PRÓLOGO: EL CANTO DE LAS SACERDOTISAS

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Todo inició con los hijos de Helia: Iván y Alexandra. El hombre era el dios de las montañas, y la mujer, la diosa del mar. Ambos no podían existir sin el otro; y si los Dioses desaparecían, la isla de Táneros lo haría con ellos. Su madre, Helia, le había entregado a su amada hija el reino de Nathála, Yaofruc y el reino de Prodet; y a su hijo le había dado el reino de Ertain, el reino de Soberni y el reino de Saver. Después de hacer cumplir su testamento, Helia se fue a dar un paseo por todo su universo; se creía que jamás regresaría.

Al principio, tanto Iván como Alexandra respetaron los deseos de su madre; sin embargo, después el corazón de Iván se llenó de avaricia y anheló poseer todo Táneros. Primero envenenó la mente de las personas e hizo que los prodets le dieran la espalda a su Diosa, proclamando que Iván era el verdadero Dios. Nosotros no podemos ser devotos a una mujer, exclamaban, el único Dios es el Gran Iván. Así, Alexandra perdió a su primer reino.

Después el Dios usó la confusión para fracturar a los yaofrucs. Todos dejaron de verse como uno, dividiéndose en siete tribus que estarían en constante guerra con tal de reclamar más territorio. Algunos siguieron viendo a Alexandra como su Diosa, otros adoraron a Iván. No obstante, entre los yaofrucs la fe ya no era importante, ahora lo esencial era la sangre y la fuerza. De esta manera, Alexandra fue despojada de su segundo pueblo.

Antes de que su hermano le arrebatara su último reino, la Diosa decidió que les daría una poderosa arma a los nathálos para que ellos mismos pudieran resistirse a la crueldad de Iván. Por lo tanto, Alexandra llamó al rey Fernando I a las costas de Nathála para entregarle el gran don en una pequeña caja de cristal.

—Nada a las profundidades del acantilado para liberarla —le ordenó la Diosa al gobernante con su ceremoniosa voz—. Ella te protegerá a ti y a tu pueblo de mi malvado hermano.

El rey Fernando la obedeció, volviéndose en el Primer Magnífico. Esa tarde, los nathálos llenaron su cuerpo y mente de magia. Los dones eran tan asombrosos y elementales, que cuando el vil Dios llegó a poseerlos, Nathála no cedió ante Iván.

El Dios se enfureció tanto por su derrota, que obligó a sus otros reinos a odiar a los nathálos; y así fue: los pueblos de Ertain, Prodet, Soberni y Saver comenzaron a cazar a los brujos de Nathála. Fue entonces que el mar venció a la tierra y Alexandra logró apartar a su gente leal de los demás reinos, creando el gran canal que protegería a los nathálos de los malhechores. Se cuenta que el ruido del maremoto fue tan brutal, que la isla entera vaciló.

Yaofruc no siguió el mandato de Iván, ya que el hechizo de confusión hecho por él obligaba a que la guerra fuera lo único que se cruzara por la cabeza de las siete tribus, que incluso estaban empezando a ser llamados bárbaros y salvajes por las otras regiones.

Por otra parte, los nathálos jamás respondieron a los ataques de los otros cuatro reinos, las leyes de su Diosa eran claras: Jamás abuses del poder que te he dado para lastimar a otros seres inocentes; por lo tanto, se dedicaban a profesar la paz. Además, gracias a Alexandra, la localización de su reino les ayudaba a prevenir una invasión.

De esta forma continuaron los siglos: Había una constante cacería de brujas en los demás pueblos mientras que la Casa nathála de los Fernández trataba de proteger a su gente y llegar a una solución por otras vías, justo como les había enseñado su Diosa. Sin embargo, Alexandra sabía, desde hace décadas, que eso no resultaría; sabía que en la frase Jamás abuses del poder que te he dado para lastimar a otros seres inocentes ya nadie era inocente. Antiguos creyentes y ruines rivales habían derramado demasiada sangre de su único reino fiel. Nathála estaba en decadencia... Había arribado el tiempo de que un monarca rebelde, astuto y razonable ocupara el trono para cumplir la Profecía.

Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora