Cuando el príncipe escuchó el grito abrumador de su amiga, dejó de pensar y simplemente corrió hacia la dirección del temblor. A lo lejos oyó las voces de su hermano e Isabel, pero las ignoró. En su interior sabía que algo andaba mal. Después de unos segundos perdió el rastro del sonido, por lo que intentó llamarla.
—¿Selena? —dijo en medio de la preocupación, pero no fue suficiente— ¡¿Selena, dónde estás?! —no hubo respuesta.
Intentó seguir las vibraciones de la tierra que aún quedaban, ignorando que se trataba de los rastros de la magia. No tardó en llegar con su amiga, sin embargo, su angustia se elevó más. Encontró a Selena desmayada y palidecida, y por un momento temió lo peor. Tocó su cuello y aún había pulso; era débil, pero estaba viva. Sin cuestionarse mucho lo que había sucedido, sabía que debía llevarla con el médico de la corte porque su piel estaba helada y no despertaba a pesar de que la había zarandeado, por lo que se preparó para alzarla del piso, rogando que su cuerpo fuera lo suficientemente fuerte para sostenerla.
—¡¿Qué sucedió?! —escuchó la angustia de Isabel cuando llegó.
—¿Quiénes son ellos? —cuestionó Eric. Ahí fue cuando Eduardo vio a los dos hombres inconscientes en los arbustos. Su hermano se acercó, y el corazón del príncipe saltó al ver cómo las piernas de Eric tambaleaban— Tienen un triángulo en el uniforme —musitó—: Algea.
Entonces Eduardo entornó mucho los ojos, buscando sangre en el vestido de Selena, pero no la encontró. No tenía idea de qué le sucedía a su amiga; sin embargo, poco a poco sentía cómo su piel se enfriaba más, por lo que, dejando sus miedos a un lado, comenzó a actuar.
—Trae mi caballo, por favor —le suplicó a su asistente.
El muchacho asintió y corrió para regresar al sitio donde habían estado comiendo; mientras Eduardo intentó ver si había alguna herida que explicara el desvanecimiento de Selena, pero no la halló, lo cual lo angustió más. Era imprescindible que la llevara con el médico.
—Diana —le dijo a la otra empleada de Isabel, que también se había hincado junto a él y no dejaba de temblar—, llevaré a Selena con Lorenzo, tú tienes que avisarle a sus padres.
La chica apenas pudo asentir entre tanta conmoción justo después de que llegó el corcel. Eduardo no supo cómo lo hizo, pero en un intento consiguió cargar a Selena entre sus brazos, dándose cuenta de que necesitaba auxilio para subirla al caballo.
—Eric, ayúdame —pidió de inmediato.
Su hermano acudió a su lado sin pensarlo, igual de asustado que todos.
—Ten cuidado —le pidió el príncipe, dándole a Selena.
El futuro rey la cargó mientras su hermano ascendía al corcel, percatándose de lo pequeña que era la chica y de lo fría que estaba su piel. Cuando Eduardo ya montaba su caballo, su hermano le entregó a Selena con delicadeza. El príncipe la pudo acomodar entre sus brazos sin problema.
—Me llevaré a las chicas y a los sirvientes de vuelta al palacio, y avisaré a nuestro padre que Algea está en el bosque para que arresten a estos hombres —aseguró Eric, recuperándose de la estupefacción e intentando tomar el control.
Eduardo apenas lo escuchó porque se dispuso a avanzar y dejarlos atrás con la velocidad que podía permitirse para no lastimar a su amiga. Le pareció eterno el viaje de regreso, pero al llegar se calmó de que la gente del palacio lo ayudara al ver que cargaba una chica inconsciente entre sus brazos. A mitad del camino hacia la enfermería trajeron una camilla, así que entre más personas pudieron llevarla. Hubo mucho estruendo cuando Selena llegó con el médico de la corte, ya que Eduardo se apresuró a buscarlo con el corazón desbocado y los ojos saltones mientras la gente, que había ayudado, la colocaba sobre una cama. El doctor Lorenzo dejó a un lado el papeleo al ver el tumulto. Se acercó lo más rápido que sus piernas adormiladas se lo permitieron y examinó a la chica desmayada sobre el camastro.
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Batalla de Dioses: La Reina del Mar (Batalla de Dioses, #1)
FantasyDos hermanos, dos dioses, un amor prohibido. Un regalo, una isla, un castigo. Seis reinos, seis Casas gobernantes, seis tronos. El norte regido por el feroz mar. El sur regido por las imponentes montañas. Una traición que trajo guerra eterna y cao...