CAPÍTULO 18: ABDICACIÓN

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Mientras veía cómo Selena platicaba con Sabdi junto al mar, Eduardo comenzó a pensar en todos los acontecimientos recientes que los habían llevado hasta ahí. 

El príncipe no supo cómo pudo correr esa gran distancia para huir de los yaofrucs. Estar privado de la luz por dos días realmente lo habían debilitado.

Su novia detuvo el andar cuando llegaron a ese lago en medio de la nada, lo que confundió a Eduardo. Sin embargo, su rostro se turbó más cuando vio a Selena preocupada.

—Siempre puedes elegir —le dijo—. Todavía estás cerca de casa, yo me aseguraría de que llegaras a salvo —fue entonces que el príncipe entendió a lo que se refería la muchacha—. Eres libre, Eduardo...

—Mi elección sigues siendo tú —la interrumpió el joven, tomándola de los brazos.

El rostro nostálgico de la princesa no cambió.

—¿Y si al final termino con una corona en la cabeza? —le cuestionó— ¿Aún querrás estar conmigo cuando tal vez no consiga esa vida privada y feliz en la playa, que te prometí?

—Tú tienes diecisiete y yo apenas estoy por cumplir diecinueve, creo que tenemos bastante tiempo para descubrir si va a funcionar o no —fue su respuesta; y a Selena le encantó, por lo que no pudo evitar sonreír sinceramente.

—Además, de lo que sí estoy muy seguro es que no quiero volver a Tonic. Renuncio a mi apellido —proclamó con esos ojos color miel y brillantes.

—Yo también quiero renunciar al mío —murmuró la muchacha, bajando la cabeza—, pero quizás no pueda hacerlo.

La princesa realmente se sentía desafortunada. Cuando cruzara ese lago, le debería una charla a Sabdi sobre su futuro. Aún podía conversar con la Diosa, pero, como últimamente había estado su suerte, tal vez no se libraría del peso de una corona que le consumiría la vida.

En el momento que Eduardo vio que su novia estaba a punto de llorar, le alzó la barbilla delicadamente para que lo mirara.

—No olvides que yo estaré a tu lado sin importar lo que dicte el Destino, jamás te quedarás sola.

La princesa sonrió, intentando borrar la tristeza de su rostro... Fue entonces que el interior del príncipe comenzó a temblar al recordar ese campamento lleno de lodo a sus espaldas..., pero no podía flaquear frente a su novia, que ahora parecía necesitarlo. Además, si se concentraba en ella, ignoraría cómo los sucesos sangrientos de Guinea lo perseguían como fantasmas para causarle escalofríos. Pasó saliva.

Sin saber qué mortificaba a su novio, Selena le ofreció su mano, y Eduardo la tomó, perdiéndose en aquellos ojos negros y seguros. No dejó de mirarla mientras ella lo condujo al lago. Sintió cómo la tierra se removió cuando la fría agua les cubrió las piernas, pero la princesa tomó suavemente su mejilla para que no se distrajera con los detalles de la magia.

—Sólo enfócate en mí —le susurró con delicadeza—, estaremos bien.

El príncipe vio de soslayo cómo el remolino azul los envolvía, y fue muy consciente del sonido de esas terroríficas olas cuando chocaron entre sí; pero, aun así, no dejó de confiar en Selena.

Después de aquella escena, lo siguiente que sintió el príncipe fue cómo cayeron al fondo del abismo con una sensación hueca en el estómago, y en un abrir y cerrar de ojos, habían aterrizado en las potentes mareas oscuras. Eduardo no reconoció la playa que se hallaba cerca de ellos..., ni aquel castillo que se levantaba más allá.

Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora