les había dado la semilla que produciría el mejor cacao de la tierra, y ellos se habían encargado de cuidar a la hija que reinaría las tinieblas del Cabrunco una vez cumpliera la mayoría de edad. Soledad lo sabía y lo aceptaba con gusto, o por lo menos eso pensaba hasta que se enamoró de Miguel.
Miguel y ella habían sido amigos desde la infancia. La madre de Miguel, una bruja charlatana del pueblo Mucuchíes, lo había ofrecido a los Valeros a cambio del elixir de la vida eterna, la bruja les aseguró que había concebido al niño de la simiente de un demonio que la asaltó en su lecho y por eso no tenía valor para ella, en cambio una rareza tal debía ser invaluable para unos alquimistas.
—Un bebé así de especial solo puede ser cambiado por la vida eterna —dijo la bruja poniendo a trabajar todo su poder de convencimiento.
Pero los alquimistas no se dejaron engañar tan fácilmente y en vez de concederle el ansiado elixir, le dieron a beber un té de frailejón con lágrimas de ángel, una sustancia de un poder sagrado tal, que de haber sido real la historia de la bruja, la habría matado al instante.
La bruja se marchó con la seguridad de que sus años se prolongarían infinitamente y dejó a los Valero a cargo del bebé, quienes decidieron conservarlo como sirviente de la hacienda, sin embargo, al ver que desarrollaba una inteligencia precoz, lo hicieron aprendiz de alquimia y parte de su familia.
Miguel compartió su niñez con Soledad a sabiendas de que su amiga no siempre iba a estar a su lado y que llegaría el día en que inevitablemente la separarían de él, ninguno de los dos veía en aquella separación una tragedia, debía ocurrir y estaba bien. Pero los albores de la adolescencia lo cambiaron todo, sus cuerpos maduraron y se llenaron de deseos prohibidos, de pasiones locas, de un amor desenfrenado que solo las hormonas inquietas podían respaldar y antes de que llegara el día de decirse adiós para siempre, Miguel y Soledad se escaparon.
Él había descubierto en la biblioteca de sus profesores un libro que hablaba sobre la colina de la creación, una maravilla del páramo donde habían vivido los primeros hombres y que ofrecía el sustento, el calor, y la seguridad que necesitarían para subsistir alejados del mundo.
Miguel, inocente ante todo, no imaginó que ese sería el primer lugar en el que los alquimistas buscarían a su hija. Esperaron a que Soledad cumpliera los dieciocho e irrumpieron en la colina muy entrada la noche, clavaron una daga en el pecho de Miguel y arrastraron a la desconsolada Soledad hasta el plano espiritual donde habitaba su nuevo marido. El casamiento era simple, el Cabrunco besaba a la prometida y ella era poseída por un amor inmediato hacia él.
El Cabrunco podía besar a una sola mujer en su vida y ella nunca se podría liberar del hechizo y el deseo insoluble de complacerlo. Miguel no volvió a cruzarse por su mente y de ese día en adelante solo tendría ojos para Krogten, su esposo, su amo, su señor.
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Lagunas y Demonios
FantasíaEn los alrededores del parque Sierra Nevada alguien desaparece cada diez años. Los habitantes de la región atribuyen dicho fenómeno a los Cabruncos, encantos de las lagunas capaces de atraerte a ellos y hacerte perder la razón para siempre. Algo así...