Claudia giró hacia Lucas. Recargó el pómulo sobre su mano, observando cómo el joven se vestía.
—¿En serio tienes que ir? —cuestionó, berrinchuda.
—Sí —respondió el chico—. Sabes que desde que Selena por fin se dejó ver, después de dos años de desaparición, las cosas han estado fatales por aquí. Mi papá irá a la reunión, por lo que yo también debo asistir.
—¡Bah! —replicó la muchacha, cruzándose de brazos y mirando el techo de la habitación— Tu familia no es belicosa, así que no tiene sentido...
—La tuya tampoco y, aun así, tu padre asistirá.
El ceño fruncido de la castaña no desapareció. Comenzó a pensar en voz alta.
—¿No nos beneficiaría que ella gane? —inquirió— Así Alberto por fin aceptaría la abdicación de Eduardo, yo sería libre, y tú y yo podríamos enfrentar a nuestras familias para casarnos.
Lucas sabía que Claudia tenía razón, sin embargo, era un hijo obediente; jamás iría en contra de los deseos de su padre, aunque tuviera que sacrificar su relación con la muchacha.
A pesar de que Eduardo había huido hace mucho, Lucas y Claudia aún tenían que ser muy discretos porque, para el rey, la chica seguía siendo la virgen prometida de su hijo.
Asimismo, el contacto físico entre los dos jóvenes había aumentado desde que Catalina dejó la corte para casarse con un noble y comerciante de especias hace unos meses. Los muchachos se sentían desconsolados; Lucas había perdido a su hermanita, y Claudia, a su mejor amiga. Estar con el otro era lo único que les calmaba. Cabe mencionar que, por suerte, debido a la fuerte tensión que se había extendido en el sur por culpa de Selena Fernández, la familia Romero todavía no abandonaba el castillo de Tonic.
—Sí, sería lo mejor —musitó el joven en el ahora—. ¡Pero tengamos fe! Los espías dijeron que Selena aún no se encontraba embarazada, pero tal vez lo esté pronto y se case con Eduardo... No sé cómo funcione el matrimonio en el norte, pero el príncipe no deja de ser sureño y tradicional, así que querrá casarse con ella en algún punto; y un niño en el vientre de la bruja apresuraría el proceso. Sólo hay que esperar.
Claudia no añadió más a la conversación; pero se hallaba molesta, ya había aguardado mucho tiempo.
Hace dos años, cuando se enteró que Eduardo había huido con Selena, que ella realmente era la princesa de Nathála y que su prometido había abdicado, la castaña se había sentido insultada. A pesar de que no quería al príncipe como amaba a Lucas, ese abandono dañó su orgullo. Su familia se sentía igual; si no fuera por la amistad que conservaba con los reyes y las súplicas del monarca, ellos se habrían ido de la corte ese mismo día. Alberto estaba seguro de que forzaría a Eduardo a regresar, aunque a Claudia eso no le causaba ningún tipo de alegría. Si el príncipe retornaba para casarse con ella, la castaña sabía que su matrimonio sería un tormento para ambos. ¿Eduardo realmente podría amar a otra mujer después de haber renunciado a todo por Selena? La castaña sabía muy bien que no.
En el presente, Lucas se inclinó y besó la frente de la chica, que seguía sentada sobre la cama, con los brazos cruzados y el ceño arrugado. Claudia se relajó un poco al sentirlo sobre su piel. Después lo vio cerrar la puerta, dejándola en solitario con su enojo.
La muchacha quiso orar para suplicarle al Dios que Eduardo embarazara a la bruja y, por ende, a ella la eximieran de su compromiso. Sin embargo, sabía que no podía hacerlo porque seguramente eso iría en contra de la voluntad de Iván. Su puro deseo era traición a la doctrina. La joven se lamentó, ¿a quién debía acudir, entonces?, ¿a la diosa pagana? Jamás, Claudia nunca traicionaría a su fe por más desesperada que estuviera... Así fue cómo concluyó que, en esta contienda, estaba sola.
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Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)
FantasyDos hermanos, dos dioses, un amor prohibido. Un regalo, una isla, un castigo. Seis reinos, seis Casas gobernantes, seis tronos. El norte regido por el feroz mar. El sur regido por las imponentes montañas. Una traición que trajo guerra eterna y cao...