Cuando llegó el día de la Asunción, toda la mañana había estado soleado con una brisa veraniega que refrescaba el rostro, purificándolo. La ceremonia se llevó a cabo a puertas abiertas, pero la seguridad fue muy rigurosa; toda persona, que ingresaba al castillo, era inspeccionada para despojarla de cualquier arma o material sospechoso que pudiera portar. Los únicos que podían usar materiales filosos eran los guardias de la reina Leilani y el rey Luis, ni siquiera los monarcas yaofrcus podían portar espadas durante la ceremonia; aunque claro, si la situación lo requería, ellos sabían matar sin utilizar navajas. Asimismo, la seguridad del palacio también podía portar espadas; como hace siglos, esta gente usaba guantes para alzar las armas y se ponían una malla debajo de la ropa para que el metal del uniforme no les lastimara la piel. Los soldados nathálos eran pacificadores, sabían combinar la magia y los objetos punzocortantes para defender a la Corona.
En la Sala del Trono, la gente estaba distribuida casi igual como aquella ocasión en la que Selena permitió que los migrantes contaran sus testimonios: Los nobles, burgueses e invitados importantes estaban en los palcos; mientras que los ciudadanos se distribuían en el resto del salón. Los guardias marcaban los límites para formar un pasillo hasta los cuatro asientos de los representantes de las regiones del reino y, al final —arriba de la escalinata—, estaban los dos intocables tronos. El de la izquierda lo ocuparía Selena Fernández de ahora en adelante.
Técnicamente, la transición del poder a la siguiente generación había iniciado hace un mes, donde los embajadores de las cuatro regiones —que acompañaron a Adrián en su reinado— por fin ascendieron a líderes. La princesa había ido a todas las coronaciones. En la primera semana fue la de Faya, donde el padre de Hugo se volvió rey. Después fue Aera, donde la madre de Diego asumió el cargo. La tercera semana viajó a Terra para ver cómo el padre de Violeta ascendía al trono y, finalmente, asistió a la coronación de la madre de Clara en Nero. Lo anterior había sido hace siete días, así que ahora prácticamente todo estaba listo para que la cumpleañera tomara el mando.
Cuando el sonido mágico de las caracolas se hizo escuchar, el bullicio se calló paulatinamente para ponerle atención al corredor en medio de la habitación. Las grandes puertas se abrieron y la primera en caminar con la frente en alto por el pasillo fue Sabdi. La mujer traía sus típicas vestiduras blancas y andaba con las manos juntas sobre el torso. De inmediato, la gente enloqueció y se abalanzó hacia los guardias para tratar de tocar a la mujer que era la eterna representante de Alexandra en la tierra. Sin embargo, los soldados pudieron mantener su muralla y la sacerdotisa pasó con gracia y sin inmutarse en medio de todos. Julio —su pupilo— la seguía detrás, sosteniendo los dos cojines azulinos donde las coronas de los padres de Selena reposarían dentro de poco.
Luego de arribar hasta el final de la escalinata, las caracolas volvieron a oírse y esta vez salieron los nuevos líderes de las cuatro regiones junto con sus hijos, que caminaban a su lado derecho. Primero apareció Clara con su madre, después Violeta con su padre, luego Hugo con su progenitor y, al final, Diego con su madre. Los líderes se posicionaron frente a sus asientos en el gran pasillo y sus hijos los siguieron. Cuando todos estaban acomodados, con un simple movimiento de cabeza, Sabdi indicó que comenzaran. Clara se posicionó delante de su madre y se hincó.
—Yo, Clara Salazar —comenzó la chica—, me inclino ante usted, Majestad, para jurarle lealtad eterna a Nero. Siempre velaré por los intereses de la región del agua al trabajar junto a la próxima reina de Nathála.
—¡Así sea! —exclamó Sabdi y el público la imitó.
Después un silencio se extendió en la sala. Los presentes estaban maravillados con el protocolo. Ana tocó la cabeza de su hija y sus ojos se iluminaron de un azul tan intenso como la profundidad del mar.
ESTÁS LEYENDO
Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)
FantasyDos hermanos, dos dioses, un amor prohibido. Un regalo, una isla, un castigo. Seis reinos, seis Casas gobernantes, seis tronos. El norte regido por el feroz mar. El sur regido por las imponentes montañas. Una traición que trajo guerra eterna y cao...