—Así que le dije que no —le contaba Diana a su amiga extranjera. Selena la miró, interesada, mientras caminaban por los pasillos del palacio—. Tengo a mi hermano, no puedo irme de gira con Sandro por la isla aunque su grupo teatral me ayude a mejorar mi lectura y escritura.
—Entiendo... —expresó la princesa—, debe ser difícil hacerse cargo de un niño de ocho años cuando tú apenas tienes diecisiete.
—Lo es —aclaró la rubia—, pero no tengo opción. Ni loca lo dejaría en manos de mi tía; me daba muchas golpizas de niña, incluso una vez me rompió el brazo. No, no, Emiliano jamás tendrá que pasar por eso —manifestó y Selena pudo sentir el miedo en sus palabras.
La madre de Diana había muerto en el parto de su hermano, por lo que la única familia que le quedó fue su padre y su tía, hermana de su mamá. No obstante, meses después, su papá salió por la puerta y jamás volvió, por lo que la tía asumió el cargo completo de los niños.
—Sé que no es su responsabilidad —le había dicho la rubia a su amiga—, pero eso no le daba derecho a dejarme el ojo morado cuando se desesperaba. No me agrada, así que jamás dejaré solo a Emiliano.
Selena se había limitado a guardar silencio, escuchar y ser empática cuando ella le contó sobre su historia familiar hace unos meses, sin embargo, ahora que Sandro había vuelto aparecer y le ofrecía ser parte del grupo teatral, no pudo quedarse callada.
—¿Y por qué no te llevas a Emiliano contigo? —cuestionó, viendo la oportunidad de escapar de la violencia— Crecería entre los telones y de seguro el grupo también le enseñaría a leer y escribir.
La cara de Diana se torció.
—Sandro pensó lo mismo. Esta es la segunda vez que me lo ofrece, pero tengo miedo... Nunca he salido de Ertain, ¿qué tal si el resto de la isla no resulta tan bella como la describe?
—Sin duda será diferente —aseguró la princesa—, pero tendrías apoyo, y Emiliano y tú estarían en un sitio menos hostil. ¿Por eso Sandro y tú terminaron la primera vez?, ¿por la distancia?
Diana asintió tristemente.
—Tengo que pensarlo —cortó antes de que ambas ingresaran al cuarto de Isabel.
Por favor, huye, suplicó Selena en silencio.
—¡Hola! —saludó la futura reina, dejando su cepillo a un lado y levantándose para recibir a sus asistentes—, ¿vendrán esta noche?
La rubia negó con la cabeza, pero la princesa de Nathála frunció el ceño.
—¿Esta noche?, ¿qué sucede esta noche? —cuestionó.
—¡Ah! —exclamó Isabel emocionada—, se me olvida que tú no eres de aquí. Esta noche es la tradicional mascarada de Tonic en el palacio, tanto nobles como plebeyos pueden unirse. Lo mejor es que, por el disfraz, se mantiene el anonimato.
—¿Pero no resulta obvio que, quien use ropa costosa, es de la nobleza? —inquirió Selena, bajando a Isabel de las nubes con petulancia.
—No, no —dijo la princesa—. Cada año, tanto nobleza como realeza, dona ropa para que se cuelgue en los pasillos y todos vistamos iguales.
—Se escucha maravilloso —mintió, fingiendo sonreír.
—Es una gran oportunidad para conocer chicos, así que deben venir —agregó Isabel, eufórica.
Las dos adolescentes asintieron, aunque a ninguna le interesara conocer a más muchachos; con el príncipe y el actor tenían más que suficiente.
Después de la información, prepararon a Isabel con su vestuario del día y partieron al comedor para el desayuno con la familia Real. Mientras más se aproximaban a la gran puerta, Selena se sentía más nerviosa por ver a Eduardo, que de seguro la dejaría con la respiración entrecortada.
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Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)
FantasyDos hermanos, dos dioses, un amor prohibido. Un regalo, una isla, un castigo. Seis reinos, seis Casas gobernantes, seis tronos. El norte regido por el feroz mar. El sur regido por las imponentes montañas. Una traición que trajo guerra eterna y cao...