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Abrí la puerta, oyendo enseguida dos voces provenientes de la sala, una de mi tía y la otra desconocida. Era una voz femenina, como de alguien joven. Dejé mi abrigo en el perchero de la entrada y mi bolso a los pies de éste para caminar hacia el lugar donde se encontraban aquellas dos personas.

Al entrar me encuentro con la imagen de mi tía, Ella Max, hablando de lo más amena con la chica que se encontraba sentada en el sillón frente a ella, con la mesa de té en medio de ambas.
Al momento de hacer acto de presencia, ambas dejaron de hablar, y Ella borró la sutil sonrisa que estaba en sus labios al verme. Miré minuciosamente a la intrusa, como de un metro sesenta y algo, tez blanca, cabello oscuro cobrizo y ojos verdes. Alrededor de sus dieciséis, en la flor de su juventud. Esta chica tiene cierta similitud con alguien que conozco. Pienso. Luego de verla durante unos segundos aparté mis ojos de ella para posicionarlo en Ella.

—¿Quién es la fulana que se sienta como si estuviera en su casa? —dije mientras señalaba con mi dedo izquierdo a la intrusa, que al escucharme la siento cohibirse un poco pero que luego se relaja.

Ella rueda los ojos y suspira. Entonces me cruzo de brazos, a la vez que levanto una ceja, esperando respuestas.

—Me siento como si estuviera en mi casa porque ésta también es mi casa. —en el momento en que escuché su voz, como la de un gato creyéndose un león, retándome. Me hizo querer tenerla bajo mi bota.

—Creo recordar, escucharte decir una vez que estabas en contra de contratar servidumbre, «ocupa mucho espacio» dijiste —le dije a Ella, que en este momento dejaba la taza de té en la mesilla para levantarse. —. ¿Qué clase de acto de caridad haces ahora?

La intrusa abrió la boca para decir algo, más nadie tuvo oportunidad de escucharla porque Ella la interrumpió con una palmada.

—Amina, no es el momento. Ella se quedará con nosotras a partir de ahora y

—¿A partir de ahora? ¿Qué ya no éramos tres? —interrumpí a Ella descruzando mis brazos. Me mantuve a dos metros de ella. —. No quieras hacerme ver como una tonta Ella. Porque me criaste sé que no dejarías acercarse a ti a una persona como lo hace ella. Antes de que entrara, esta sala olía a familiaridad.

Amina no esperó a que su tía respondiera a sus palabras, ni tampoco a que confirmara a sus sospechas, ella solo quería irse de allí. Así que eso hizo. Se dio la vuelta y con un movimiento de varita su equipaje apareció junto a ella y, haciendo oídos sordos a los llamados de su tía, tomó en sus manos un puñados de polvos Flu y, parándose bajo la chimenea, exclamó: «¡La Madriguera!»

Estaba escapando. Escapar era lo que hacía últimamente.

Amina ya estaba harta de perseguir cosas, esperar respuestas y luego decepcionarse.

Por eso empezó a frecuentar lugares desde que llegó a Italia. En ocasiones bebía, porque al contrario de lo que pensaba Ella, Amina no disfrutaba del beber para olvidar sus problemas, ya lo intentó. Amina pensaba que beber no te hacía olvidar ni dejar de sentir, al contrario, intensificaba todo, solo que si te embriagabas lo suficiente como para creer que eras alguna especie de criatura mágica no identificada, al día siguiente olvidabas todo lo que sentiste el día anterior.

Y luego apareció Oliver. Él ya se había graduado de Hogwarts, y seguramente estaba rompiéndole las piernas a algunos magos aspirantes del Puddlemere United para asegurar su victoria en el equipo. O haciendo alguna otra cosa relacionada con el Quidditch. Y así fue. Hasta que los padres de Oliver lo arrastraron a Italia para tomarse unas breves vacaciones (a pedido de la señora Wood) para luego volver, porque este año se celebraba la Copa Mundial de Quidditch.

Y era un evento en el que Oliver estaría sí o sí.

Así que, cumpliendo con los pedidos de la señora Wood (a fuerzas), Oliver y su padre, arribaron a las costas italianas para disfrutar del sol y el océano.
De haber sido otro momento, a Oliver no le hubiera importado disfrutar de esas mini vacaciones, pero con la Copa a tan solo unas semanas no podía dejar de pensar en el Quidditch, pero con la vista de águila de su madre sobre él, tendría que abstenerse. Pero, como casual coincidencia (Amina de pequeña creía que las coincidencias eran ocasionadas por agentes del Ministerio con posesión de Giratiempo, que los utilizaban para ubicar a las personas a su antojo en los lugares y momentos adecuados, jugando a escribir sus destinos.) Amina estaba en aquel lugar, y al cruzarse con Oliver (y que éste le saludara), la señora Wood emocionada, lanzó a su hijo hacia la pelirroja como un rico filete a una jauría de leones. O un ciervo a una víbora, en su defecto.

Y Oliver, ni lento, ni tonto, utilizó a Amina como cortina para escapársele a su madre y seguir planeando su estadía en el Mundial y luego su estadía en el equipo de Quidditch de su vida. Pero Oliver no pudo evitar notar que algo no andaba bien con Amina.

Era cierto que no la conocía en absoluto, solo intercambió un par de palabras en dos ocasiones con ella, sin contar ese incomodo momento en las duchas de Gryffindor donde le gastó una broma y lo vio desnudo. Pero era Amina Black, todo Hogwarts la conocía; uno, por el apellido con una peculiar fama, y dos, porque era la chica más abstracta y con una lengua mortal, que no congeniaba ni con los de su propia casa. Y porque es una de las más guapas de Hogwarts, pero que abiertamente dijo que los despreciaba a todos. En general.

Así que se sintió realmente extraño cuando no la sintió del mismo modo en que la sintió en Hogwarts. Por lo que, en contra de todo lo que sentía, solo se quedó a charlar con ella. Y luego el día siguiente, y el siguiente a ese, y los demás, descubriendo a una Amina que nadie conocía. Y disfrutó estar con ella. Y luego el Whiskey llegó.

Love me, Potter | Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora