Isabel había esperado hasta llegar a su recámara para ponerse a chillar. Hoy la comadrona le había dado el resultado de la prueba de embarazo, que se había hecho hace una semana, y la respuesta era negativa; su vientre no esperaba a ningún bebé.
No entendía nada. Después de que Eric y ella se reconciliaron, habían dejado de usar el condón de piel para que la princesa quedara en cinta; sin embargo, a pesar del paso de los años, no lo conseguían.
Isabel estaba desesperada. La princesa sin duda quería ser mamá, pero lo que más le pesaba en ese momento era que su suegro se había vuelto muy violento porque ella no concebía.
Había transcurrido un año desde que Eduardo huyó con Selena y se enteraron de que ella era la próxima Fernández en ascender al trono nathálo. A partir de ese momento, las cosas en el palacio de Tonic se habían torcido. Alberto era una bomba de tiempo, que explotaba ante la mínima provocación. Se había negado a aceptar la abdicación de su hijo menor, por lo que Eduardo aún era legalmente un Rodríguez, aunque al joven ya no le importara en lo más mínimo. Asimismo, el rey prácticamente había secuestrado a Claudia y su familia en el castillo, aludiendo que, cuando vencieran a Selena, él obligaría su hijo a regresar y contraer nupcias con la muchacha. Por otro lado, a Eric e Isabel los había estado presionando en extremo para que tuvieran un heredero porque, sin primogénito, el siguiente en la línea de sucesión, después de Eric, sería Eduardo; y eso sería un pésimo error mientras su hijo menor siguiera revolcándose con esa zorra. Lo peor que podría pasar era que esos dos tuvieran un niño con acceso al trono nathálo y ertaino; esa unión resultaría aberrante, incluso hasta antinatural.
Debido a estos miedos, Alberto había aceptado la propuesta de Lucanor, convenciendo a su cuñado, el rey León V de Saver —hermano mayor de Ileana—; a su consuegro, el rey Leopoldo II de Soberni —padre de Isabel—; y a la reina Beatriz I de Prodet que debían aliarse con Algea para vencer a la más joven de los Fernández. Al principio, a los monarcas les pareció exagerado, negándose a unir fuerzas con la tribu yaofruc que siempre les había dado tantos problemas. Sin embargo, después de escuchar el relato de David venan Algea y relacionarlo con la Profecía, que empezaba a contarse por cada rincón de la isla —como si la gente se preparara para la llegada del nuevo régimen y el resurgimiento de Alexandra como la impetuosa Diosa que sus antepasados habían conocido—, los reyes terminaron por aceptar. Desde ese entonces, el sur se sumergió en una frágil paz, donde Algea apenas toleraba a Saver, Soberni, Ertain y Prodet, y viceversa.
Lo primero que hizo la coalición del sur fue enviar a sus espías a Nathála para hallar a la niña y matarla antes de que diera frutos, pero nunca pudieron encontrarla. Por lo tanto, el plan alternativo entró en vigor. La producción de armas se triplicó, haciendo que los reinos originarios de Iván, mas Prodet, se volvieran más violentos con los inmigrantes nathálos. Arrasaron con aldeas enteras para limpiar sus tierras de la sangre mágica, y así Selena no tuviera tantos seguidores en el sur cuando ascendiera al trono.
De la misma manera, Lucanor —con David como su segundo al mando— asaltó a los yaofrucs del norte como nunca antes lo había hecho en toda su historia. El rey quería matar a todos los norteños que pudiera para que la futura reina no tuviera tanta influencia en Yaofruc cuando su tiempo arribara. No obstante, Leilani y el rey Luis, líder de Nord, le respondieron igual de fuerte. Esa fue la primera vez que Daniel y su amigo, Jorge, pelearon en el campo de batalla contra Algea. Los hábiles discursos de sus superiores —incluyendo a Leilani— los habían llenado de una furia letal, que desataron haciendo una carnicería con los soldados enemigos en el frente. Se sentían tan orgullosos de su tribu y querían defender tanto su honor, que estaban dispuestos a morir por la causa.
Entre tanto, el descontento aumentó exponencialmente en Eukauyo, Yeoryiká, Ble y Verde, quienes eran usados como campo de batalla por norte y sur; y, por lo tanto, era donde había mayor número de decesos inocentes. Más tarde, los libros de historia apodarían a esta oscura época como El año sangriento.
El creciente odio entre los reinos de Alexandra e Iván se había disparado de forma exponencial, dándole paso a una violencia que no se veía en la isla desde que el Dios había traicionado a su hermana. Todo esto porque el sur vivía aterrado de una niña que había desaparecido hace más de un año, pero que todo el mundo sabía que regresaría más fuerte que nunca para repartir su justicia casi divina y equilibrar una vez más la balanza.
Alexandra y el norte estaban llenos de rencor por tantos siglos de sangrienta opresión, e Iván y el sur temían enormemente por lo que harían al respecto con una líder que compartía esa misma ira. Ya no había marcha atrás, el inminente ascenso de Selena Fernández al trono sería el acontecimiento decisivo que conduciría a Táneros a una guerra civil. Como bien habían dicho los sabios contemporáneos, este era el principio del fin.
ESTÁS LEYENDO
Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)
FantasiaDos hermanos, dos dioses, un amor prohibido. Un regalo, una isla, un castigo. Seis reinos, seis Casas gobernantes, seis tronos. El norte regido por el feroz mar. El sur regido por las imponentes montañas. Una traición que trajo guerra eterna y cao...