51

1.8K 135 0
                                    

Billy tomó la carta para Rachel, y miró los ojos azules de su hermana. No podía manejar esto. No sí se trataba de ella. Camino a paso rápido y firme, hacia afuera de la casa. No le importaba nada más. Se sentía perdido. Estaba aterrado. 

Sacó un cigarrillo de la caja escondida en la bolsa interior de la camisa de mezclilla que tenía puesta, lo posó en sus labios y lo encendió, tratando de que la nicotina calmara sus nervios, o al menos un poco. 

Se quedó ahí, mirando al frente, sin poder pensar en nada. No sabía que hacer, y las imágenes de lo que había hecho aquel cuatro de julio no podían parar de repetirse en su cabeza. 

Soltó el humo, tratando de retener las lágrimas en sus ojos. No quería llorar y darle una impresión a Max de que estaba resignándose a que las cosas no iban a estar bien. Necesitaba ser fuerte para Max, para que ella no se resignara. Se sentía horrible. De verdad había sido un monstruo, y ni siquiera se refería a lo de aquel especifico día en el que no podía controlar su cuerpo o su mente, se refería a toda su vida, a toda la vida de Max, a todos y cada uno de los golpes, de los gritos, de las amenazas, del miedo, la tristeza y las lágrimas por las que paso, por las que él le hizo pasar. 

Vio salir de la casa con apurados pasos a los otros tres y a Max, quien iba al frente de todos. 

Frunció el ceño y se acercó a pasos lentos hasta el auto de Steve, en donde todos se habían detenido

—Abre la puerta—ordenó la pelirroja, con el rostro serio. Steve la miraba confundido

—No—dijo con obviedad

—¿Qué pasa?—preguntó el rubio llegando a un lado de Harrington

—Abre la puerta, Steve. O juro que si vivo otra día, voy a denunciarte por secuestro a una menor.—amenazó. Billy frunció el ceño y miró a Harrington, esperando una explicación, quien de inmediato lo miró de vuelta y negó.—Conozco a un buen abogado. 

—¿Abogado?—murmuró confundido el de cabellos dorados—¿Qué mierda pasó, Harrington?

—Nada,—dijo con rapidez—Nada. Tú hermana quiere ir a no sé donde. 

—¿A dónde quieres ir?—preguntó, mirándola fijamente, sin poder hacer que lo viera a la cara. 

—Lo sabrás cuando vayamos.

Steve suspiró y sacó las llaves de su pantalón, para abrir las puertas y que todos se subieran. Billy se subió en el asiento delantero, de copiloto, dejando a los otros tres en la parte trasera. 

—Veo que están decepcionadas—comentó el director de Pennhurts, el hospital psiquiátrico en el que se encontraba internado Víctor Creel.—Pero podría mostrarles las instalaciones del hospital. Tal vez incluso hablar con pacientes del ala de seguridad baja. 

Las tres estaban decepcionadas de que su plan no hubiera funcionado. Se habían puesto estás incomodas ropas, esos incomodos zapatos, habían mantenido una postura perfecta todo el tiempo desde que entraron por esas malditas puertas principales; y todo para nada. 

Había un protocolo para hablar con los internos, y más riguroso si se trataba de alguien como Víctor. 

—Sí... nos encantaría, pero...—comenzó Rachel, tratando de inventar algo más.

—Nuestra tesis es para el próximo mes, y...—siguió Nancy

—Se les acabó el tiempo, ¿y eso de quien es culpa?—las interrumpió el director, con un tono de voz bastante grosero. Robin hizo gestos y Rachel quería mandarlo al diablo, pero se contuvo. Lo que estaba en juego era Max, y era muy importante como para mantener su orgullo y dignidad primero. 

—Nuestra, por supuesto, y me disculpo por...—continuó diciendo Nancy, que al igual que Rachel, no iba a desperdiciar una oportunidad importante si era por Max, o si fuera por cualquiera de los menores. 

—No, Ruth, no te disculpes—dijo Robin, hablando más fuerte de lo acordado, mencionándola por su nombre falso, haciendo que tanto su hermana mayor como la Wheeler presente, la miraran y trataran de hacerla entender que se callara con solo la mirada.—Al diablo, nosotras presentamos una solicitud hace meses y nos la rechazaron, volvimos a aplicarla y volvieron a rechazarla. Y estamos aquí como un ultimo y desesperado intento de salvar nuestra tesis y la verdad es que no puedo respirar con esta cosa...—mintió, excepto en lo último, tomando el cuello de la blusa con un poco de desesperación. Rachel puso su mano en la rodilla de su hermana menor, tratando de calmarla un poco.

—Tal vez debas salir por aire fresco, Rose—dijo Nancy, apretando los dientes un poco.

—Tal vez debería, Ruth, porque empiezo a creer que este es un error colosal—se puso de pie. Rachel trató de calmarla y también se puso de pie. Necesitaban que esto saliera bien—Tengo sarpullido, me duelen los pechos, y la verdad, Anthony,—miró al director y Rachel miró el piso con decepción, sentándose en la silla de nuevo. Ya no podía hacer nada. Iba a dejar que hablara y luego se irían a buscar otra pista.—¿Puedo llamarte Anthony?. Esta no es mi ropa, las tome prestadas para que nos tomaras enserio, porque nadie toma enserio a las chicas en este campo. 

Rachel quiso reír, su hermana estaba a nada de contar una historia. Siempre creyó que Robin sería una excelente escritora o actriz, y en California había mas oportunidades para esas profesiones, y para Robin, en general. 

—Y déjeme contarle una historia,—Rachel sonrió, sabiendo que tuvo razón—En 1978, en un campamento de verano, nos contaron la verdadera historia sobre la masacre de Víctor Creel.—mintió. Rachel se sorprendió de lo rápido y bien que inventaba las mentiras, y entendió el porque su madre siempre le creía cuando iba hasta el otro lado de la ciudad para poder hablar por teléfono con su hermana mayor en California. Además, nunca habían ido a un campamento de verano—Y el pequeño Petey McHew, ¿lo recuerdan?—ambas murmuraron un "claro" y un "por supuesto", sin saber que más hacer o decir.—El pequeño Petey empezó a llorar ahí mismo, hiperventilando, y nadie pudo dormir por semanas y yo tampoco, pero no porque estuviera asustada, sino porque estaba obsesionada con la pregunta "¿qué lleva a un ser humano a hacer actos tan inimaginables?". Todos los otros niños querían ser astronautas, basquetbolistas, pero yo quería ser tu.—Rachel frunció el ceño, ¿Qué mierda estaba pasando?—Yo quería ser tu. Así que perdóname, por hacer todo lo que puedo para poder hablar con el hombre que encendió mi pasión y saber sobre su retorcida, pero fascinante, mente. Y no me digas que el llorón de Petey McHew no hubiera podido pasar a verlo si lo hubiera pedido amablemente porque tu y yo sabemos que si. Diez minutos con Víctor, es todo lo que pido, lo que nosotras pedimos. 

Robin extendió las palmas de sus manos hacia arriba disimuladamente, y Rachel y Nancy, cada una de cada lado de la primera, le chocó la mano, con una sonrisa divertida. 

—Eso fue como... ¿un discurso feminista o algo así?—preguntó Rachel divertida y Robin carcajeo levemente, evitando ser ruidosa—¿O era material para una película sobre como alguien se convierte en un interno de aquí?

—Depende del contexto, creo—contesto su hermana, con diversión. Rachel sonrió ampliamente mientras caminaban por los largos y protegidos pasillos de Pennhurts. 

—Volveré pronto.—anunció Max, bajándose del auto, lo rodeó y quedó frente a la ventana de Billy.—Quiero estar sola, no entres.

—Okay. Ten cuidado.—murmuró, con inocencia. Max asintió.

Max camino hasta la casa provisional de su madre y ella, en donde esperaba encontrar a su progenitora. Dejando en el auto a los otros cuatro chicos, preocupados por ella.

—Ella va a estar bien, ¿cierto?—murmuró Lucas, en un intento desesperado por calmarse los nervios y la ansiedad. Necesitaba escucharlo de alguien más.

—Lo va a estar.—respondió Billy, decidido.—Vamos a matar a ese hijo de puta.

Steve asintió y sonrió levemente. Le dio una palmada a la palanca de cambios y suspiró, apoyando la cabeza en el respaldo del asiento.

—Espero que las otras tres encuentren algo que nos ayuden.—murmuró Steve.

—Lo harán. Tengo fe en ellas, son muy inteligentes las tres, algo van a encontrar—apoyó Dustin, convenciendose a si mismo y a los otros tres de que así sería. Solo tenían que esperar noticias de ellas.

Rachel Buckley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora