Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)

CAPÍTULO 28: LA REINA DEL MAR

Al primer castillo del sur que le llegó las nuevas sobre que Eduardo se había a autoproclamado un Rodríguez-Pérez otra vez, y que ahora era el rey consorte de Nathála, fue al palacio de Tonic. Los Ramos y la reina Ileana gritaron de la vergüenza, mientras que Isabel y Eric se maravillaron en silencio con esa movida política tan inteligente. Por otro lado, Claudia se mostró muy contenta en privacía, ya que por fin sería libre de ese tortuoso compromiso y podría casarse con Lucas; sin embargo, ante el público fingió indignación para disimular lo que había estado haciendo sin estar casada. Finalmente, el rey se limitó a encerrarse en su habitación, amenazando a quien lo molestara. Quería esconderse entre las sábanas de su cama y desaparecer porque sabía lo que vendría después.

Días posteriores, Alberto recibió lo que tanto había estado temiendo: Los reclamos de su cuñado, consuegro, Beatriz y Lucanor. Los cuatro reyes le recriminaron el no haber aceptado la abdicación de Eduardo cuando la pidió, ya que ahora él y Selena tenían acceso directo al trono ertaino porque Isabel no había logrado embarazarse.

Le exigían que pusiera en orden a su familia. Sin embargo, el único que vino con un plan alterno fue el monarca yaofruc, ya que fue a él al que primero le llegó la nueva de algo curioso que los espías habían notado en su viaje por Nathála: La inscripción en la mítica caja de cristal, donde Alexandra le había entregado la magia a Fernando. Sólo la traición de mi hermana o hermano puede detenerme. Lucanor consultó a los sacerdotes para saber si esa podía ser la clave para por fin quitarles sus dones a los hechiceros, pero todos ellos indicaron que, si lo era, nadie aún podía descifrar lo que significaba. 

El yaofruc lo presentó como una opción, ya que estaba desesperado por lo que el futuro avecinaba. No obstante, los otros cuatro reyes desecharon su idea, concentrándose en continuar con la erradicación de la magia elemental en el sur. Aun así, Lucanor no abandonó esa pequeña esperanza y puso a sus más ilustrados hombres a estudiar la raíz de aquella frase.

Alberto se volvió más violento ante la vergüenza de lo que su hijo se había atrevido a hacer. En general, los cinco reyes aplicaron más duramente sus políticas de purga para responder de la única manera que podían a la coronación de Selena.

Sin embargo, por primera vez en la historia de la isla, hubo una respuesta directa de los Fernández contra los ataques. Días después de Lipsi, a cada rey le llegó una carta del norte, firmada por la nueva reina de Nathála. Los mensajes decían exactamente lo mismo.

Para la reina Beatriz I, el rey Lucanor, el rey Alberto II, el rey Leopoldo II y el rey León V:

Como se habrán enterado, las políticas de Nathála han cambiado. A partir de este momento, todos sus burgueses y nobles que explotaron mis tierras y a mi gente, quedan vetadas del reino mágico para siempre. Ellos ya están enterados, así que pronto llegarán a casa muy molestos con ustedes.

Nathála está comprometida a ser otra vez un lugar seguro para todos sus habitantes, sin embargo, no puedo dejar de lado a las personas cuyos antepasados migraron al sur y aún son acosados por su procedencia. Debido a eso, les invito a que trabajemos en conjunto para brindarles la vida próspera y pacífica que se merecen. Dialoguemos entre nosotros y con ellos para ponerle fin al genocidio que ha azotado nuestra isla durante siglos.

Les pido que acepten y no jueguen con mi paciencia; por nuestra historia, ni siquiera debería intentar razonar con ustedes, pero lo hago porque estoy consciente de la situación precaria en la que se encuentra Táneros en este momento. Créanme que yo lo que menos quiero es una guerra, sin embargo, no duden en que me uniré a la reina Leilani, al rey Luis y a todos los rebeldes sureños que los han hecho pasar por los años más difíciles de su reinado si no aceptan trabajar por la paz. No me reten, pues tengo entendido que el príncipe David ya les contó lo volátil que puedo llegar a ser cuando se trata de defender a los míos.