—Tus padres llegaron ayer a Semanak —le contaba Sabdi—, ya se encuentran enterados de la situación; excepto que ahora no saben dónde estás...
—¡No se los digas! —interrumpió Selena, desesperada.
Ambas platicaban en la playa, un poco apartadas de la pequeña choza que, a partir de ahora, sería el hogar de la princesa y Eduardo. De soslayo, Selena veía que su novio las observaba mientras bebía la limonada que había preparado a mediodía.
—No lo haré —contestó la sacerdotisa, apretando los dientes.
A esta chiquilla le encantaba interrumpir.
—El acuerdo es así —prosiguió—: En cuatro años serás reina, por lo que, hasta que cumplas diecinueve podrás vivir aquí con tu novio, alejada del mundo como siempre quisiste. Yo te entrenaré en ese lapso de tiempo —a la princesa se le revolvió el estómago. Por supuesto que estaba encantada que pudiera empezar a vivir su sueño desde ahora junto a su primer amor; pero la parte de entrenar y que todo se acabara en dos años, la marearon. Se seguía negando a ascender al trono. Había salvado a Eduardo, los Poderes Magníficos ya no le servían para nada más—. Sin embargo, un día después de tu cumpleaños nos iremos a Semanak. En la corte nathála completarás tu entrenamiento, hasta que cumplas veintiuno y llegue el día Lipsi.
Cuatro años, Selena sólo tenía cuatro años para aprender a comandar los elementos por igual. Ahora sólo sabía manejar el agua, el fuego aparecía por pequeños momentos para destruir, y el aire y la tierra se manifestaban sólo si estaba muy enojada... Además, tendría que tomar todas esas clases académicas y desarrollar competencias que siempre había tachado como irrelevantes. No, no quería desperdiciar sus siguientes años en esa vida llena de apariencias, anclada a un trono y a una corona.
—Aún no sellamos nada —se quejó la niña—. Me prometiste una charla con la Diosa; no comenzaré a entrenar, ni a tomar el papel de reina en serio, hasta que hable con ella —sentenció.
La verdad era que detrás de esas palabras, Selena ocultaba que trataría de convencer a Alexandra de que su hermano era la mejor elección. La princesa estaba a punto de conseguir la vida que siempre había deseado para ella, no permitiría que una corona se la arrebatara. Además, le prometió a Eduardo que pelearía por esto, así que aquí estaba, desafiando a la matriarca máxima de su hogar.
—¿Quieres hablar con la Diosa? —espetó Sabdi, cruzando los brazos— Está bien, charlarás con ella; pero no quiero que te quejes cuando te lleve al trance. Debes ser fuerte mental y físicamente para poder llegar hasta Alexandra.
Las hormigas comenzaron a caminar en el estómago de Selena. Intentó ocultar una sonrisa, pero no pudo; estaba emocionada.
—¡Lo haré! —proclamó— Ahora, ¿cómo lo consigo?
La sacerdotisa le dedicó una sonrisa maliciosa y comenzó a acercarse al mar. La princesa la siguió, dando saltitos; no sin antes darle una repasada a su novio, que ahora escribía en el pergamino.
Cuando ambas percibieron que el agua les mojaba los pies descalzos, Sabdi le contestó a Selena.
—Lo harás como lo realizo yo en las grutas. Los años de práctica han logrado que yo no necesite ayuda en esto, pero, por ser tu primera vez, sin duda necesitarás mi apoyo —explicaba mientras se adentraban más en el tranquilo océano—. Tu cuerpo peleará para que salgas y no lo logres, pero tendrás que confiar en la magia que fluye por tus venas. Sólo así llegarás al trance y podrás verla.
—¿Pelear para salir? —cuestionó la princesa, deteniéndose mientras abría mucho los ojos.
La niña pasó saliva y Sabdi la miró.
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Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)
FantasyDos hermanos, dos dioses, un amor prohibido. Un regalo, una isla, un castigo. Seis reinos, seis Casas gobernantes, seis tronos. El norte regido por el feroz mar. El sur regido por las imponentes montañas. Una traición que trajo guerra eterna y cao...