CAPÍTULO 11: JUNTO AL LAGO

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Los primeros en llegar fueron sus hermanos, Roberto y Samuel, que toda la mañana jugaron cartas con ella en la cama de la enfermería; supliendo a sus padres, quienes debían encargarse de todos los asuntos que el episodio de Selena había desatado.

—Hoy nuestro padre le envió un cuervo urgente a Sabdi —explicaba el mayor mientras repartía los naipes—, supongo que no es seguro continuar ahora que Algea sabe que estamos aquí.

—Esas son tonterías —comentó la princesa, restándole importancia.

Conocía a Adrián, nada lo haría detenerse.

—Sel, terminaste en el hospital por una exposición letal al hierro —enfatizó Sam—, por supuesto que es algo grave. Esos hombres podrían haberte matado.

Selena sólo recordaba su grito ensordecedor de ese ataque, así que se había tragado por completo el hecho de que sus padres les contaran que la causa de su desmayo fue el hierro.

—Tal vez... —comenzó la princesa—, pero conocen a papá: Ni siquiera la muerte de uno de nosotros lo pararía.

—No digas eso —refutó Roberto, pero los tres sabían que Selena tenía razón.

Después de cuatro partidas de cartas con risas y rivalidades, la situación se vio interrumpida porque llegaron dos personas que atrajeron la atención de los empleados a su alrededor. La princesa abrió mucho los ojos.

—¿Qué hacen aquí? —cuestionó, olvidando el tono que le habían dicho que empleara cuando los tuviera de frente.

—Nuestro padre ya le avisó al tuyo sobre esto, pero nos pareció correcto también decirte —comentó Eric junto a Isabel. Los dos hermanos de Selena no se tambalearon ante la presencia de los esposos—: Lamentablemente, no pudimos sacarle información a los hombres de Algea que estaban en el bosque —por dentro, los tres Fernández suspiraron de alivio: Si esos soldados contaban que habían venido a buscar a la princesa de Nathála, su familia estaría en graves problemas—; se mataron antes de que los carceleros tan siquiera comenzaran a hacer preguntas —la chica apretó los ojos ante la imagen violenta—. Entre las tribus de Yaofruc, eso es muy común; parece que les lavan el cerebro.

... serle leal a mi tribu hasta el final, la princesa recordó las palabras de su amigo Dan.

—Gracias por decirme —musitó, bajando la cabeza en modo de agradecimiento.

Eric asintió e Isabel se preparó para continuar, Selena no pudo evitar ver si entre ella y Roberto había chispas: Ni siquiera se miraban.

—¿Cómo te sientes? —preguntó la princesa de Soberni, colocando su palma sobre las mantas.

—Bien —respondió, sonriendo—. ¿Y Eduardo? —cuestionó de inmediato sin pensarlo dos veces— No ha venido a verme —finalizó, mordiéndose la lengua.

Jugar con sus hermanos la había distraído de mirar cada segundo a la puerta para ver si el príncipe aparecía, pero el hecho de que Eric e Isabel hubieran venido primero, había roto sus ilusiones. Pensó que su amigo estaría junto a ella desde el momento que abrió los ojos, así que era una gran decepción lo que estaba pasando: La tarde llegaba y Eduardo aún no la visitaba.

Los cuatro jóvenes presentes, mayores que ella, arrugaron el ceño; ignoraban el gran vínculo que se estaba formando entre el príncipe de Ertain y la muchacha. Por otra parte, Isabel pensó lo peor: Seguramente Eduardo no le había hecho caso y se involucró con Selena. Intentó que sus pómulos no se enrojecieran por el enojo, no tenía corazón para decirle a su asistente que su cuñado jamás vendría.

—Ya sabes cómo es él —comentó para aligerar el ambiente—: Siempre anda tras algo.

Eso no es cierto, pensó la adolescente, Eduardo siempre ha priorizado nuestros acuerdos. Su amigo debió estar aquí desde el primer momento, pero ahora había desparecido y eso la ponía muy inquieta. Intentó sonreír, pero no lo logró. Segundos después, Eric e Isabel se retiraron, y Selena se quedó devastada junto a su soledad. 

Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora