REGRESO A LA COLONIA

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El viaje de regreso estuvo lleno de tensión, a Gregory no se le borraba la imagen de los hombres agonizando en el suelo, escupiendo sangre por todo orificio de su cuerpo gracias al poder de Zuhé. ¿Cómo podía confiar en alguien así? Sintió una puntada en las heridas y se quejó.

—¿Seguro que no quiere que lo, lo lleve a la, la clínica, Gregory? —Preguntó el chofer.

—Si ven mis heridas de perdigón me meterán preso, Lalo. Sigue a la Colonia. Ya se me pasará.

Gregory le dio un vistazo con el rabillo del ojo a Zuhé, estaba sentado al lado de Camila y miraba abstraído por la ventanilla de la camioneta, parecía tan inocente y predecible, como un niño que quiere descubrir el mundo y se lo come con los ojos. Quién iba a imaginar que ese chico pálido y a simple vista inofensivo guardaba un poder capaz de torturar hasta la muerte a una persona.

Entonces vio que Zuhé sollozaba y apoyaba su frente contra el vidrio para que no notaran que empezaba a botar lágrimas, para Gregory fue fácil percibir su reflejo triste en la ventanilla y se sintió furioso, ¿por qué lloraba? ¿No podía hacerse cargo de la culpa?

—¿Qué más nos ocultas, chamo? —Exclamó Gregory—. ¿Qué otra maldición tienes escondida?

—¡Cállate! —Interrumpió Camila al darse cuenta de lo que ocurría.

—¡Por favor cálmense! —Pidió María José desde el puesto del copiloto e hizo un gesto para que recordaran que el chofer era ajeno a lo que había ocurrido.

Gregory se cruzó de brazos y Camila abrazó a Zuhé, quién derramaba lágrimas desconsoladamente.

—Yo no le quería hacer daño a nadie —dijo con voz quebrada—, es que esos hombres...

Camila le tapó la boca con la mano, sabía que sus próximas palabras serían algo como "querían dañar a María José" y temió que el chofer le comunicara a su padre que algo peor de lo que parecía había ocurrido.

—La próxima vez que hagas sentir culpable al niño, te golpeo y no será juego —le advirtió Camila.

Gregory desvió la mirada, molesto. Camila contuvo sus ganas de golpearlo y acarició la cabeza del afligido Zuhé, quien repetía en voz baja "fue mi culpa, fue mi culpa". Al llegar al hotel Zuhé les pidió que lo dejaran estar solo en su habitación y allí se mantuvo encerrado lo que quedaba del día, hasta que Gregory, después de haber escuchado una y otra vez los sermones de sus amigas, le pidió disculpas y lo invitó al restaurant para cenar.

—No te disculpes, tienes razón, soy hijo de un monstruo —dijo Zuhé—. Por lo tanto yo también soy un monstruo.

—Tal vez sí seas un monstruo —dijo Gregory—, pero eso no significa que seas malo. Estuve pensando y creo que yo también habría hecho lo mismo en tu lugar. Olvidemos esto, ¿sí? Las chicas te están esperando para cenar. Te acompañaré y luego me iré a descansar, entenderás que prefiero no ir a una fiesta en estas condiciones.

Lagunas y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora