La princesa casi flotaba cuando arribó a su falso hogar. Eduardo y su mirada de miel la habían desarmado, haciéndola sentir vista por primera vez en su vida. Abrió la puerta con una sonrisa enorme, agradeciéndole a Alexandra por haber conocido a aquel rubio. Sin embargo, su burbuja se rompió cuando sus ojos se toparon con las expresiones funestas y desaprobatorias de sus padres. El cuello de Cecilia resaltaba por sus dientes apretados, además de que sus manos se encontraban cerradas en puño a los costados de sus muslos. Por el otro lado, Adrián tenía los brazos cruzados, fruncía el ceño y su labio inferior se había deprimido.
—Hola... —saludó Selena, asustada.
Se escuchó un silencio sepulcral hasta que la reina comenzó a hablar.
—Lor García hoy le contó a tu padre que la fuente del patio de armas se cuarteó anoche, de forma misteriosa, mientras esa terrible tormenta eléctrica azotaba la ciudad —la princesa quiso dar explicaciones, pero sólo pudo quedarse con la boca abierta porque Cecilia prosiguió—. Por otra parte, al mediodía, una clienta me comentó del disturbio entre esas dos damas de la corte... Fue la misma fuente fracturada, que en aquel instante se hallaba en reparaciones, la que mojó a las pobres muchachas —comentó su madre con severidad. Yo no las llamaría pobres, pensó Selena. No obstante, habría resultado sumamente impertinente corregir a la reina en ese instante—. ¿Deseas compartirnos algo, María?, ansiamos saber qué has estado haciendo estos días.
—Seguramente un rayo partió la fuente —contestó la princesa, calmadamente—; y las chicas no debieron ponerse cerca de ella si sabían que se encontraba en reparaciones, ya que resultaba obvio su inestabilidad —finalizó, fingiendo inocencia.
Por dentro su ser vibraba de nerviosismo. Lo menos que necesitaba ahora eran los reclamos de los reyes, sólo deseaba llegar a su cama y reposar mientras se perdía imaginando los ojos marrones de Eduardo.
—¡Oh, Diosa!, ¡sabemos que has sido tú! ¡¿Por qué nunca haces lo que se te ordena, niña?! —explotó su padre, asustando a Selena; jamás lo había visto tan encolerizado.
—¡Ellas me molestaron primero!, ¡necesitaban una lección! —rugió la princesa, encarando al rey.
—¡Ay! —se quejó Adrián—, ¡¿eres incapaz de ver que eso no importa?!
Esa respuesta dejó pasmada a Selena. Se le descompuso el rostro, nunca creyó que su padre fuera tan egoísta. ¿Desde cuándo sus sentimientos no valían? ¿Desde cuándo tenía que convertirse en muda y ser buena con todos a pesar de que la trataran tan mal por ser diferente? Sin embargo, entendió el predicamento del rey. Entre su familia y su reino, Adrián de seguro escogería a su pueblo, así lo habían criado. Por lo tanto, en esta situación, la amenaza no eran los hombres que veían a las mujeres como objetos que siempre debían estar a su disposición; ni las personas que marginaban a los trabajadores, quitándoles su voz; sino que el verdadero problema aquí era la princesa, que se resistía a adoptar los roles de la vida ertaina. Era ella la que estaba poniendo en riesgo todo el plan para salvar a Nathála. Ahora yo soy su enemiga, no mis acosadores, pensó con decepción.
—¡Selena, no puedes llegar a estas tierras e intentar cambiar a las personas que viven en ellas! —agregó su madre—, ¡esa no es tu misión! Esta gente es parte de todo un sistema que no nos corresponde arreglar, hija —esas palabras le dolieron mucho a la princesa, rompiendo la imagen de fiereza que representaba la reina en su mente. Selena respiró hondo para no chillar—. No debes intervenir, deja que sus vidas sigan su curso: Que trabajen excesivamente por una mísera paga, que gasten su fortuna en fiestas pomposas, que se casen aunque no se amen... Nada de eso te corresponde, no eres su heroína —recalcó Cecilia, destruyendo el corazón de la princesa—. Tu papel es con tu familia y con Nathála...
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Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)
FantasyDos hermanos, dos dioses, un amor prohibido. Un regalo, una isla, un castigo. Seis reinos, seis Casas gobernantes, seis tronos. El norte regido por el feroz mar. El sur regido por las imponentes montañas. Una traición que trajo guerra eterna y cao...