CAPÍTULO 27: NATHÁLA Y ERTAIN

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Después de Lipsi

—¡Qué escándalo! —rugía Cecilia, ingresando a la habitación— ¡Es lo más humillante que has hecho en toda tu vida, niña! —dijo, moviendo mucho las manos.

Después de las alabanzas, cada líder y embajador de las cuatro regiones de Nathála prosiguió a inclinarse y jurarle lealtad a los nuevos reyes, mientras ellos estaban sentados en sus tronos. Ambos enamorados pudieron leer el rostro de las personas, nadie estaba contento con el hecho de arrodillarse ante un ertaino. Luego, con mucho orden y protección, ambos monarcas dirigieron la marcha a la costa de Semanak. Ahí, Sabdi los sumergió en el mar para que finalmente resurgieran con la bendición de la Diosa. Después de que la multitud se inclinó ante sus nuevos monarcas empapados, la ceremonia finalizó.

Ni siquiera a los nobles, invitados y burgueses les dio tiempo de felicitarlos porque de inmediato la pareja fue arrastrada de nuevo al castillo para encerrarla en una gran habitación. Ambos muchachos se sentaron en uno de los sillones de la estancia y esperaron por la regañiza que sabían que vendría; sin embargo, no estaban asustados, sino que se sentían sumamente valientes, esperando a que alguien desafiara su decisión para ponerle en su lugar.

Cuando la madre de Selena entró al cuarto, seguida por muchas personas, Eduardo se sentó correctamente en su sitio. No obstante, Selena no borró su sonrisa socarrona de la cara. Ignoró las palabras de su madre, percatándose de que su padre, Roberto, Samuel, Clara, Hugo y Sabdi también ingresaban a la habitación. Vaya, los reclamos serían fuertes.

—No me arrepiento —dijo la chica tranquilamente—. Eduardo iba a ser mi consorte tarde o temprano, ¿por qué no hacerlo ahora y molestar al sur un poco?

—¡Porque no están casados! —esta vez fue Sabdi la que explotó.

—Nos casaremos después de que este cambio de poder se estabilice —contestó la reina sin deshacerse de su postura relajada—, ya lo acordamos.

Ante ese comentario, los presentes abrieron mucho los ojos y se quedaron pasmados. Eduardo los analizó uno por uno, estaban estupefactos. ¿Pues qué creían?, ¿que nunca se iban a casar y que en algún punto él desaparecía de sus vidas? El ahora rey se encontraba insultado, su familia política seguía sin quererlo a pesar de los años.

—¿En serio? —musitó Clara, rompiendo el silencio.

Selena se incorporó un poco, viendo la expresión asqueada de su cuñada. Eduardo agachó la cabeza y juntó sus manos, rasguñando sus uñas. Ni siquiera su propia sangre lo estimaba, ¿qué podía esperar de los demás? Sin embargo, su futura esposa no tardó en recordarle que ella siempre estaría de su lado. La reina se levantó de su lugar y caminó a zancadas hacia su familia.

—¡Ustedes dos son unos hipócritas! —rugió, señalando a Clara y Hugo, que tenían una mueca en el rostro.

—¡Selena! —exclamó Roberto para defender a su esposa.

Sus dos hermanos tomaron a sus parejas y las pusieron detrás de ellos para protegerlas de la furia de la reina.

—¡Yo ayudé a que estos dos cobardes se animaran a confesarles su amor! —siguió la joven, refiriéndose a los príncipes— Siempre estuve de su lado, siempre los apoyé —miró a sus cuñados, evadiendo a sus hermanos—. Amo a tu hija, Clara, como no tienes idea; y también amaré mucho a tus críos, Hugo, cuando lleguen. Eduardo hace lo mismo. ¿Así que por qué no nos pueden apoyar ahora?

Los cuñados de la reina apartaron a sus esposos y volvieron a quedar enfrente, pero esta vez no dijeron ni una palabra. Su expresión se había llenado de arrepentimiento.

—Lo único que ha hecho mi novio en estos dos años es mostrarme su amor, lealtad y apoyo; y no sólo a mí, ¡sino a esta familia, a esta Casa! —continuó, dirigiéndose a todos los presentes—. Dejó de lado a su propia sangre y me eligió a mí..., y yo hago lo mismo. Por lo que, de ahora en adelante, la opinión que tengan sobre nuestra relación, se la guardan. Él es su rey, así que le mostrarán el debido respeto que se merece.

Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora