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—No evitamos a los brutos enojados—dijo Erica apenas entraron a aquella tienda llamada "zona de guerra".

—Esta llena de idiotas, puedes olerlos.—comentó Rachel en voz baja, solo para que sus amigos pudieran escucharla. Robin soltó una risita y Billy sonrió.

—Hagamos esto rápido.—dijo Nancy, y todos se dividieron entre pasillos. Max, Erica y Nancy iban solas, Robin y Steve iban juntos, y Rachel y Billy también iban juntos.

—¿Así que tú eres de estos idiotas que vienen a comprar armas?—preguntó Rachel con burla, mientras se acercaba a Billy con una sonrisa. Aquel soltó una carcajada y dirigió su vista a la de cabello color miel

—Lo era—admitió—Pero ahora estamos todos aquí. Tú estás aquí apunto de comprar armas, corazón.

Rachel sonrió aún más por el apodo cariñoso. Y se acercó a él, pasando las manos por su cuello y jugando con su cabello con los dedos

—¿Y eso te calienta?—preguntó en un murmuro, muy cerca del rostro de el rubio, quien sonrió con burla y picardía, y luego posó sus manos por la cadera de la segunda Buckley, haciendo círculos con los dedos en ésta.

—Eres muy perspicaz—continuó—Toda tú me pone caliente, cada detalle, cada que te escucho reír, o hablar.

—¿Ah, sí?—la forma en la que estaban hablandose solamente empezaba a provocarlos a ambos. Pero se extrañaban, extrañaban estar juntos todo el tiempo y besándose y no estar preocupados por un estúpido monstruo que los quería matar.

—Sí—admitió—O cuando dices algo como lo que dijiste en la entrada, o algo muy inteligente—se acercó a ella, acunando su rostro entre sus manos con delicadeza y le plantó un beso en los labios, que Rachel recibió de la mejor manera—Me hace preguntarme, ¿cómo logré hacer que estuvieras conmigo?

Rachel sonrió, con aquella sonrisa boba de alguien perdidamente enamorada, pero no podía evitarlo.

—Me gusta estar contigo—admitió, con voz suave y hasta tierna, según Billy—Creo que fue la mejor decisión que he hecho en mi vida, William Hargrove

—Yo también lo creo—rio levemente, aún con picardía—Sólo mírame

Rachel soltó una carcajada y Billy la siguió con otra. La segunda Buckley le dio una palmadita en el hombro por aquel alto egocentrismo, pero era divertido al mismo tiempo.

Billy negó con una sonrisita, no podía evitar sonreír siempre que hablaba con ella. Incluso ahora, con toda esa situación y toda esa gente alrededor, Billy se sentía en paz junto a Rachel, se sentía calmado y como si supiera que todo iba a estar bien.

Rachel se acercó a él y lo besó en los labios, haciéndolo más prolongado que el anterior, pero dejando que siguiera siendo tierno y tranquilo.

Se alejó y tomó el carrito que estaba a su lado, -que habían tomado previamente- y miró al rubio detrás de ella. Podías ver el brillo en los ojos de ambos desde metros de distancia. En ese momento, estaban en una burbujita de la que no querían salir.

—Vamos, todavía hay que matar a un monstruo.—dijo y ladeo la cabeza para al frente, causando que Billy asintiera, volviendo a la realidad. Volviendo a preocuparse y tensarse. No quería salir de la burbuja nunca, era su lugar favorito. Rachel era su lugar seguro, y por consiguiente, era su lugar favorito, su persona favorita. 

Caminaban por distintos pasillos, con Billy leyendo las instrucciones de las cosas y verificando que les fueran a servir, después de todo, era de los que más sabían de armas, junto a la Wheeler, y Rachel se dedicaba a mover el carrito y a asentir a todo lo que él le explicaba sobre las cosas que ponía en el carrito.

—¿Debería poner 2 o 3?—preguntó Billy, moviendo las cajas que tenía en las manos. Rachel no tenía ni idea de que eran, pero tenía qué contestarle algo

—Uhm... tres—le sonrió, y Billy hizo una mueca, mirando las cajas.

—Tienes razón—dijo, para después poner tres cajas en el carrito. Rachel estaba preocupada de que todos tuvieran el dinero suficiente para pagar todo aquello.

—Me gusta la chaqueta—dijo Robin, señalando con la palma de la mano la nueva chaqueta que Steve se estaba poniendo—Te ves bien

—Sí, creo que la compraré. ¿Quieres una?—cuestionó. Robin sonrió con dulzura, lo extrañaba mucho, y él a ella. Esta última semana, habían estado alejados, enojados, y no querían estar así más tiempo. Steve miró para un costado al escuchar una risa, y observaron a Vicky, una pelirroja de la que Robin estaba enamorada hace unos meses. Steve se tenso levemente, volviendo a la realidad de que tal vez Robin podía seguir enamorada de ella, y que él solamente fue por el momento, o la situación.—¿Esa no es Vicky?

Robin giró a mirarla, y siguió pensando en que era preciosa, que le gustaba su sonrisa y sus ojos, o tal vez su cabello y su risa, pero luego volteó a mirar a Steve, con los ojos atentos y preocupados, con esos labios que quería besar, y su cabello, que le gustaba aunque fuera siempre el motivo de su burla. Y Vicky era preciosa, pero ahora mismo, Robin veía a alguien más con los ojos brillantes y la sonrisa boba.

—Sí, es ella—contestó, mirando como llegaba el novio de Vicky con ella.

—Y...—hizo un movimiento con las manos, dándole a entender que estaba nervioso o que no sabía como decir lo que quería decir—¿Tú... aún te gusta?

Robin lo miró, y giro su cuerpo para poder estar frente a él totalmente, mirándolo a la cara

—Todavía creo que es preciosa, y aún me gustan las boobies,—rieron levemente, pero eso no le quitaba los nervios a Steve—Pero ahora me gusta alguien más

—¿Quién?—preguntó, frunciendo el ceño. Sus latidos se aceleraron y comenzaba a prepararse para sentir como se le rompía el corazón. Robin rio.

—Es alguien que se peina así—hizo una seña en su cabello, imitando el peinado de Harrington—Pero que tiene unos ojos bonitos y se preocupa por todos. Que cuida a unos menores como sus hijos, y que tiene un corazón gigante.

Steve trataba de unir lo que ella le había dicho. Trataba de averiguar de quién se trataba.

—Tú, Steve.—concluyó. Al ver que a Harrington le iba a tomar tiempo darse cuenta que se trataba de él. En realidad lo pensó al principio, pero ahora mismo, con Vicky alrededor, se sentía inseguro.—Me gustas tú

Steve sonrió, y se acercó a ella sin pensarlo, besándola en los labios sin pena alguna, y sin preocuparse porque alguien los viera. Acunó su rostro, tomandola de las mejillas con suavidad y se alejó de ella un poco.

—Tú también me gustas, Robin.

Rachel Buckley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora