—¿Vas a pasar o qué?—preguntó Robin con una pizca de burla en su voz, parada en la puerta y mirando a su hermana aún a unos metros de la entrada, estática, con las maletas en la mano y desde ahí podía ver la velocidad con el que el pecho estaba subiendo y bajando, estaba nerviosa y respiraba muy rápido y fuerte—Vamos, Rachel, todo esta bien
—Sí, lo sé—murmuró, carraspeo la garganta y respiró, exhalando por la boca. Camino a paso firme hacia la entrada y un paso antes de pasar por la puerta, se quiso detener. La mirada expectante de Robin la hizo continuar, y pasar por el marco de la puerta, entrando a la casa en la que había pasado toda su infancia.
Observó todo con los ojos atentos a todo. Observaba tanto como podía; el techo, las paredes, la sala, el pequeño televisor en ésta, conocía todo en esa casa, cada detalle, cada mancha, y aún así tenía miedo de dar un paso por ella.Sintió la mano de Robin en su hombro y la miró por unos segundos, sin decir nada ni hacer nada. Dio un gran respiro y dejó las maletas en el piso, para empezar a caminar por toda la casa, comenzando por el comedor y la cocina.
No era una casa muy grande, de hecho era de las más pequeñas, el barrio en el que vivían no era el más sofisticado, ni era la casa más bonita. Rachel nunca se sintió mal por no tener lo mejor, estaba orgullosa de su madre y de su casa, de todo con lo que había crecido y vivido, pero también odiaba muchos aspectos de todo lo mencionado, era una de las razones del porqué había dejado Hawkins en cuánto pudo.
Recordaba a su madre llamarla traidora, porque estaba huyendo, por dejarlas a ambas en el pueblo. Lo recordaba como si hubiera pasado hace horas, y le dolía demasiado, aunque no lo pensaba admitir en voz alta, siempre había querido parecer la chica fuerte que no tenía remordimientos por eso, o al menos frente a su madre, pero claro que le dolía, le dolía pensar que sí fue una traidora, que dejó a su familia sola, que dejo que vivieran mal y justo como ella no quería vivir, pero irse de Hawkins todo ese tiempo había sido la mejor decisión que pudo haber tomado, había sido una oportunidad en un millón y no podía haberla dejado pasar, porque no se iba a repetir nunca.
De cualquier forma, no estaba lista para ver a su madre.
—Hey, sé que mamá es difícil y que no haz hablado con ella en un tiempo, pero ella esta mucho mejor, lo prometo—volvió a murmurar Robin, tratando de darle la sonrisa más calmante que podía tener. Rachel le sonrió de vuelta de la misma forma—No es lo que era antes, Rach.
—Eso espero, Rob
Rob y Rach, los estúpidos apodos que se tenían desde el día uno, sólo eran una miniatura de sus nombres, y ninguna era la mayor fan de sus apodos, pero era diferente cuando lo decían entre ellas. Siempre había sido R&R, podían ver las letras escritas en los árboles más cercanos de la casa, o en las paredes, lo rayaban con lo que pudieran, pero habían más de 10 "R&R" escondidos por toda la casa.
Siempre habían sido muy unidas, hasta que Rachel se fue, aunque trataran de mantener el contacto, era muy difícil. Aunque se seguían queriendo como el primer segundo en el que se vieron, cuando Robin estaba en brazos de su madre, envuelta en una cobija pequeña y lila, y aunque Rachel era muy pequeña, de alguna forma recordaba el momento exacto en que conoció a la hiperactiva y hermosa Robin Buckley, era lo único que recordaba de sus primeros tres años.
Emma Buckley apareció por la puerta, con un par de bolsas en las manos, observando a sus dos hijas en la casa. Se quedó perpleja. Rachel estaba ahí, después de tantos años, estaba viendo a la mayor de sus hijas frente a ella.
Ninguna decía nada, sólo se miraban fijamente. Podían observar de reojo a Robin empezando a ponerse nerviosa, moviendo las piernas en un vaivén, pero no era suficiente como para que dijeran algo, hasta que empezó a mover los brazos
—Rachel—habló firme Emma, dándole las bolsas a su hija menor, quién con mucho gusto tomo las cosas y se fue a la cocina, tratando de evitar estar estancada en medio por si pasaba algo indeseable, como una pelea.
—Mamá—dijo de la misma forma. No solían llamarla por su nombre, nunca lo permitió y Rachel nunca iba a hacerlo, lo había aprendido como una falta de respeto y también había aprendido cual era el castigo sí le faltaba al respeto.
—¿Por qué no me avisaste que vendrías?—trató de suavizar su voz, aunque no pudo, seguía sonando como estaba a la defensiva
—No creí que fueras a decirme que sí—sonrió nerviosa, tratando de calmarse a sí misma, miró el piso y después volvió a ver a la cara a su madre—Creí que no me querrías aquí
Emma chasqueo la lengua, pensando bien en las opciones que tenía, podía correrla en ese preciso momento, pero miró a Robin asomándose por la cocina, con la mirada inquieta y un tanto triste, no podía hacerle eso a Robin, no a ella.
—Puedes quedarte el tiempo que quieras, sólo no me metas en problemas o a Robin. Y si te vas a ir, procura mandar más dinero ahora.—dijo y caminó a paso firme hacia su habitación, cerrando la puerta tras ella.
Rachel sintió los ojos ardiendo, aguantando con todo su ser las ganas de llorar en el piso. Hizo respiraciones para calmarse y miró el suelo de nuevo.
Bufó con gracia y negó para sí misma. ¿Acaso esperaba que la recibiera con un abrazo y un beso?, ¿o qué le dijera que la extraño?, era Emma, ella no lo iba a hacer por Rachel.
—Supongo que esta bien que me quede—murmuró con una sonrisa hacía Robin, quién lucía bastante triste por el reencuentro de su familia, pero asintió y trató de sonreír.
Yo sí te extrañé, mamá.
ESTÁS LEYENDO
Rachel Buckley.
FanfictionCuando la hermana mayor de Robin, Rachel Buckley, regresa a Hawkins, y Billy Hargrove queda irremediablemente atraído por ella. Pero no era el único en sentirse de esa forma. -Contenido sexual y explícito. -Traumas. -Violencia.