La princesa Selena nunca olvidaría la mañana reluciente en la que abandonó Semanak. Viajaría como incógnita a una de las tierras responsables de que su pueblo estuviera padeciendo en la ruina, por lo que ya detestaba Tonic mucho antes de conocerlo.
Después de la ceremonia de Bendición, ella y Marina habían ido a ver a Dan. Los tres amigos se consolaron por horas al comprobar que el fatídico día de su separación estaba a punto de arribar.
—No confíes en la gente de allá, Selena —le había advertido el joven—, sólo son fieles a ellos mismos. Los rechazarán por su color de piel, y a ti y a tu madre también por ser mujeres... El único que podrá salvarse es Samuel, pero que no se le ocurra mencionarle a alguien que prefiere a los hombres porque, o si no, también lo marginarán —hizo una pausa—. Esos sureños llaman a mi gente salvaje, y a los suyos, herejes —manifestó duramente, mirando a la princesa y a Marina con sequedad—; sin embargo, ellos son los que no conocen ni una pizca de lo que es el respeto y la nobleza. A ustedes les enseñaron a no priorizar a un grupo de personas por encima de otro —continuó Daniel—, a mí me inculcaron serle leal a mi tribu hasta el final... Ellos sólo saben saquear, matar y violar.
Selena tembló ante esas palabras. Quería ponerse a chillar; lo que más adoraba en la vida era su libertad y, ahora, por decisión de sus ingenuos padres, la iban a encadenar a un estereotipo de mujer ertaina que era demasiado vigoroso para cumplir. Tendrás que usar más ropa para no enviar un mal mensaje, No interrumpas cuando estén hablando con tu padre, No le dirijas la palabra a la realeza si ella no te ha buscado, Si alguien se te insinúa, finge que estás comprometida; será más fácil mentir que negarle a un hombre lo que quiere, Obedece todo lo que te mande tu patrona, Bajo ninguna circunstancia vayas a usar magia..., nadie puede descubrir nuestra verdadera naturaleza. Puras estupideces que le hervían la cabeza. Qué ridículo, qué atroz. ¿En qué clase de lugar tan incivilizado iba a vivir?
Los tres lloraron a mares aquella tarde de despedida, abrazándose y recordando viejas anécdotas antes de que Dan y Marina se enamoraran. La princesa y su mejor amiga se habían conocido a los cuatro años, y después jamás se separaron. En un verano, donde la reina Cecilia llevó a sus hijos y a sus amigos a Vila Jaiden para que pudieran jugar en sus verdes prados y saladas costas —lejos de los conflictos que se avecinaban en la colindancia con Yeoryiká—, Marina y Selena vieron a Daniel por primera vez. Las chicas hacían competencias de natación en el mar cuando la princesa chocó accidentalmente con el muchacho, que estaba comprobando cuánto tiempo aguantaba bajo el agua. Aquella vez, Selena presumió ser la que tenía mayor capacidad de sumergirse en el océano sin necesidad de salir a la superficie; Dan no le creyó, por lo que los tres hicieron un concurso y la princesa resultó ser la ganadora. Selena parecía un pez bajo el mar. Después de aquella muestra de ascendencia Nero, los tres chapotearon en el agua toda la tarde y, sin saberlo, consolidaron una amistad que iba a durar mucho tiempo. Daniel tenía doce años, y ellas, nueve.
Todo el verano se la pasaron escalando manzanos o nadando en la orilla del océano. Cuando Marina y la princesa tuvieron que regresar a Nathála, chillaron por no poder ver más a Dan; él también se puso nostálgico, por lo que les prometió que cada semana cruzaría el canal para reunirse con ellas. Así se cumplió: Un día a la semana, una escolta acompañaba a Selena y a su mejor amiga a las costas de Aera para jugar con su amigo.
Sin embargo, conforme el tiempo transcurrió, algo extraño despertó entre Marina y Daniel. Primero comenzaron a llevarse de una manera muy ruda, a tal punto que la princesa era la intermediaria entre los dos; pero semanas más tarde ese supuesto desagrado se desmanteló, dejando ver la realidad: Estaban profundamente enamorados el uno del otro. Ella tenía catorce años, y él, diecisiete. En los primeros meses de este acontecimiento, apenas podían tomarse de la mano sin levantar sospechas; no obstante, se escribían decenas de cartas entre semana. Además, a veces se frecuentaban en secreto otro día aparte de cuando se reunían con Selena y toda la fastidiosa escolta. Ahí realmente podían ser libres de mostrar su amor.
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Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)
FantasyDos hermanos, dos dioses, un amor prohibido. Un regalo, una isla, un castigo. Seis reinos, seis Casas gobernantes, seis tronos. El norte regido por el feroz mar. El sur regido por las imponentes montañas. Una traición que trajo guerra eterna y cao...